miércoles, 23 de mayo de 2018

CRISTO SE HIZO HOMBRE GRACIAS AL «FIAT» DE LA VIRGEN





«El Verbo se hizo hombre,

 y habitó entre nosotros». Jn 1, 14.



Cristo se hizo hombre gracias al «fiat» de la Virgen Inmaculada, hace casi dos mil años. Pero Cristo vuelve a encarnarse todos los días, en unos centímetros de pan blanco que el sacerdote tiene entre los dedos. Después va a cada alma, como regalo y sustento. Pero hay que disponer el alma. Hay que preparar los caminos del Señor.

Existen dos símbolos en ascética, aparentemente contrarios, pero en el fondo idénticos, como dos luces arrojadas desde distintos ángulos para alumbrar una misma tarea.

Uno es el del camino que hay que preparar para que Dios llegue con ánimo propicio. Todo hoyo será rellenado, toda eminencia rebajada, los trechos torcidos sometidos a rectificación y los ásperos convertidos en accesos llanos y cómodos. Porque el Señor está cerca. El es «el que ha de venir» (Apoc 4, 8).

El otro símbolo es el del camino que el alma no ha de arreglar, sino recorrer, en su trayectoria vocacional hacia Dios. La santificación es «progreso» o adelantamiento. El hombre que va de paso ha de enderezar la «conducta», ha de renacer en Cristo, es «viador».

En este símbolo, el alma actúa como caminante, mientras que en el primero desempeña funciones de caminero. Es igual. En el fondo, disponerse para el encuentro con Dios, que, de cualquier modo, está cerca. Esperarlo en vigilia, esperarlo sin sueño. Andar el camino o preparar el camino: siempre, una actuación. Esperar en activo. Es lo que añade la esperanza sobre la simple espera.



REFLEXION

En síntesis, debemos preparar el camino y recorrerlo, y para ello nada mejor que acudir a la Virgen que siempre nos lleva y nos da a Cristo.



MEDITACION

¿Cuando Vendrás?

¿Cuándo vendrás, Señor,

cuándo vendrás?

¿Cuándo tendrán los hombres

la libertad?

Nos dicen que mañana, y nunca llegas,

nos dicen que ya estás y no te vemos,

dicen que eres amor, y nos odiamos,

dicen que eres unión: vamos dispersos.

No es tu reino, Señor,

la tierra no es tu reino.

Si nosotros salimos a la vida

partiendo nuestro pan con el hambriento, rompiendo piedra a piedra, las discordias,

poniendo el bien en todos tus senderos,

la tierra empezará, Señor,

a ser tu reino.

Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales

Fuente: www.mercaba.org


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