martes, 1 de mayo de 2018

MES DE MAYO: MES DE MARIA




En este mes de mayo, cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de encontrarnos contigo, de dejar que tú nos mires y nos hables en nuestra vida diaria. Ayúdanos a descubrir lo importante que es contar contigo, abrirte con confianza las puertas de nuestras vidas y descubrir tu amor absolutamente gratuito, sincero por nosotros y los nuestros. Por eso en este mes queremos ofrecerte los frutos y las flores de virtud que al calor de tu devoción han brotado en el jardín de nuestras almas.



Bien quisiéramos que fuesen flores más bellas, sin espinas sin manchas, pero no ignoras mater cuanta es nuestra miseria y pobreza. Míranos pues con ojos de compasión y riega y cuida tú misma este jardín que todo entero te lo entregamos a ti, para que produzcas las flores y los frutos que deseas y tienes derecho a esperar de nuestras almas.


1-    Tu presencia nos llena. También nuestro corazón se apacigua ante tu imagen. Queremos recordar momentos especiales que hemos vivido junto a ti, agradecemos a Dios todo lo que hemos recibido de ti. Cuanto bien nos has hecho y sigues haciéndonos por las personas que nos regalas para trasmitirnos el regalo de la vida. Hoy tú, nos has salido al encuentro, porque necesitamos experimentar tu amor incondicional. Porque me ofreces en este instante y en todos los momentos de la vida amor maternal ilimitado.



2-    Nos sentimos reconfortados. Que grande que tú escogida entre todas las mujeres, nos quieras, así como somos, sentirlo cambia algo en nuestro interior. Por eso ahora queremos contemplar tu imagen y detenernos en tus rasgos delicados que nos hacen revivir como tu amor maternal nos libera. Tu cariño nos ha hecho crecer, tu confianza nos ha dado alas para no tener miedos, tu fe reafirma la nuestra, tu educación nos hace fuertes y alegres. Hoy te pedimos que nos asemejes a ti.



3-    Madre danos tú amor y llénanos de fuerza para llevar a Jesús haya donde vallamos. Envíanos y haznos llegar a las personas que necesitan experimentar tu amor, por eso ahora como los discípulos reunidos en Pentecostés junto a ti, te rezamos:



“Sigo esperando hoy que tú me acojas y me animes

Cuando todos me dan la espalda

Y yo mismo me rebelo contra mis límites

Sonrío en lo más profundo de mí ser

Al recibir tus pequeños cuidados,

Que cubren mis necesidades con detalle y calor…

Con ese amor desinteresado, inamovible

Me tranquilizo al comprobar tu firmeza y fidelidad

A pesar de los grandes cambios que experimento

A mí alrededor y en mis sentimientos

Me sorprendo al ver cómo tú sacas lo mejor de mí

Y me quieres tal como soy.

Me viene a la cabeza tu imagen

Y a los labios tu nombre

En los momentos más oscuros de mi vida,

En los momentos de prueba,

De soledad, de toma de decisiones.”



Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales

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