jueves, 2 de abril de 2020

GUIA DE LAS CELEBRACIONES DE SEMANA SANTA EN TIEMPO DEL CORONAVIRUS




Este año celebraremos una Semana Santa peculiar. En los lugares en donde tengan lugar las celebraciones ya sea con asistencia de pocos fieles y que sean transmitidas por internet, aplicarán algunos cambios rituales que ha establecido la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (Prot 153/20, de 19 de marzo de 2020). Tomando en cuenta esas indicaciones, y las rúbricas que se encuentran en el Misal Romano, y que hemos publicado, hemos elaborado esta guía.

No está de más recordar que deben seguirse todas las medidas sanitarias, como guardar la distancia entre los que participan.




Domingo de Ramos

El color litúrgico de este día es el rojo. Al día siguiente vuelve el color morado, propio de la Cuaresma, hasta la Misa “In Coena Domini”.

No hay disposiciones particulares para este año sobre la forma de celebrar el Domingo de Ramos. Sin embargo, dentro de las opciones que prevé el misal, quizá la mejor para este año sea la tercera, es decir, la "entrada simple" pues así se puede guardar la distancia entre personas que se ha recomendado.

De acuerdo a esa opción, el sacerdote se reviste con la casulla (no pluvial como en las otras opciones), y se dirige al altar mientras se canta la antífona de entrada con su salmo, u otro canto que haga alusión a la entrada del Señor. El sacerdote, llegado al altar, lo venera y se dirige a la sede. Después de hacer la señal de la cruz, saluda al pueblo. Si no es posible cantar una antífona de entrada, el sacerdote, inmediatamente después de llegar al altar y venerarlo, saluda al pueblo y lee la antífona de entrada.
Tras el acto penitencial (y el Kyrie, en su caso), se reza la colecta. Siguen las lecturas, tras lo cual se proclama la Pasión. Esta lectura puede hacerse a varias voces.

Una voz lee lo que dice el narrador. Otra, lo que dice Jesús.  La tercera, lo que dicen las demás personas. Puede haber una cuarta voz que lea lo que dicen las demás personas en “multitud”, que pueden ser todos los fieles; o bien, esto también lo puede decir la tercera voz.

La lectura de la Pasión por laicos es una concesión pastoral en los lugares en donde faltan ministros ordenados. Por ello, si en la Misa no hay más ministros ordenados que el sacerdote, los laicos pueden leer la parte del narrador, y la de las demás personas y el sacerdote la parte de Jesús. En la forma tradicional los laicos no pueden nunca proclamar la Pasión.

Durante la aclamación antes del Evangelio no se pone incienso en el incensario, ni las velas flanquean el ambón. Pero el celebrante sí bendice al diácono. Si no hay diácono, el celebrante no bendice ni a otro concelebrarte ni a los laicos que lean.

El lector que lea la parte del cronista no saluda al pueblo, ni hace la señal de la cruz sobre el libro y sobre sí mismo, y no inciensa. Después de la lectura, el ministro (sea o no ordenado) no besa el libro.

Tras la lectura de la Pasión, puede haber una breve homilía. Después, la Misa continúa como de costumbre.




Misa Crismal

La Misa Crismal siempre debe ser presidida por un bispo, y ha de ser siempre concelebrada por el presbiterio de una diócesis, porque los sacerdotes son testigos del obispo en la bendición de los óleos, y cooperadores en el ministerio del santo crisma. La Misa Crismal debe de realizarse, por norma general, el Jueves Santo por la mañana, siendo la última misa antes del Triduo Pascual. Sin embargo, si este día el clero y el pueblo no pueden reunirse fácilmente con el obispo, esta bendición puede anticiparse a otro día cercano a la Pascua, utilizando siempre la misa propia.

Para este año la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha permitido que se celebre en una fecha posterior, aunque no sea tan cercana a la Pascua, pues conviene que se encuentre presente la mayoría del presbiterio de cada diócesis pues se hace la renovación de las promesas sacerdotales.

Cuando sea que se celebra hay que tener en cuenta lo siguiente:

A menos de que los recipientes que contienen los aceites que serán bendecidos sean muy grandes, debe haber una mesa al frente del altar para recibirlos, pero cuidando que no se obstruya la visión del conjunto.

La misa se desarrolla normalmente hasta que el anuncio del Evangelio. En su homilía, el obispo debe hablarles a los presbíteros sobre la lealtad que le prometieron y sobre la renovación pública de ese compromiso.

Después de la homilía el obispo, con mitra y báculo, sentado, les pregunta a los presbíteros sobre las promesas sacerdotales, con la fórmula contenida tanto en el Pontifical Romano como en el misal.

No se dice el Credo ni la oración de los fieles.

De acuerdo con la tradición litúrgica latina, la bendición del óleo de los enfermos se realiza antes de la doxología "Por Cristo, con Él y en Él…" de la plegaria eucarística; y el óleo de los catecúmenos y el Crisma después de la comunión. Sin embargo, los libros litúrgicos permiten que se lleva a cabo antes del ofertorio. Esta es la opción más usada, aunque no existe una razón para obrar de esta forma, ya que solo es un cambio de lugar de los ritos, lo no varía la duración de la Misa.

Si el rito se realiza por completo antes del ofertorio, se hace de la siguiente forma: los recipientes con los aceites que serán el óleo de los catecúmenos y de los enfermos son llevados por un ministro cada uno, y detrás de ellos, un ministro ordenado lleva el que será el Crisma. Por delante de todos, un cuarto ministro lleva el recipiente que tiene el perfume que se usará para que el obispo lo mezcle con el aceite antes de consagrarlo como Crisma. Mientras tanto, canta el himno "Oh Redemptor”.

Bento XVI sopro vaso Crisma Copia Cuándo llegan al frente, el ministro que lleva la vasija para el Santo Crisma, se la presenta al obispo, diciendo en voz alta: “Óleo para el Santo Crisma”; el obispo la recibe y se la entrega a uno de los diáconos que le ayudan, quien la coloca sobre la mesa que se ha preparado. Lo mismo hacen los que llevan las vasijas para el óleo de los enfermos y de los catecúmenos. El primero dice: “óleo de los enfermos”; el otro: “óleo de los catecúmenos”. El obispo recibe ambas vasijas y los ministros las colocan sobre la mesa que se ha preparado.

Tras ello, todos los concelebrantes se acercan a la mesa formando un medio círculo, aunque solo tomarán en la consagración del Crisma. El obispo, sin mitra, pronuncia la oración de bendición del óleo de los enfermos, con las manos juntas, y traza la señal de la cruz en la que prescribe la fórmula. Después, con los brazos abiertos, bendice el óleo de los catecúmenos con la fórmula prevista y hace la señal de la cruz donde se indica.

Tras ello, el obispo mezcla el aceite con perfume para el Santo Crisma. Después, invita a todos a la oración y sopla sobre la vasija de acuerdo a la tradición litúrgica, en referencia al Espíritu Santo. Luego, con los brazos extendidos, recita la oración de consagración. Existen dos fórmulas. La primera hace mayor referencia a la importancia del aceite de olivo habla de la consagración de los profetas, reyes y sacerdotes, en relación con el bautismo. En el momento indicado, los concelebrantes extienden su mano derecha hacia el crisma y reza.

Las vasijas se pueden cubrir, después de la bendición, con un velo color específico: púrpura para los enfermos, verde para los catecúmenos, y blanco para el Crisma. Se trata de una antigua tradición litúrgica que no contradice las líneas actuales.

Si el obispo quiere mantener la costumbre de hacer las bendiciones en los momentos tradicionales, las vasijas son presentadas en la misma forma en la procesión del ofertorio, por delante de los fieles que llevan el pan, el vino y el agua. Las vasijas se ponen sobre la mesa destinada a eso. Antes de la doxología de la Plegaria Eucarística, el obispo bendice el óleo de los enfermos y, después de la comunión, bendice la forma prescrita de los catecúmenos, y se consagra el Crisma.

La Misa Crismal es la única en la que los libros litúrgicos prescriben el uso del incienso en la procesión final, al volver a la sacristía, llevando las vasijas con los óleos detrás de la cruz procesional. El uso del incienso en la procesión inicial está vinculado con la incensación del altar. En la procesión final hay necesidad de usar incienso. Esta es una costumbre errónea en muchos lugares. En la Misa Crismal, en cambio, si se usa, porque es una forma de veneración a los Santos Óleos.

Los óleos santos del año pasado se absorben en un algodón y se queman.



TRÍDUO PASCUAL

Antes de la Misa de la Cena del Señor termina la Cuaresma. El Triduo Pascual no es la preparación para la Pascua. Por el contrario, ¡es la Pascua!

El Misterio Pascual es la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor, que se conmemoran en cada celebración de los tres días. Se trata de una única celebración pascual en tres acciones rituales, lo que se demuestra con que en la Misa de la Cena del Señor y en la Celebración de la Pasión del Señor no hay ni bendición final ni despedida, pues ésta es hasta el final de la Vigilia Pascual.

Para este año, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha dispuesto que solo se celebre en las catedrales y en las iglesias parroquiales. Si un templo no tiene esa condición, no ha de celebrarse ahí el Triduo este año.

También esa Congregación ha pedido que se transmitan las celebraciones en directo, no de forma grabada, por todos los medios disponibles, para que los fieles puedan participar desde sus casas.




Jueves Santo.

Misa de la Cena del Señor (In coena Domini)


La Misa se desarrolla como de costumbre hasta el Gloria. Durante el canto del Gloria se deben tocar las campanas del altar y de la iglesia. Terminando este himno, las campanas no volverán a sonar hasta la Vigila Pascual. En la consagración puede usarse una matraca en vez de campanas.

Terminado el Gloria, los instrumentos musicales deben de usarse únicamente para acompañar el canto. Conviene, además, que los cantos se hagan “a capela”, sin acompañamiento musical, reservándolos para el Gloria de la Vigila Pascual.

Después del Gloria viene la colecta, las lecturas, el Evangelio y la homilía, como se hace normalmente.

Normalmente seguiría el rito del lavado de los pies. Sin embargo, a Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha dispuesto que este año se suprima.

Por ello, tras la homilía se reza la oración de los fieles. Después sigue el ofertorio. Debe cuidarse que se consagren un suficiente número de hostias para la comunión de todos los fieles durante esa Misa y durante la Celebración de la Pasión del Señor.

Es muy conveniente usar la Plegaria Eucarística I, que tiene un “Acepta, Señor en tu bondad” propio para esta Misa y, además, narra más explícitamente que la Eucaristía se instituyó ese día, y tiene un “reunidos en comunión” propio.

Después de la comunión de los fieles, y de la purificación del cáliz y la patena se dejaría el copón con la Eucaristía sobre el altar. Sin embargo, la Santa Sede ha dispuesto que este año se reserve en el sagrario. Posteriormente, se reza la oración después de la comunión, con lo que culminará la Misa, pues se ha suprimido la procesión que acompaña el traslado al lugar de la reserva.

Tras la Misa, deben desvestirse los altares.






Viernes Santo.

Celebración de la Pasión del Señor.

Antes de la celebración el altar debe continuar sin cruz, velas ni manteles, reservando su uso para el Rito de la Comunión.

Conviene que todos los ministros, ordenados y laicos, permanezcan fuera del presbiterio, porque no se va a celebrar la Misa.

La celebración debe de realizarse en la tarde del viernes, antes del anochecer.

Todos los ornamentos deben ser color rojo, propio de este oficio. Si ese día se realiza una procesión o un Vía Crucis, los ministros no deben usar ornamentos rojos sino morados o negros, aunque ya haya terminado la Cuaresma. Esos colores representan el duelo.

El celebrante no puede usar capa pluvial; solo la casulla. Los diáconos que asisten usan la dalmática. Los demás sacerdotes deben visten alba y la estola, o sotana, sobrepelliz y estola.

Durante la celebración debe de realizarse una colecta para Tierra Santa.


En la procesión de entrada no hay ni cruz ni velas. Todos los ministros caminan en dos filas. Al llegar al altar, todos hacen una reverencia, y se dirigen a sus lugares. Después, los ministros ordenados deben de postrarse, mientras que los demás fieles se arrodillan.  Si hay maestros de ceremonias, estos se arrodillan, aunque estén ordenados.

Después, el sacerdote se levanta y va a la sede. Ahí, con las manos juntas dice una de las dos oraciones previstas en el misal, pero sin decir “Oremos” al principio.

Sigue la Liturgia de la Palabra como se hace comúnmente.

La lectura de la Pasión se hace igual que el Domingo de Ramos: sin bendición a quien la leerá, sin incienso ni velas, y reservando al celebrante la parte de Cristo. Después, si se considera oportuno, puede haber una breve homilía. Conviene mantener un tiempo de silencio después.

En la oración universal las intenciones pueden ser propuestas por el diácono u otro presbítero desde el ambón, y el celebrante dice las oraciones desde la sede, con los brazos extendidos. Entre la intención y la oración puede pedirse a todos que se arrodillen y se levanten después de unos momentos de oración silenciosa.

El la petición en la que se menciona el nombre del obispo no se dicen títulos como que sea cardenal. Si hay un obispo auxiliar, se le menciona. Si hay varios auxiliares, se les menciona diciendo “y sus obispos auxiliares”. El obispo coadjutor es tratado como auxiliar hasta que el papa acepte la renuncia del residente.

Para este año la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha dispuesto que se incluya una petición especial por los enfermos, los muertos y quienes han sufrido una pérdida con motivo de la pandemia. Debe ser obispo quien se encargue de componer esa intención.

Después sigue el rito de adoración de la cruz. No se adora el objeto, sino el Misterio de la Pasión.

La cruz es llevada entre dos velas por el pasillo central hasta el altar. La primera forma de llevarla es cubierta por un velo hasta el altar. Ahí solamente el celebrante la desvela gradualmente: primero descubre la parte superior, después el brazo derecho y finalmente la descubre totalmente. Cada vez que se desvela una parte, el sacerdote o el diácono canta “Miren el árbol de la cruz…”.

La segunda forma es llevarla descubierta en la procesión, y el diácono la eleva al inicio del pasillo, a la mitad y justo antes de llegar al presbiterio. Cada vez que la levanta, canta “Miren el árbol de la cruz…”. En una u otra forma, después de que se canta el “Miren”, todos deben de arrodillarse, salvo quien tiene la cruz.

Quizá para este año sea mejor la primera forma, por evitar la cercanía, y porque es más fácil que se vea todo el rito en la transmisión en vivo que, en su caso, se haga.

Al llegar al presbiterio, o una vez desvelada la cruz se deja entre dos velas.

El Misal establece dos formas de adorar la cruz: una implica que todos se acerquen a la cruz, y otra que se eleve la cruz sin que los fieles se acerquen. Por las circunstancias que vivimos lo mejor es hacerlo de este último modo: el sacerdote la eleva y todos la veneran en silencio desde su lugar en silencio. Con esto se evita que se propague el virus con los besos a la cruz, o la cercanía entre personas si solo se hiciera genuflexión.

A los fieles que, en estado de gracia reciban la comunión y adoren la Santa Cruz, se les concede indulgencia plenaria. 

Terminada la adoración, la cruz se pone en medio del altar, como para la misa, pero con la imagen del Crucificado viendo hacia los fieles.

En ese momento se prepara el altar con un mantel, un corporal y el misal. Mientras tanto, el celebrante, el diácono u otro ministro ordenado se dirige al sagrario y toma el Santísimo. Cuando es llevado al altar, debe de ir entre dos velas que después son puestas en sobre el altar para el Rito de la Comunión; esto no será necesario si el sagrario se encuentra a pocos pasos del altar o sobre el mismo altar. Una umbrela o un palio pueden ser usados para cubrir al ministro que lleva el Santísimo. No se usa el incienso ni las matracas durante la procesión del Santísimo Sacramento hacia el altar.

Ya con el Santísimo sobre el altar se reza el Padrenuestro. Al terminarlo no se dice la oración por la paz. Simplemente, el celebrante toma una Hostia, la muestra a los fieles y dice la fórmula del misal. Después comulga y da la comunión a los fieles. Terminada la comunión, el Santísimo se le vuelve a guardar en el sagrario.

Al final, no se da la bendición. El celebrante simplemente reza la oración sobre el pueblo y todos se retiran en silencio. Los ministros hacen una genuflexión a la cruz.

Una vez más, el altar es desvestido después de la celebración.







Vigilia Pascual

Esta es la madre de todas las vigilias. El Domingo de Pascua, la solemnidad de las solemnidades.

Antes de la reforma litúrgica de la Semana Santa hecha por Pío XII, la Vigilia de Pascua se celebraba durante el día, en oposición a la primitiva tradición litúrgica temprano. Por ello, para propiciar la oscuridad que todavía se requiere, se tapaban las ventanas de iglesias. Pero ahora, tanto en la nueva forma que como en la tradicional, la Vigilia debe celebrarse sólo por la noche, después de la puesta del sol y antes del amanecer del domingo.

Quienes asisten a la Vigilia Pascual cumplen con la obligación del domingo. A pesar de ello, también pueden comulgar en los dos días.

Sólo puede usarse un cirio. No pueden prepararse los cirios de otras iglesias. Aunque el cirio es un gran signo pascual, sólo puede ponerse en donde se ha celebrado la Vigilia Pascual.

El Evangeliario puede ser usado, pero debe ser dejado sobre el altar antes de la misa.

También antes de la misa debe colocarse el cirio pascual a un lado del ambón; no en el centro del presbiterio. Esta es una disposición para este año. Dicho cirio debe de prepararse previamente con la cruz, las letras alfa y omega, los cuatro números del año en curso, y los cinco granos de incienso.

El celebrante debe de usar los ornamentos propios de la misa. No ha de vestir capa pluvial. Ningún libro litúrgico prevé que se use la capa pluvial durante el inicio de la Misa o en la procesión al altar.

Este año se ha determinado que se suprima el rito del lucernario. Por tanto, el celebrante, con los ministros, se dirige al presbiterio, en donde debe ya debe estar el cirio pascual. Al llegar frente al cirio, lo enciende.

Luego, el celebrante o, de haber, un diácono, inciensa el cirio y canta o reza el Pregón Pascual en el ambón. El texto también puede ser cantado por un laico, pero él no debe de pedir la bendición al celebrante. El laico también debe omitir la frase “El Señor esté con ustedes”, que es propio de los ordenados. Todos escuchan de pie con las velas encendidas.

Concluido el Pregón Pascual, el celebrante introduce la Liturgia de la Palabra conforme al texto del misal. Después de cada lectura y su salmo, el celebrante se levanta y canta la oración propia.

Se establecen nueve lecturas, con la Epístola y el Evangelio. Sin embargo, por razones de brevedad, se pueden elegir sólo dos del Antiguo Testamento (no quitando nuca la del capítulo 14 del Éxodo, la Pascua judía) la Epístola y el Evangelio.

Después de la última lectura del Antiguo Testamento y de su salmo, todos se levantan. Un ministro laico toma fuego del cirio y enciende las velas del altar. Mientras tanto, todos cantan el Gloria. Al igual que en la Misa de la Cena del Señor, se tocan las cananas durante el canto. Después del Gloria, el celebrante reza la oración colecta. Sigue la lectura de la Epístola.

Se canta el aleluya con tres tonos, conforma a la tradición, con sus estrofas. Mientras, el celebrante coloca incienso en el turíbulo. Si es obispo, pone el incienso sentado y bendice a quien va a proclamar el Evangelio. Como el cirio está junto al ambón, no se llevan las velas. Esto solo ocurre en la Vigilia Pascual, en el resto de las misas del Tiempo de Pascua se proclama el Evangelio con la solemnidad de costumbre. Quien proclama saluda al pueblo, hace la señal de la cruz sobre si y sobre el Evangeliario y lo inciensa.

Después de la homilía inicia la liturgia bautismal. Este año se reducirá a la renovación de las renuncias a Satanás y la profesión de fe.

Lo mejor sería reprogramar los Bautismos para otro día. Si la pandemia cesa, la mejor fecha sería la Vigilia de Pentecostés, que históricamente ha sido la segunda fecha más significativa para bautizar adultos.

Se omite el Credo y se realiza la oración de los fieles y prosigue la Misa como de costumbre.

Es muy conveniente usar la Plegaria Eucarística I, que tiene dos partes propias para la Vigila Pascual.

Puede usarse la fórmula propia de bendición solemne de Pascual. Al final de la Misa el celebrante o el diácono despide a todos añadiendo dos aleluyas al final.






Domingo de Pascua

Este día la Misa se celebra como de costumbre. Aunque normalmente el acto penitencial se sustituye por la aspersión del agua bendecida en la Vigilia, este año no debe hacerse esa sustitución para evitar contagios, y porque no se bendijo el agua horas antes.

El cirio pascual debe de permanecer en el lugar puesto en la Vigilia Pascual; no debe de ser llevado en procesión.

Se canta el Gloria sin ser acompañado por toque de campanas.

Después de la segunda lectura se canta el “Victimae Paschali laudes” u otra secuencia aprobada.

Durante el canto del aleluya se prepara el turíbulo con incienso y acompañan la procesión hacia el ambón dos velas.

Conviene, nuevamente, que se use la Plegaria Eucarística I, con sus partes propias para el Domingo y Octava de Pascua.

Puede usarse la fórmula propia de bendición solemne de Pascual. Al final de la Misa el celebrante o el diácono despide a todos añadiendo dos aleluyas al final.




Artículo enviado por:
Jesús Manuel Cedeira Costales.


Fuente:
liturgiapapal.org


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