miércoles, 29 de agosto de 2018

NOVENA A LA SANTINA 2018 "MARÍA, MADRE Y REINA"








La Novena de la Santina, en la vida de los cristianos de Asturias, es una ocasión entrañable para acercarse a la Madre de Jesús. Muchos suben a Covadonga con la ilusión de participar en la misma.    

Vienen en grupos parroquiales o individualmente. Uno o varios días. Otros, aunque quisieran peregrinar al Santuario, diversas circunstancias se lo impiden. Esta novena pretende ser un momento de encuentro para todos los que queremos "Orar con la madre de Jesús". Tiene una parte fija; otra es variable.




Parte fija para todos los días:

1º En el nombre del Padre...

2º Nuestra esperanza es María, a ella acudimos pidiendo auxilio para vernos libres de nuestros males; ella nos socorre.

3º Reflexión para cada día de la novena

4º Preces:

A cada petición digamos: Intercede por nosotros Madre del Señor.

* Ruega ¡oh María! por el Pueblo de Dios

* Protege al Papa

* Ayuda a nuestro Obispo

* Haz que haya paz entre los pueblos

* Conserva en el amor a los esposos

* Cuida de los que no tienen trabajo

* Que los jóvenes y los niños crezcan en sabiduría

* Protege a los pobres

* Consuela a los enfermos

* Haz que desterrados y emigrantes puedan volver a la Patria

* Sé alivio de los moribundos

* Intercede por los que han muerto



Pídase La gracia a alcanzar en esta novena

Se rezan tres avemarías con el:

V/. Madre mía de Covadonga

R/. Sálvanos y salva a España



Oración final

Ayúdanos, Señora y Madre nuestra, a vivir en comunión sincera, sabiéndonos Iglesia de Dios, hermanos de Cristo e hijos tuyos para dar testimonio de unidad y reavivar en nuestro pueblo la fe. Amén.






Reflexión para cada día de la NOVENA:

DIA PRIMERO

Gloria de la Santísima Trinidad

Del evangelio de san Lucas l, -49

    E1 poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Dios se da a conocer a los hombres mostrándoles su gloria, y la gloria de Dios es una expresión que se emplea en la Biblia para designar las grandes obras que el Altísimo hace en favor de los hombres, o sus manifestaciones prodigiosas.

    En Jesús, particularmente en su muerte y su resurrección, se manifiesta la gloria de Dios Padre y haciéndose obediente hasta la muerte y muerte en cruz, Cristo Jesús le glorifica. Este gesto de glorificación llega a los cristianos y la Virgen María es la primera en beneficiarse: llena del Espíritu Santo es hecha esposa de Dios Padre y madre de su Hijo Unigénito.

    En la Virgen todo es hermoso porque en ella se palpa la gloria de Dios. En la Virgen, al dar a luz al Salvador del mundo, la Santísima Trinidad se dignó revelar el esplendor de su gloria.



DIA SEGUNDO

Madre de los que son de Cristo

Del evangelio de san Juan 19, 25-2

    Junto a la cruz de Jesús estaba su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús al ver a su madre y cerca al discípulo a quien tanto quería, dijo su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

    Por la fe y el bautismo el cristiano es miembro del cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia y ésta nace del costado de Jesús, nuevo Adán, "dormido" en el árbol de la cruz. A la Iglesia Jesús le dice como en otro tiempo Adán a Eva, "tú sí que eres hueso de mis huesos y carne de mi carne".

    María es la Virgen madre del Señor y Jesús al nacer de María se ha hecho nuestro hermano; María es nuestra Madre porque nosotros somos, por el bautismo, miembros del Cuerpo de su Hijo.

    En la cruz la Virgen recibió de su Hijo Jesucristo un encargo maternal: ser madre de los que son de Cristo. A nosotros nos toca acogerla en la casa de nuestra vida.



DIA TERCERO

Fuente limpia de la fe

Del evangelio de san Lucas l, 39.4345

    En aquel tiempo, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel... Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito... ¡Dichosa tu que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

    La fe es un don de Dios y ésta brota de la predicación de la Palabra, Cómo van a creer, afirmará san Pablo, si nadie les predica.María es la mejor de las oyentes ya que puso su fe en la Palabra de Dios que escuchó de boca del ángel.

    La Palabra escuchada en ella se hizo carne. Jesús fruto bendito de su vientre, Palabra escuchada y creída, fue siempre para ella un gran misterio saboreado por medio de una meditación sosegada.

    La Virgen, fuente limpia de la fe, traza para nosotros un camino creyente.



DIA CUARTO

Virgen siempre orante

Del evangelio de san Lucas 1, 46-47

    Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

    María es la Virgen siempre orante porque constantemente observa y medita la vida de su Hijo.

    De su corazón brotó un canto de alabanza cuan-do visitó a su prima Isabel. Ella, con el alma levantada hacia el Señor, le da gracias constantemente.

    Suplica a su Hijo Jesucristo, como en otro tiempo hizo en Caná de Galilea, que nunca falte al hombre la alegría que viene de Dios y que llega a nosotros por la muerte y resurrección de Jesús.

    Ella nos enseña a estar ante el Señor en una actitud de constante disponibilidad y obediencia, para que el Poderoso nos pueda rodear con los "brazos" de su ternura.



DIA QUINTO

Triunfadora del mal

Del libro de Judit 9, 10-11

    Destruye, oh Señor, por medio de una mujer, su arrogancia. Porque tu poder no depende el número, ni del valor de los hombres tu fuerza. No hay mal mayor y peor que el pecado, y no hay victoria más grandiosa que la que se llevó a cabo en la cruz, dado que en ella el pecado fue dérrotado por el amor de Jesús.

    En la cruz el Hijo de María se muestra como Señor que vence el pecado y la muerte por medio de su muerte y su posterior resurrección. Gracias a ellas, el Señor abre para nosotros el camino que lleva a la vida.

    Junto a Él, en el Calvario, está María ofreciéndose con su Hijo para la salvación del mundo. Ella, desde la cruz nos dice: "Venid y ved" a Jesús, consagrado por el Espíritu Santo, que es imagen visible del Dios que no se ve. "Venid y escuchad" a Jesús que es la Palabra y Sabiduría de Dios por medio del cual Dios Padre creó todas las cosas. "Venid y comed" a Jesús que es el Pan de la Vida que da vida al mundo.



DIA SEXTO

Consuelo de Nuestra vida

Del evangelio de san Lucas 2, 15-17

    Los pastores se decían los unos a los otros: vamos a Belén... y hallaron a María y a José y al niño echado en el pesebre. La vida del hombre está sujeta a muchas dificultades que en ocasiones son para él causa de sufrimiento. Dios Padre no es insensible a nuestro llanto y en Él hay un deseo de consolar.

    El consuelo de Dios es Cristo, nacido de la Virgen, que perdona nuestras culpas y cura nuestras enfermedades. Cristo es la cabeza de la Iglesia, y la Iglesia es la Ciudad Santa de Dios. María es imagen y figura de la Iglesia. En ella Dios Hijo se posó.

    La Iglesia nos da a Cristo por medio de los sacramentos, como en otro tiempo la Virgen nos lo dio en la pobreza de nuestra carne.

    La Iglesia y María consuelan al hombre dándole a Jesús, en quien encontramos la alegría y la paz que brotan de su resurrección. El constantemente nos dice: "los que estáis cansados y agobiados venid a mí".



DIA SEPTIMO

Guía segura de la Iglesia

De los Hechos de los Apóstoles 1, 14

    Todas ellos se dedicaban a la oración en común junto con algunas mujeres, entre ellas María la madre de Jesús.

    La Virgen María ha recorrido los caminos de la fe, que son de confianza y abandono en la Palabra de Dios, " que ella siempre acogió a modo de luz en el sendero de su vida ", y por ello goza ya ríe la gloria de Dios a cuya derecha está de pie, como reina preciosa. Asunta al cielo es para la Iglesia signo de esperanza segura.

    El paso del hombre por este mundo está llamado a terminar bien. En el regazo de Dios. La Iglesia, ansiosa de estar con Cristo, sigue los pasos de la Virgen a fin de llegar a la glorificación que le corresponde como cuerpo que es del Hijo de María. María es la estrella que anuncia el día y que, por ser este día ya todo de Dios, no conoce atardecer.



DIA OCTAVO

Estrella de la evangelización

De los Hechos de los Apóstoles 1, 8

    Jesús les dijo: "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo".

    El Señor encargó a sus discípulos una tarea: dar a conocer el evangelio. La evangelización es esencial en el hacer de la Iglesia, y ésta aparece ante el mundo como el recinto donde se vive la oración que brota del amor.

    El evangelio que se proclama se hace realidad en todo aquel que lo recibe con fe.

María creyó en la encarnación del Hijo de Dios en su seno por obra del Espíritu Santo, tal como fue anunciado por el ángel; lo celebró con su canto; lo llevó en su seno a su prima Isabel, cuyo hijo saltó de gozo en sus entrañas al captar la presencia del Salvador.

    Creer, celebrar, anunciar a Jesucristo resucitado de entre los muertos, es el camino que la Virgen Madre ofrece a la Iglesia, y a cada uno de los que de ella formamos parte, a fin de que los hombres vengan a la fe.



DIA NOVENO

Comienzo de un mundo nuevo

Del libro del Apocalipsis 21, 1-2

    Vi un cielo nuevo y una tierna nueva, porque el pómez cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.

    Todo aquel que cree en Jesús, hijo de María, como Salvador y Señor por medio de su muerte y de su resurrección, le llena de alegría el saber que la vida de los que son suyos por la fe y el bautismo no termina con la muerte, se transforma; sabe el cristiano que en la comunión eucarística que ha recibido a lo largo de su vida, ha comido la Vida que no acaba: Cristo Jesús.

    La Virgen, Madre del Señor, constantemente nos invita a que nos acerquemos a ella para que nos saciemos del fruto precioso de su vientre que es Jesucristo.

    En ella comienza un mundo nuevo porque llevó en su seno a Aquel que, por medio de su muerte y resurrección, todo lo hace nuevo.





Fuente: http://www.santuariodecovadonga.com

Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales

lunes, 27 de agosto de 2018

27 de agosto: Las siete alegrías de la Santísima Virgen. Devoción propia de la Orden Seráfica.






27 de agosto: Las siete alegrías de la Santísima Virgen. Devoción propia de la Orden Seráfica.
-Calendario tradicional de la Seráfica Orden de los Menores-

Fragmento de El Manual de la Tercera orden de San Francisco de Asís, Vol. 1.

Su origen es el siguiente: Alrededor del año 1420, un hombre joven, profundamente devoto a nuestra Señora, adoptó el hábito de San Francisco. Antes de unirse al Orden él tenía, juntamente con otras prácticas, la costumbre cada día en hacer una coronilla de flores, para coronar a una estatua de la Santa Virgen.

Como noviciado, ya no tenía oportunidad en fabricar sus coronas para su más Amada Reina. Entonces él, en su simplicidad, pensó que ella retiraría su afecto hacia él; esta tentación del diablo perturbó su vocación, y por lo tanto resolvió abandonar al claustro. La misericordiosa Madre se apareció entonces ante él, y lo regañó, fortaleciéndole su vocación al pedirle que le ofreciera, en vez de la coronilla de flores, una coronilla que le resultaba mucho más placentera, compuesta de setenta y dos Ave Marías con un Padre Nuestro después de cada década de Ave Marías, y en meditar sobre cada década las Siete Alegrías que ella había vivido durante sus setenta y dos años de su exilio sobre la tierra.

El noviciado inmediatamente comenzó a recitar la nueva corona o rosario, y de esta práctica derivó muchas gracias espirituales y temporales. Esta piadosa práctica rápidamente se extendió a través del Orden entero, y hasta el mundo mismo. Los Pontífices Romanos otorgaron diversas indulgencias a quienes recitaban esta corona, encima de las indulgencias plenarias reservadas para solo los Franciscanos. Esta devoción se tornó muy popular bajo diferentes nombres: algunos la llamaron la Corona de la Madona, como para marcar su excelencia; otros, la Corona de los Franciscanos, de acuerdo con su origen; y otros, por último, la Corona de las Siete Alegrías, por razón de los misterios que se meditan durante su recitación.

San Bernardino de Siena decía que era por el medio de la Corona de Las Siete Alegrías que él había obtenido todas las gracias con las cuales el Cielo le había colmado. ¿No es esto un estimulante para nosotros para resolver en adoptar con fervor esta santa práctica?

La Corona de Las Siete Alegrías de la Santa Virgen María está compuesta por los siguientes gozos:

La Primera Alegría de María durante su Anunciación y su Divina Maternidad (San Lucas 1: 26-33, 38)

La Segunda Alegría de María durante su Visita a su prima, Santa Isabel (San Lucas 1: 39-45)

La Tercera Alegría de María en el Nacimiento de Jesús (San Lucas 2: 6-12)

La Cuarta Alegría de María sobre la Adoración de los Tres Reyes Magos (Mateo 2: 1-2, 10-11)

La Quinta Alegría de María al Encontrarlo a Jesús en el Templo, después de haberlo perdido, donde debatía con los doctores (San Lucas 2: 41-50)

La Sexta Alegría de María durante la gloriosa Resurrección de su Divino Hijo (San Marcos 16: 1-7)

La Séptima Alegría de María en su Asunción al Cielo, en cuerpo y alma (San Lucas 1: 46-55)




Fuente: Verdadcatolica.net

Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales

sábado, 25 de agosto de 2018

CAMINANDO DE LA MANO DE MARÍA, NATURALEZA DEL REINO DE MARÍA






El reino de Santa María, a semejanza y en perfecta coincidencia con el reino de Jesucristo, no es un reino temporal y terreno, sino más bien un reino eterno y universal: -"Reino de verdad y de vida, de santidad, de gracia, de amor y de paz" (cfr. Prefacio de la Misa de Cristo Rey).



a) Es un reino eterno porque existirá siempre y no tendrá fin (cfr. Lc. 1,33) y, es universal porque se extiende al Cielo, a la tierra y a los abismos (cfr. Fil. 2,10-11).



b) Es un reino de verdad y de vida. Para esto vino Jesús al mundo, para dar testimonio de la verdad (cfr. Jn. 18,37) y para dar la vida sobrenatural a los hombres.



c) Es un reino de santidad y justicia porque María, la llena de gracia, nos alcanza las gracias de su Hijo para que seamos santos (cfr. Jn. 1,12-14); y de justicia porque premia las buenas obras de todos (cfr. Rom. 2,5-6).



d) Es un reino de amor porque de su eximia caridad nos ama con corazón maternal como hijos suyos y hermanos de su Hijo (cfr. 1 Cor. 13,8).*_



e) Es un reino de paz, nunca de odios y rencores; de la paz con que se llenan los corazones que reciben las gracias de Dios (cfr. Is. 9,6).





Santa María como Reina y Madre del Rey es coronada en sus imágenes -según costumbre de la Iglesia- para simbo­lizar por este modo el dominio y poder que tiene sobre todos los súbditos de su reino.



La oración Colecta de la Memoria de Santa María Reina dice: "Oh Dios, que nos han dado como Madre y como Reina, a la Madre de tu Unigénito; concédenos, por su intercesión, el po­der llegar a participar en el Reino celestial de la gloria reserva­da a tus hijos".




Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales

miércoles, 22 de agosto de 2018

FIESTA DE SANTA MARÍA REINA. 22 DE AGOSTO.



El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina. María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.

La fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina, igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el tí
tulo de Reina Madre.

La Santísima Virgen ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.

María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.

María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.

La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de todos los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de “Madre”, sino también con el de “Reina”, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.



La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.

Decía San Luis de Monfort que María es la Reina del cielo y de la tierra, por gracia, como Cristo es su Rey por naturaleza y por conquista. Ahora bien, así como el reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazón o interior del hombre, según estas palabras: "El reino de Dios está en medio de ustedes", del mismo modo, el reino de la Virgen María está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma. Ella es glorificada sobre todo en las almas juntamente con su Hijo más que en todas las criaturas visibles, de modo que podemos llamarla con los santos: “Reina de los corazones.”

...Y así, como “Reina”, le rendimos pleitesía y la aclamamos con nuestros “vivas” que son alabanzas a su augusta realeza, a su maternidad divina y a la gloria con que Dios ha querido coronarla para la eternidad.

¡VIVA LA REINA DE NUESTROS CORAZONES!



Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente: Catholic. net

sábado, 18 de agosto de 2018

EL MILAGRO DE SANTA ELENA






Santa Elena fue la madre del emperador Constantino el Grande. Influyó en la conversión de su hijo, así como en el hallazgo de la Cruz de Cristo.

Poco se sabe acerca del nacimiento de Santa Elena, aunque algunos han querido encontrar en ella un nacimiento digno de una emperatriz de Roma, lo más probable es que haya nacido en una familia humilde de sirvientes, con el nombre de Flavia Iulia Elena. Su bajo nacimiento no impidió que el emperador Constancio I la tomase como esposa, aunque más tarde la repudiara por casar con Teodora, sobrina de Maximiano Augusto, para así restablecer las alianzas necesarias entre los augustos y los césares. Santa Elena fue alejada de la corte hasta el ascenso de su hijo Constantino, quien una vez coronado césar, le dio un lugar destacado entre sus más cercanos, e incluso mandó acuñar monedas con su efigie, así como nombrar la ciudad de su nacimiento como Helenópolis

Cuentan las crónicas, que Santa Elena, nacida pagana, se sintió fuertemente atraída por un grupo de mujeres seguidoras del cristianismo, religión que en ese entonces era perseguida y considerada una secta por los romanos. Sin embargo, Santa Elena vio que esas mujeres superaban en cualidades y virtudes a las demás, por lo que procuró acercarse a ellas y descubrir más acerca de su Fe.

Durante la guerra entre su hijo Constantino y Majencio Augusto, ocurrió el signo milagroso que dio lugar a la conversión de Constantino: el 28 de octubre del 312, antes de comenzar la batalla del Puente Milvio, Constantino y sus hombres vieron como se abría el cielo, y tras una luz brillante apareció una cruz con el monograma de Cristo (la X y la P) y en cuyo alrededor aparecían las palabras IN HOC SIGNO VINCES, que significa “en este signo vencerás”. En ese momento, Constantino avanzó fuertemente hacia sus oponentes, consiguiendo una clara victoria. Tras el fin de la guerra, en el año 313, el emperador Constantino promulgó el Edicto de Milán, por el cual se otorgó tolerancia a los cristianos, dándoles Constantino, desde entonces, un lugar especial en su gobierno y su colaboradores más cercanos.



Siempre se ha hablado de la influencia que Santa Elena pudo haber tenido en el lento proceso de conversión de su hijo, incluso tras la visión milagrosa de la batalla del Puente Milvio. Aún así, no conforme con que la Religión Católica tuviera un lugar destacado en el Imperio, Santa Elena se entrego con cuerpo y alma a supervisar la construcción de iglesias, y trabajó de manera muy cercana con las autoridades eclesiales, así como con los arquitectos y artistas.

Tras haber tenido un sueño en el cual el Señor le pedía que encontrara su Santa Cruz para que se le rindiera devoción, Santa Elena viajó a Tierra Santa con un grupo de albañiles y trabajadores, para que excavasen el sitio donde se encontraba la Cruz. Sin embargo, la tarea de encontrarla fue difícil, pues había sido escondida por los judíos al ver la devoción que los cristianos le profesaban, y que daba lugar a grandes conversiones. Finalmente, un judío de nombre Judas (más tarde convertido al cristianismo, hecho obispo, y actualmente venerado con el nombre de San Judas Ciriaco), dijo saber el lugar donde se había escondido la Cruz, y mandó llevar ahí a la emperatriz y su cortejo. Tres cruces fueron excavadas, las cuales correspondían a Jesús y los dos ladrones, pero no sabiendo cuál era la Cruz Santa, se decidió llevar las cruces a una moribunda que se encontraba afuera del sitio de las excavaciones. Al acercarle las primeras dos cruces, la mujer no tuvo reacción alguna, y su expresión se encontraba como la de una muerta, pero al acercarle la tercera cruz, a la moribunda se le llenaron los ojos de vida, y gritó exclamando: “¡’Dios mío, estoy curada!”.

Santa Elena mandó dividir la Cruz de Cristo en tres partes para asegurar que fuera venerada tanto en Roma, como en Constantinopla y Jerusalén, con el tiempo, la Santa Cruz se ha ido dividiendo en pequeñas reliquias que se conservan hasta nuestros días.

Muchas veces se dice que el mayor milagro de San Elena fue el de influir para que cesara la persecución a los cristianos, así como ayudar a la conversión del emperador, y de miles de otros ciudadanos del Imperio. La propagación de la Fe tuvo un salto milagroso gracias al trabajo que Santa Elena hizo a favor del Evangelio.

La devoción a Santa Elena está relacionada a la devoción con la Santa Cruz, gracias al hallazgo que ella dirigió. Debido a su dedicación en la construcción de iglesias, la Santa Cruz es la festividad de los albañiles.



Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales

Fuente: infovaticana.com

sábado, 11 de agosto de 2018

Tránsito de María y Santísima Dormición de la Virgen María


Tránsito de María
En el catolicismo, el Tránsito de María (Dormición) es la glorificación del cuerpo de la Virgen María mediante la definitiva donación de la inmortalidad gloriosa sin pasar por la muerte, es decir, al contrario que sucede en la muerte humana, la intervención divina de su Hijo hizo que cuerpo y alma glorificados no se separasen en espera del Juicio Final y ascendieran unidos a los cielos. Según el dogma establecido por Pío XII el 1 de noviembre de 1950: «Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado; que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste».

En el lenguaje inconográfico, se llama Virgen en dormición aquella representada en un lecho amortajada tapada por ropa de cama;


y la Virgen en tránsito aquella representada en un lecho amortajada pero no tapada por ropa de cama y por lo general rodeada de flores todo el perímetro.



La festividad del Tránsito de María se celebra el día 15 de agosto.

Oriente y Occidente

En el cristianismo católico, la Asunción de la Virgen es un dogma de fe desde 1950. Si bien el dogma no se pronuncia explícitamente sobre la muerte de la Santísima Virgen, la tradición mayoritaria considera que la Virgen fue asunta a los Cielos, en cuerpo y alma.



En el cristianismo ortodoxo también se comparte la creencia de la asunción y se agrega la creencia de que fue dormida, lo que se conoce como la «santísima dormición de la Virgen María», lo que habría sucedido antes de ser asunta al cielo.



Santísima Dormición de la Virgen María
Después de la ascensión del Señor, la Madre de Dios permaneció bajo el cuidado del apóstol y evangelista Juan, y durante los viajes de este ella solía quedarse en la casa de sus allegados cerca del Monte de los Olivos. Su función en la primitiva iglesia fue ser fuente de consolación y de edificación tanto para los apóstoles como para los creyentes.
Durante la persecución que inició el rey Herodes en contra de la joven Iglesia de Cristo (Hechos 12:1-3), la Madre de Dios y el Apóstol Juan se dirigieron a la ciudad de Éfeso en el año 43. También viajó a Chipre para estar con San Lázaro, el resucitado por el Señor, donde este era obispo, como también estuvo en el Monte Athos. San Esteban de la Santa Montaña dice que la Madre de Dios proféticamente dijo: “Dejad que este lugar sea entregado a mi hijo y Dios. Yo protegeré este lugar e intercederé ante Dios por él”.
De acuerdo a la Santa Tradición, basada en las palabras de los mártires Dionisios el Areopagita (3 de octubre) e Ignacio el revestido de Dios (20 de diciembre) San Ambrosio de Milán (7 de diciembre) tuvo la oportunidad de escribir en su obra “Sobre las vírgenes” que la Madre de Dios “era virgen no solo de cuerpo, sino también de alma, humilde de corazón, de pocas palabras, sabia en su mente, trabajadora y prudente. Su regla de vida era la de no ofender a nadie sino hacer el bien a todos”.
Las circunstancias en que sucedió la dormición de la Madre de Dios se conocieron en la Iglesia Ortodoxa desde tiempos apostólicos. Ya en el primer siglo de la cristiandad, San Dionisio el Areopagita escribió sobre su “dormición”. En el siglo II, la historia de que su cuerpo subió a los cielos la encontramos en las obras de Melitón, Obispo de Sardis. En el siglo IV, San Epifanio de Chipre hace referencia a la tradición sobre la “dormición” de la Madre de Dios. En el siglo V, San Juvenal, Patriarca de Jerusalén, le dice a la Emperatriz Bizantina Pulqueria: “pese a que no existen datos sobre su muerte en las sagradas Escrituras, sabemos sobre todo esto de  la más antigua y creíble tradición”.  Dicha tradición fue expuesta en la historia de la Iglesia de Nicéforos Callistos durante el siglo XIV.
En el momento de su dormición, la Madre de Dios estaba de regreso en Jerusalén. Día y noche perseveraba en la oración e iba con frecuencia al Santo Sepulcro. En una de esas visitas, el Arcángel Gabriel apareció ante ella y le anunció que pronto dejaría esta vida. Así es que ella decidió visitar por última vez Belén llevando consigo las tres jóvenes que la atendían (Séfora, Abigail y Jael). Antes de esto le anunció a José de Arimatea y a otros discípulos que pronto partiría de este mundo.
En su oración, la Madre de Dios pidió que el Apóstol Juan  viniera a verla por última vez. El Espíritu Santo lo trajo desde Éfeso. Después de la oración, María ofreció incienso y Juan escuchó una voz del cielo que concluía la oración de la Virgen y que decía “amén”. La Madre de Dios interpretó que la voz significaba que pronto los apóstoles y los discípulos llegarían hasta el lugar en el que ella se encontraba.
Los creyentes, reunidos en gran número a su alrededor, dice San Juan Damasceno, escucharon las últimas palabras de la Madre de Dios.  Ninguno sabía la razón de encontrarse presentes en este lugar hasta que San Juan se acercó a ellos, con lágrimas, y explicándoles que el Señor había decidido juntarlos a todos nuevamente para la dormición de la Madre de Dios.
También apareció entre los presentes el apóstol Pablo con sus discípulos Dionisio el Areopagita, Hieroteos y San Timoteo y algunos de los setenta.




A la tercera hora del día (9 de la mañana) la dormición de la Madre de Dios se llevó a cabo. Los apóstoles se acercaron a su lecho y ofrecieron alabanzas a Dios. De repente, la luz de la divina Gloria resplandeció enfrente de ellos. El mismo Cristo apareció rodeado de ángeles y profetas.
Viendo a su Hijo, la Virgen María exclamó “mi alma magnifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador por que ha visto la humildad de su esclava” (Lc 1:46). Así entregó su alma a su Hijo y Dios; milagrosa fue la vida de la Purísima Virgen y maravillosa su dormición.
A partir de ese momento comenzaron a preparar el entierro de su cuerpo purísimo. Los apóstoles fueron los encargados de llevar su féretro sobre sus hombros. Esta procesión se realizó por toda Jerusalén hasta llegar al jardín del Getsemaní.


Un sacerdote judío de aquella ciudad llamado Efonio, lleno de odio, quiso tirar el féretro que transportaba el cuerpo de la Purísima Madre de Dios. El Arcángel Miguel cortó sus manos. Viendo esto se arrepintió y confesó la majestad de la Madre de Dios y así comenzó a ser un ferviente seguidor de Cristo.
Cuando la procesión llegó al jardín del Getsemaní, los apóstoles y los discípulos comenzaron a dar el último adiós a la Virgen María. Recién a medianoche lograron depositar el cuerpo dentro del sepulcro y sellar la entrada con una gran piedra.
Por tres días no se fueron de ese lugar, orando y cantando salmos. Por la providencia de Dios, el apóstol Tomás no estuvo presente en el funeral. Llegando el tercer día a Getsemaní se acercó a la tumba y allí lloró preguntándose por qué no se le había  permitido a él presenciar la partida de la Madre de Dios. Los apóstoles decidieron abrir la tumba para que Tomás pudiera dar su último adiós. Cuando abrieron el sepulcro, solo encontraron sus lienzos y entendieron que su cuerpo también había sido recibido en los cielos por Nuestro Señor.
La tarde del mismo día, estando los apóstoles reunidos en una casa para poder comer, la Madre de Dios se les apareció y les dijo: “Regocíjense, estaré con ustedes todos los días de sus vidas”. Ellos exclamaron “Santísima Madre de Dios, sálvanos” iniciando esta exclamación que acompañará a la Iglesia eternamente.
Esta fiesta que celebramos todos los 15 de agosto es celebrada con mucha reverencia y especial solemnidad en el Getsemaní, el lugar de su entierro.



Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales

Fuentes:
wikipedia.org

acoantioquena.com 

viernes, 10 de agosto de 2018

DÍA DE LOS DIÁCONOS PERMANENTES



Con ocasión de la Fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir de la Iglesia, el 10 de agosto también se celebra el Día de los Diáconos Permanentes.

En el siglo III San Lorenzo fue uno de los 7 diáconos de Roma que ayudaban al Papa Sixto II, quien le nombró administrador de los bienes de la Iglesia y le permitió distribuir ayuda a los pobres y necesitados.

En la historia de la Iglesia los diáconos siempre han sido de gran ayuda para que los sacerdotes o presbíteros desarrollen su ministerio. Si bien el diácono ha recibido el sacramento del Orden, éste no es propiamente un sacerdote, y por lo tanto no tiene sus potestades.

El sacramento del Orden en sus tres grados –episcopado, presbiterado y diaconado– se encuentran explicados entre los numerales 1554 y 1571 del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC).


El diácono se ordena al ministerio de la palabra, la liturgia y la caridad. Su función principal es la asistencia cualificada al sacerdote en las celebraciones y no es simplemente un “ayudante”.

El resto de funciones de los diáconos están recogidas en la constitución dogmática Lumen Gentium y en los cánones 757, 835, 910, 943 y 1087 del Derecho Canónico.

Algunas de estas competencias son: el bautismo, conservar y distribuir la Eucaristía, ser ministros de la exposición del Santísimo y de la bendición eucarística, ser ministro ordinario de la sagrada comunión, portar el viático a los moribundos, en nombre de la Iglesia asistir y bendecir el matrimonio, leer la Sagrada Escritura a los fieles, administrar los sacramentales como el agua bendita, bendición de casas, imágenes y objetos, presidir el rito fúnebre y la sepultura.

El diaconado considerado en sí mismo como ministerio permanente decae en occidente después del siglo V, y este primer grado del sacramento del orden es reducido a una simple etapa para llegar al grado sucesivo, es decir, al sacerdocio.

Tras el Concilio Vaticano II fue restablecido el diaconado "como un grado particular dentro de la jerarquía". 


La constitución Lumen gentium, especifica en el numeral 29: "con el permiso del Romano Pontífice, se puede conferir este diaconado a hombres de edad madura casados o también a jóvenes idóneos, pero para éstos hay que mantener como obligatoria la ley del celibato" (EV, 1/360).

Estos deberán tener una preparación de 3 años para recibir las sagradas órdenes según está establecido en el Código de Derecho Canónico numeral 236.

El Papa Pablo VI, en su carta apostólica Sacrum diaconatus ordinem del 18 de junio de 1967, señala que el orden del diaconado “no debe ser considerado como un puro y simple grado de acceso al sacerdocio; sino que él, insigne por su carácter indeleble y su gracia particular, enriquece tanto a aquellos que son llamados a él y pueden dedicarse ‘a los misterios de Cristo y de la Iglesia’ de manera estable” (EV, 2/1369).



Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales

Fuente: aciprensa.com

domingo, 5 de agosto de 2018

SAN SALVADOR






Imagen Románica de San Salvador en la Catedral de Oviedo y Patrono de la ciudad de Oviedo. 



Bajo su advocación estaba la basílica levantada por Fruela I y reconstruida por Alfonso II que desapareció con las reformas góticas llevadas a cabo en la Catedral. 



El Santísimo Salvador es el nombre por excelencia de Cristo.


 Recuerda el milagro de la Transfiguración del Señor en el monte Tabor ante los apóstoles San Pedro, San Juan y Santiago. 


Rivaliza en la devoción popular, y antiguamente como centro de peregrinaciones, con Santiago. En alusión a esta rivalidad, surgieron muchas coplas y romances tan conocidos como el que dice así: «Quien va a Santiago y no a San Salvador, visita al Criado y deja al Señor». 



Su festividad se celebra el 6 de agosto, cuarenta días antes de la Exaltación de la Cruz. Si bien hoy tiene menos importancia que las conmemoraciones en honor a San Mateo, anualmente se celebra una misa solemne en la Catedral. Durante la cual se bendicen los ramos de laurel que los devotos colocan sobre la talla policromada de San Salvador y que luego llevan a sus casas como protección contra las tormentas. 



La imagen románica del Santo, del siglo XII-XIII, presidía el altar durante la Edad Media hasta la construcción de la cabecera gótica.


 Actualmente se ubica en un pilar entre el crucero y la capilla mayor de la Catedral. Se trata de una talla policromada, en torno a la cuál se han creado diversas leyendas que convocan la devoción y genuflexión de los peregrinos.



S.S. EL PAPA JUAN PABLO II fiel a la milenaria tradición de la cristiandad del peregrino el 20 de agosto de 1989 desde Santiago de Compostela a esta Sancta Ovetensis en la que veneró con profundo recogimiento la imagen del Salvador y las insignes reliquias de la Cámara Santa.





 Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales





Fuente: el.tesorodeoviedo.es