sábado, 28 de julio de 2018

HISTORIA Y SIGNIFICADO DE LA CORONACIÓN DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN MARÍA






Una de las formas más solemnes de veneración a una imagen de la Virgen María es coronarla canónicamente con una diadema o corona real.



¿De dónde procede esta manera tan peculiar de honrar a María? Esta costumbre de representar a santa María Virgen como Reina procede del Concilio de Éfeso (año 431). Posteriormente varios padres de la Iglesia le darán el título de Reina, como san Juan Damasceno (+749), que la llama “Reina, Dueña, Señora”.



El papa Pío XII en su encíclica Ad Caeli Reginam dirá: “La Beatísima Virgen ha de ser proclamada Reina no sólo por su divina maternidad, sino también en razón de la parte singular que por voluntad de Dios tuvo en la obra de nuestra eterna salvación” (n. 14).



Los pintores y escultores cristianos representaron con frecuencia a la Madre del Señor sentada en su trono y adornada con las insignias reales, rodeada de ángeles y santos, y algunos la representaron con su Hijo ciñéndole una insigne corona.



De las misiones a la Liturgia

Coronar a una imagen de la Virgen María no es una celebración muy antigua en la liturgia, ya que las primeras coronaciones canónicas se remontan a finales del siglo XVI, cuando los religiosos capuchinos al finalizar las misiones que realizaban recogían joyas entre los fieles, como signo de desprendimiento, y las fundían haciendo con ellas una corona para la Virgen.



La primera vez que se corona canónicamente a una imagen de la Virgen fue probablemente a la imagen de Santa María della Febbre, en una de las sacristías de la Basílica de San Pedro en el Vaticano el 27 de agosto de 1631.



Hasta el siglo XIX la mayoría de las coronaciones fueron fundamentalmente en Italia, y hasta finales de ese siglo fueron incorporadas al conjunto de las celebraciones litúrgicas. Al incluirse el rito de la Coronación Canónica en el Pontifical Romano, esto contribuyó a que el rito se extendiera a toda la Iglesia.




En México, la primera coronación canónica fue la de Nuestra Señora de la Esperanza de Jacona, Michoacán, el 14 de octubre de 1886. Este acontecimiento motivó al Arzobispo de México a pedir la coronación pontificia para Nuestra Señora de Guadalupe, y se procedió a coronarla el 12 de octubre de 1895. A partir de entonces varias imágenes veneradas en México se han coronado pontificalmente, entre ellas la patrona de la Diócesis de Tepic, Nuestra Señora del Rosario de Talpa, el 12 de mayo de 1923.



Tres clases de coronaciones

En 1981, el papa san Juan Pablo II –año en que se aprobó el nuevo Ritual de la Coronación de una imagen de Santa María– dio a los obispos diocesanos la facultad de conceder la coronación en sus respectivas Diócesis. Tenemos así tres clases de coronación: Canónica Pontificia, Canónica Diocesana y coronación Litúrgica. Veamos cada una de ellas.




La coronación Canónica Pontificia es la que otorga la Santa Sede por la importancia que esta imagen tiene: su historia se encuentre debidamente documentada, goce de una probada devoción desde sus inicios hasta la actualidad, un extendido culto, petición de un gran número de fieles y autoridades eclesiásticas. Una vez concedida la coronación el Papa nombra a un delegado para que en su nombre efectúe la coronación. Este tipo de coronación tiene un mayor peso que las siguientes.



La coronación Canónica Diocesana es la que otorga el Obispo Diocesano y tiene similares requisitos que la anterior, aunque en menor grado, porque goza de una gran devoción entre los feligreses de esa Parroquia. Es el Obispo diocesano quien la corona u otro Obispo.



La coronación Litúrgica es aquella que no necesita ningún permiso del Obispo diocesano, porque tiene un grado de veneración más local y la realiza un sacerdote.



Todas las imágenes de la Virgen María pueden llevar una corona, pero solamente aquéllas que tienen mayor importancia en la devoción del Pueblo de Dios, un mayor culto y un activo apostolado cristiano en la región o en la nación podrán ser objeto de una coronación canónica. Es al Obispo diocesano y a la comunidad local a quien le compete el juzgar sobre la oportunidad de coronar canónicamente una imagen de la Santísima Virgen María.



La Coronación de la Virgen de Covadonga
El 8 de septiembre de 1918 fueron coronadas canónicamente las imágenes de la Virgen de Covadonga y del Niño Jesús que porta en brazos. El entonces Obispo de Oviedo, Mons. Javier Baztán y Urniza, había solicitado del Papa Benedicto XV esta gracia, así como la concesión de un Jubileo extraordinario, extensivo a los meses comprendidos entre marzo y octubre de ese año, en el que se conmemoraba, además, el duodécimo centenario de la batalla de Covadonga.
La ceremonia de coronación fue presidida por el cardenal asturiano Victoriano Guisasola y Menéndez, Arzobispo de Toledo, en presencia de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, del Gobierno de España y de autoridades locales. El sermón fue pronunciado por el Obispo de Plasencia, Mons. Ángel Regueras y López. Finalizado el acto, las imágenes coronadas de la Virgen y el Niño fueron conducidas desde la explanada de la basílica hasta la Santa Cueva en una procesión encabezada por la Cruz de la Victoria, que fue llevada al Santuario para la ocasión. 


Tal y como narran las crónicas, fue coronada también la imagen del Niño, que la Virgen porta en su brazo izquierdo; y fue coronada antes que la de Ella, para indicar que la realeza de María es participación de la de Cristo.
Por todo ello, el 8 de septiembre de 2017 se declarará abierto el Año Jubilar Mariano de Covadonga, en el que se conmemorará aquella efeméride. La Santa Sede ha concedido la gracia de la indulgencia a cuantos peregrinen a Covadonga y cumplan los requisitos establecidos por ella para alcanzar el perdón y el don de una vida nueva en Cristo. Este Año Jubilar será clausurado el 8 de septiembre de 2018.La Costumbre de Coronar Imágenes de María

La Costumbre de Coronar Imágenes de María

La costumbre de coronar imágenes de santa María fue iniciada a finales del siglo XVI por un capuchino italiano llamado Jerónimo Paolucci de Calboli da Forli (1552-1620). La primera imagen que fue coronada fue la de Nuestra Señora, venerada en la Steccata en Parma. Tuvo lugar el 27 de mayo de 1601. Con este gesto, que expresaba una profunda piedad mariana, fray Jerónimo concluía un período de predicaciones al estilo de las misiones populares. Al mismo tiempo, la coronación de la imagen tenía un sentido social, porque este fraile concibió la idea de coronar a la Virgen al ver el ostentoso lucir de joyas de las damas de Parma. Pretendía con ello inducir a la nobleza parmesana a inspirarse en el ejemplo de la Virgen y entregarse al socorro de los pobres. Otros capuchinos siguieron el ejemplo de fray Jerónimo y fueron extendiendo la costumbre de coronar imágenes de María.



Un seguidor de fray Jerónimo fue el Conde Alejandro Sforza, el cual, en su testamento hizo donación de sus bienes al Cabildo del Vaticano para que promovieran la coronación de imágenes de la Virgen. La primera de ellas fue la “Madonna della Febbre”, en la sacristía de la Basílica Vaticana (1631), coronada con el oro legado por el Conde Sforza. La intervención del Cabildo Vaticano supuso que las coronaciones pasaran al ámbito de vigilancia y acción de los Romanos Pontífices y que alcanzaran gran difusión. A finales del siglo XIX la Congregación de Ritos promulgó un “Ordo” (29 marzo 1897) basado en el que tenía el Capítulo Vaticano y lo incorporó como apéndice al “Pontificale Romanum”.

Los Papas favorecieron esta costumbre de coronar imágenes de la Virgen, coronando personalmente o mediante legados algunas imágenes. Una de las primeras coronaciones papales fue el 3 de mayo de 1782, en que Pío VI coronó a “Santa Maria del Popolo” en la Catedral de Cesena.

El Obispo de Menorca Bartolomé Pascual, solicitó al Papa Pío XII la “coronación pontificia” de la Virgen del Toro, lo que fue concedido con fecha 22 de septiembre de 1942. Habiendo comprobado la gran devoción de Menorca a la Virgen del Toro –se dice en el decreto- “a ti, Ilmo. y Rvdmo. Señor, te conferimos por las presentes letras el encargo de hacer dicha coronación”. Finalmente, el día 12 de septiembre de 1943 la imagen de nuestra patrona sería solemnemente coronada, en nombre del Santo Padre.



La costumbre de coronar imágenes de María continúa en nuestros días, si bien en el año 1981 se renovó el rito, con el deseo de armonizar esta costumbre con la visión sobre María que presentaba el Concilio Vaticano II. 



Aunque el uso de coronar imágenes de la Virgen no se inició hasta el siglo XVI, la atribución a María del título de “Basilissa” o “Reina” pertenece a la tradición milenaria de la Iglesia. Se trata de un apelativo que no se encuentra como tal en la Sagrada Escritura, pero que las primeras generaciones de cristianos aplicaron a María inspirándose en las palabras del Ángel, que anuncia que el Hijo que va a nacer heredará “el trono de David, su Padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 32-33), y en las palabras de Santa Isabel, que llama a María “la madre de mi Señor” (Lc 1, 43).




Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales




Fuentes:

Escrito para el Full Dominical.

www.lasenda.org.mx
www.jubileocovadonga2018.com


domingo, 22 de julio de 2018

¿POR QUÉ SANTIAGO APÓSTOL ES EL PATRÓN DE ESPAÑA?






En la tradición militar de España, el grito de guerra «¡Santiago y cierra España!» ha sido utilizado desde la Reconquista por los soldados antes de cada carga en ofensiva.

Santiago de Zebedeo, conocido como Santiago el Mayor, es el patrón de numerosos pueblos y ciudades en todo el mundo, pero ante todo es popular por ser el patrón de Galicia y de España. Según distintas tradiciones orales, Santiago –uno de los apóstoles de Jesucristo– desembarcó en la Bética Romana, siguió caminando por la vía romana que unía la Itálica con Mérida, continuó hacia Coimbra y Braga y terminó en Iria-Flavia, Padrón, en Galicia.

Tras un largo periplo por la Península Ibérica, Santiago regresó a Jerusalén y en el año 44 fue decapitado con una espada. No obstante, sus discípulos recogieron su cadáver y lo embarcaron con dirección a la Hispania Romana. Siempre según la tradición, la nave desembarcó en la costa marítima gallega, donde fue trasladado al lugar donde se halla la catedral compostelana en la actualidad.

No vano, existen pocas evidencias históricas que puedan demostrar que el apóstol viajara realmente a la Península. «Pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella, una sola noticia remota, clara y autorizada», explica Sánchez Albornoz en su obra «En los albores del culto jacobeo».

Con todo, el relato quedó enraizado en la tradición ibérica y en el año 1630, siendo dicho monarca Felipe IV, el papa Urbano VIII decretó oficialmente que el Apóstol Santiago, el Mayor, fuera considerado solo y único Patrón de la Nación Española. «Dios hizo a Santiago, Patrón de España, que no existía entonces, para que cuando llegue el día pudiera interceder por ella y volverla otra vez a la vida con su doctrina y con su espada», afirmó en una ocasión Francisco de Quevedo.



¡Santiago y cierra España!

En la tradición militar de España, el grito de guerra «¡Santiago y cierra España!» ha sido utilizado por los soldados desde la Reconquista hasta la época moderna antes de cada carga en ofensiva. El significado de la frase es, por una parte, invocar al apóstol Santiago, que según la leyenda se apareció durante la Batalla de Clavijo para combatir junto a los cristianos, y por otro, la orden militar cierra, que en términos militares significa trabar combate, embestir o acometer.



Diego o Jaime derivan de Santiago

Santiago deriva en numerosos nombres muy comunes en España, en especial en Galicia: Jacobo, Jacob, Yago, Iago, Jaime, Tiago, Santiago o Diego. Sin embargo, todos son variantes en español del nombre hebreo Ya'akov, que significa, según la etimología popular contenida en la Biblia, «sostenido por el talón». En el caso del nombre de Diego, todo hace pensar que es la incorrecta separación del nombre Santiago: San Tiago.




Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales

Fuente: www.abc.es

domingo, 15 de julio de 2018

LA VIRGEN DEL CARMEN







Santa María del Monte Carmelo, referida comúnmente como Virgen del Carmen o Nuestra Señora del Carmen, es una de las diversas advocaciones de la Virgen María. Su denominación procede del llamado Monte Carmelo, en Israel, en la ciudad de Haifa, un nombre que deriva de la palabra Karmel o Al-Karem y que se podría traducir como 'jardín'. Existen hoy en activo órdenes carmelitas repartidas por todo el mundo, masculinas y femeninas, las cuales giran en torno a esta figura mariana.



En España, Puerto Rico y Costa Rica es patrona del mar, también es patrona de la Armada Española. Es considerada Reina y Patrona de Chile, de sus Fuerzas Armadas y de los Carabineros; es patrona de la Policía Nacional, y del Ejército Nacional de los colombianos, de los marineros y de los conductores en Colombia; en Bolivia es la Patrona de la Nación y de sus Fuerzas Armadas; en el Perú es “Patrona del criollismo" y "Alcaldesa Perpetua de la Ciudad de Lima", y en Venezuela es la patrona del Ejército y los conductores. Además, fue la patrona del Ejército de los Andes que liderado por el general José de San Martín, gestó la independencia de Argentina y Chile.



Esta advocación da nombre a todas aquellas personas que se llaman Carmen, Carmela o Carmelo, y que celebran su onomástica en la festividad de Nuestra Señora del Carmen, el 16 de julio, que la Iglesia católica conmemora con calidad de memoria facultativa.



ORIGEN DE LA DEVOCIÓN





La veneración remonta al grupo de ermitaños que, inspirados en el profeta Elías, se retiraron a vivir en el Monte Carmelo, considerado el jardín de Israel ("Karmel" significa "jardín"). Estos devotos, después de las cruzadas, formaron en Europa la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (carmelitas). El Monte Carmelo, situado en la actual Israel, ha sido un sitio de devoción religiosa desde la antigüedad. En la Biblia Hebrea se le menciona con el nombre de Hakkarmel (lugar del jardín), en el libro del profeta Isaías como un lugar de gran belleza y aparece también en relación al profeta Elías. No aparece, sin embargo, en el Nuevo Testamento.




Según la tradición carmelita, el 16 de julio de 1251, la imagen de la Virgen del Carmen se le había aparecido, a San Simón Stock, superior general de la Orden, a quien le entregó sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano carmelita. Según esa tradición moderna, la Virgen prometió liberar del Purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado siguiente a la muerte de la persona y llevarlos al cielo. Esta veneración recibió reconocimiento papal en 1587 y ha sido respaldada por los Pontífices posteriores, en especial lo referente al escapulario.



La devoción mariana hacia la Virgen del Carmen se extendió a muchos países de Europa, entre ellos a España y desde éste a numerosos países de América, destacando entre ellos Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, México, Panamá, Perú, Puerto Rico y Venezuela.



DEVOCIÓN EN ESPAÑA






España es uno de los países donde más arraigada se encuentra esta advocación. Los pescadores han nombrado a la Virgen del Carmelo su fiel protectora y, además, la Marina Española le ha concedido el título de Patrona. Por esta razón, la Virgen del Carmen es conocida como "la estrella de los mares" (Stella Maris).





El primer convento carmelita de la Península Ibérica aparecería en Perpiñán (Francia), entonces ciudad de la Corona de Aragón, estableciéndose su fecha fundacional entre 1265 y 1269. Su propagación fue rápida por toda la península ibérica, llegando a Sevilla en 1358, ciudad desde la que se impulsará la creación de la destacada Provincia Bética Carmelitana, en 1499. En esta época empezarán a surgir las primeras comunidades femeninas de religiosas carmelitas en todo el territorio. Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, también durante el siglo XVI, introdujeron profundas reformas en el seno de la Orden dando origen a los "Carmelitas Descalzos", una nueva congregación más austera que se separa de la orden matriz, la cual pasó a llamarse "Carmelitas Calzados" o de la "Antigua Observancia". A pesar de esta división, continuaron en siglos sucesivos su camino espiritual por todo el mundo.





Prácticamente todos los pueblos y ciudades de la costa española rinden culto religioso a la Virgen del Carmen, organizándose procesiones y vistosas romerías marítimas portando su imagen cada 16 de julio.




 Destacan las celebraciones de Almería, Roquetas de Mar (Almería), Adra (Almería), Garrucha (Almería), Águilas (Murcia), Algeciras (Cádiz), La Alfoquía (Almería), Arminza (Vizcaya), Amorebieta-Echano (Vizcaya), Barbate (Cádiz), (Isla Mayor (Sevilla), Cádiz, Camariñas (La Coruña), Cariño (La Coruña), Cee (La Coruña), Chiclana de la Frontera (Cádiz), Corralejo (Las Palmas de Gran Canaria), Corcubión (La Coruña), El Perelló-Sueca (Valencia), El Puerto de Santa María (Cádiz), Estepona (Málaga), Isla Cristina (Huelva), Rincón de la Victoria (Málaga), La Cala del Moral (Rincón de la Victoria, Málaga), La Isleta -Las Palmas de Gran Canaria, La Línea de la Concepción (Cádiz), La Orotava (Santa Cruz de Tenerife), Los Realejos (Santa Cruz de Tenerife), Los Urrutias (Murcia), Málaga, Marbella (Málaga), Marín (Pontevedra), Mazagón-Palos de la Frontera (Huelva), Molina de Aragón (Guadalajara), Puente Mayorga-San Roque (Cádiz), Puerto de la Cruz (Santa Cruz de Tenerife), Puerto del Son (La Coruña), Punta Umbría (Huelva), Revilla de Camargo-Camargo (Cantabria), Rota (Cádiz), San Fernando (Cádiz), San Pedro del Pinatar (Murcia), Suances (Cantabria), Santander (Cantabria), Santurce (Vizcaya), Santa Cruz de Tenerife (Santa Cruz de Tenerife), Torrevieja (Alicante), Santa Pola (Alicante), Vigo, Zahara de los Atunes (Cádiz). 




También es significativo el enraizamiento de esta advocación en determinadas localidades del interior de la península ibérica, y por tanto no vinculadas con el mar, pero consagradas históricamente a la Virgen del Carmen, como es el caso de La Cistérniga (Valladolid), Asturianos (Zamora), Baeza (Jaén), Beniaján (Murcia), Cáceres, Córdoba , Cox (Alicante), Dúrcal (Granada), Guadix (Granada), Hinojosa del Duque (Córdoba), Jerez de la Frontera (Cádiz), Las Fraguas (Cantabria), Peleas de Abajo (Zamora), Peñausende (Zamora), Rute (Córdoba), Cuevas de San Marcos (Málaga), San Fulgencio (Alicante) y Setenil de las Bodegas (Cádiz), entre otras.









Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales











Fuente: wikipedia.


domingo, 8 de julio de 2018

PLEGARIA PARA UNAS VACACIONES CRISTIANAS



 Señor Jesús, tú dijiste a tus discípulos
“venid conmigo a un lugar apartado y descansad un poco”,
te pedimos por nuestras vacaciones.
El afán de cada día multiplica nuestra vida
de quehaceres, urgencias, agobios, prisas e impaciencias.
Necesitamos el reposo y sosiego.
Necesitamos la paz y el diálogo.
Necesitamos el encuentro y la ternura.
Necesitamos la oxigenación del cuerpo y del alma.
Necesitamos descansar. Necesitamos las vacaciones.

Bendice, Señor, nuestras vacaciones.
Haz que sean tiempo fecundo para la vida de familia,
para el encuentro con nosotros mismos y con los demás,
para la brisa suave de la amistad y del diálogo,
para el ejercicio físico que siempre rejuvenece,
para la lectura que siempre enriquece
para las visitas culturales que siempre abren horizontes,
para la fiesta auténtica que llena el corazón del hombre.

Haz que nuestras vacaciones de verano sean tiempo santo
para nuestra búsqueda constante de Ti,
para el reencuentro con nuestras raíces cristianas,
para los espacios de oración y reflexión,
para compartir la fe y el testimonio,
para la práctica de tu Ley y la de tu Iglesia,
para la escucha de tu Palabra,
para participar en la mesa de tu eucaristía.

Tú vienes siempre a nosotros.
Tú siempre te haces el encontradizo.
Tus caminos buscan siempre los nuestros.
Haz que en las vacaciones de verano,
sepamos remar mar adentro y te encontremos a Ti,
el Pescador, el Pastor, el Salvador, el Hermano, el Amigo,
y encontremos a nuestros hermanos.
Juntos realizaremos la gran travesía de nuestras vidas.
En tu nombre, Señor,
también en vacaciones,
quiero estar dispuesto a remar mar adentro.
Ayúdame. Te necesito, también en vacaciones.
AMÉN.


Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales






Fuente: www.revistaecclesia.com

domingo, 1 de julio de 2018

Julio: Mes de la Preciosísima Sangre



El 1º de julio, es la festividad de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que hace pendant de la de Corpus Christi. Con ella se completa en el año litúrgico la conmemoración de la Santísima Eucaristía: el Jueves Santo dedicado a recordar su institución durante la Última Cena; Corpus, a celebrarla especialmente bajo la especie del pan, y la fiesta que nos ocupa, bajo la especie del vino.

El culto a la Preciosísima Sangre es tan antiguo como el Cristianismo, ligado como está a la Cruz de Jesucristo, objeto primordial de la predicación apostólica (como puede verse en San Pablo). El derramamiento de sangre como expresión suprema del sacrificio (“Sine sanguinis effussione non fit remissio”), acto principal de la virtud de religión, está, además, ínsito en todas las creencias que hacen referencia a lo trascendente y numinoso, como lo demuestran la fenomenología y la historia de las religiones. No hay religión auténtica sin sacrificio y, consiguientemente, sin sacerdocio (por eso, el budismo, por ejemplo, es considerado más una filosofía). Vale la pena recordar la definición de sacrificio aportada por el benedictino Dom Anscario Vonier en su precioso librito Doctrina y Clave de la Eucaristía: “es la oblación de una cosa sensible, por su real o mística destrucción, que se hace a Dios como reconocimiento de nuestra absoluta dependencia respecto de Él”.

El sacrificio de la Cruz canceló todos los demás de la Ley Antigua, defectuosos por la insuficiencia de las víctimas, que no podían satisfacer condignamente el honor y la justicia divina. Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado, hecho víctima, satisface no sólo condignamente, sino sobreabundantemente, porque todos sus actos son teándricos (a la vez divinos y humanos) y, por lo tanto, infinitamente meritorios. Su Pasión y Muerte sobre la Cruz bastaron una sola vez (semel) por todas, pero la repetición de los actos de religión es necesaria no sólo para favorecer este hábito (parte de la virtud cardinal de la justicia), sino para aumentar la gloria accidental de Dios. Por eso, Nuestro Señor instituyó la Santa Misa, por medio de la cual se renueva –mística e incruenta pero realmente– el sacrificio cumplido históricamente sobre el Calvario. Así también se prolongan en el tiempo y en el espacio y se aplican de modo actual los efectos salutíferos de éste.

En la Santa Misa el momento cumbre en el que se verifica el sacrificio es el de la consagración, mediante la cual, en virtud de las palabras de la institución pronunciadas separadamente por el sacerdote in persona Christi sobre el pan y el cáliz, se efectúa místicamente la destrucción de la Divina Víctima. La separación del Cuerpo y la Sangre del Señor mediante la doble consagración constituye la esencia del sacrificio eucarístico. Pero en cada una de las especies consagradas subsiste de modo misterioso, íntegro y permanente Jesucristo con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Esta Presencia Real posibilita el sacramento de la comunión y la adoración eucarística. Ambas cosas pueden realizarse con cualquiera de las dos especies. En principio, la comunión bajo la sola especie de vino es tan completa como la que se hace con la sagrada forma y nada impediría el culto del vino consagrado. La Iglesia, sin embargo, sabiamente ha restringido a la especie del pan ambos actos (excepto en el caso de la comunión sub utraque specie, preceptivo para los sacerdotes que celebran la misa y esporádico para los fieles de rito latino).

La devoción a la Preciosísima Sangre, latente en la Iglesia de los Mártires (cuya sangre derramada en testimonio de su fe era considerada participación de la Sangre del Redentor) y en la Patrística (sobre todo, gracias a san Agustín), conoció un gran desarrolló durante la Edad Media gracias a algunos prodigios eucarísticos, como los famosos milagros de los Corporales de Daroca (1239) y de Bolsena (1264), este último inmortalizado por Rafael en la Estancia de Heliodoro del Palacio Apostólico Vaticano. También por obra de algunos místicos como Santa Catalina de Siena y, más tarde, la beata Hosanna de Mantua, santa María Magdalena de Pazzis, la venerable sor Ana de Jesús (compañera de santa Teresa), Francisca de Bermond y santa María Francisca de las Cinco Llagas. Se ha de considerar asimismo la existencia de reliquias de la Preciosísima Sangre, cuyo culto está en el origen de muchas cofradías, como la Congrégation des Bonshommes fundada en el siglo XIII en Inglaterra por el duque Ricardo de Cornualles, hermano de Enrique III e hijo de Juan Sin Tierra. En fin, ¿cómo olvidar el Santo Grial, que, según, cuenta la Tradición, fue el cáliz usado por Nuestro Señor en la Última Cena y contuvo parte de la Preciosísima Sangre derramada sobre la Cruz? Esta reliquia que se venera en la Catedral de Valencia ha dado origen a múltiples leyendas, como la Quête du Graal del ciclo caballeresco del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda (asunto del Parsifal de Wagner), y también, desgraciadamente, a deformaciones pseudo-históricas (como las ficciones de Dan Brown).

La introducción del culto de la Preciosísima Sangre en la Liturgia Católica es más bien reciente. En Roma existía una cofradía a ella dedicada bajo Gregorio XIII (1572-1580). En 1808 era revivida por san Gaspar del Búfalo (fundador de los Misioneros de la Preciosa Sangre) y el P. Francesco Albertini en la iglesia de San Nicolás in Carcere Tulliano y elevada a archicofradía y enriquecida con numerosas indulgencias por Pío VII (1800-1823). Pero no fue hasta el pontificado del beato Pío IX cuando se instituyó la fiesta. El papa Mastai –que también había favorecido con diversos privilegios la archicofradía romana y había aprobado el Escapulario Rojo– dio un decreto en 1849, al regreso de su exilio de Gaeta, estableciendo una fiesta peculiar en honor de la Preciosísima Sangre a celebrarse en Roma con misa propia el primer domingo de julio. No podía ser más oportuno este recuerdo tan especial de la Pasión de Jesucristo en unos difíciles momentos para el Pontificado Romano, en trance de pasar su propia pasión por obra de la Revolución liberal y del Risorgimento.

En el año santo de 1933, para conmemorar el milésimo nongentésimo aniversario de la Pasión de Nuestro Señor, Pío XI extendió la festividad de la Preciosísima Sangre a la Iglesia universal con la categoría litúrgica de doble de primera clase (la máxima). San Juan XXIII aprobó el 3 de marzo de 1960 las Letanías respectivas, mandando incluirlas en el Rituale Romanum (tit. XI, cap. III), con lo que pasaron a ser auténticas (son las que reproducimos en estas líneas). Recomendamos vivamente rezarlas diariamente durante este mes de julio que empieza, a poder ser acompañando el Septenario de la Preciosísima Sangre que consignamos a continuación.


SEPTENARIO DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE


Oración preparatoria

¡Oh Sangre preciosa de Jesús!, precio infinito del rescate de la humanidad pecadora, bebida y lavatorio de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema Misericordia, os adoro profundamente, y quisiera, en cuanto me fuere posible, resarciros de las injurias y ultrajes que recibís continuamente de los hombres, especialmente de aquellos que se atreven temerariamente a blasfemar contra Vos. ¿Y quién no bendecirá esta Sangre de valor infinito? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús, que la derrama? ¿Qué sería de mí si no hubiese sido rescatado por esta Sangre divina? ¿Quién ha sacado de las venas de mi Señor hasta la última gota? ¡Ah! Ha sido ciertamente el amor. ¡Oh, amor inmenso, que nos has dado este tan saludable bálsamo! ¡Oh bálsamo inapreciable, brotado del manantial de un inmenso amor! ¡Ah! Haced que todos los corazones y todas las lenguas os puedan alabar, ensalzar y dar gracias, ahora y por siempre. Amén.


I

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por la propagación y exaltación de mi querida Madre la Santa Iglesia, por la conservación y prosperidad de su Cabeza visible, el Soberano Romano Pontífice, por los Cardenales, Obispos y Pastores de almas y por todos los ministros del Santuario. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.

II

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por la paz y concordia entre los reyes y príncipes [gobernantes] católicos, por la humillación de los enemigos de la santa Fe y por la felicidad del pueblo cristiano. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.


III


Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por la propagación y exaltación de mi querida Madre la Santa Iglesia, por el retorno de los incrédulos, por la extirpación de todas las herejías y por la conversión de los pecadores. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.

IV

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por todos mis parientes, amigos y enemigos, por los indigentes, enfermos y atribulados, y por todos aquellos por quienes sabéis que debo rogar y por quienes queréis Vos que ruegue. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.

V

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por todos aquellos que hoy pasarán a la otra vida, para que los libréis de las penas del infierno y los admitáis con la mayor solicitud en la posesión de vuestra gloria. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.


VI

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por todos aquellos que aman un tan gran tesoro, por todos los que se han unido conmigo en adorarlo y honrarlo, y, en fin, por todos los que se ocupan en propagar esta devoción. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.

VII

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por todas mis necesidades espirituales y temporales; en sufragio de las santas almas del purgatorio, especialmente de las que han sido más devotas del precio de nuestra redención y de los dolores y las penas de nuestra amada Madre María Santísima. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.

Alabada sea la Sangre de Jesús, ahora y siempre y por todos los siglos de los siglos. Amén.


Letanías de la Preciosa Sangre


Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espiritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Sangre de Cristo, hijo único del Padre Eterno, sálvanos.
Sangre de Cristo, Verbo encarnado,
Sangre de Cristo, Nuevo y Antiguo Testamento,
Sangre de Cristo, derramada sobre la tierra durante su agonía,
Sangre de Cristo, vertida en la flagelación,
Sangre de Cristo, que emanó de la corona de espinas,
Sangre de Cristo, derramada sobre la Cruz,
Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación,
Sangre de Cristo, sin la cual no puede haber remisión,
Sangre de Cristo, alimento eucarístico y purificación de las almas,
Sangre de Cristo, manantial de misericordia,
Sangre de Cristo, victoria sobre los demonios,
Sangre de Cristo, fuerza de los mártires,
Sangre de Cristo, virtud de los confesores,
Sangre de Cristo, fuente de virginidad,
Sangre de Cristo sostén de los que están en peligro,
Sangre de Cristo, alivio de los que sufren,
Sangre de Cristo, consolación en las penas,
Sangre de Cristo, espíritu de los penitentes,
Sangre de Cristo, auxilio de los moribundos,
Sangre de Cristo, paz y dulzura de los corazones,
Sangre de Cristo, prenda de la vida eterna,
Sangre de Cristo que libera a las almas del Purgatorio,
Sangre de Cristo, digna de todo honor y de toda gloria,
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.

V. Nos rescataste, Señor, por tu Sangre.
R. E hiciste nuestro el reino de los cielos.


Oremos. Dios Eterno y Todopoderoso que constituíste a tu hijo único Redentor del mundo, y que quisiste ser apaciguado por su sangre, haz que venerando el precio de nuestra salvación y estando protegidos por él sobre la tierra contra los males de esta vida, recojamos la recompensa eterna en el Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. V. Amén.



 

Oración a la preciosa sangre de Cristo

Oh! Sangre adorable de mi amado Jesús, precio de la redención del mundo y fuente de vida eterna que purificais nuestras almas. Sangre preciosíssimo, que intercedáis poderosamente por nosotros ante el trono de la suprema misericordia, os amo profundamente y quiero reparar con mis adoraciones y mi fervor, todas las injurias y ultrajes que continuamente recibís de los hombres, especialmente en el santísimo sacramento del altar. Los amo, dulce Jesús mío; imprimí en mi alma el recuerdo de vuestra pasión pasión. Haz que la memoria de vuestros dolores y sufrimientos derrame en mi alma un horror supremo al pecado y un ardentíssimo amor por vos, para corresponder de alguna manera al sacrificio que hiciste en la cruz por mi salvación y rescate. Así es.





Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales