Don Mario Iceta Gabicagogeascoa es Obispo de Bilbao desde
2010. Nace en Gernika el 21 de marzo de 1965. Es ordenado diácono en diciembre
de 1993 y presbítero el 16 de julio de 1994. En febrero de 2008 es nombrado
Obispo titular de Álava y Auxiliar de Bilbao. Recibe la Ordenación Episcopal en
la Catedral de Bilbao el 12 de abril de 2008. Vinculado a Andalucía desde 1994
como miembro «in solidum» del equipo sacerdotal en Priego de Córdoba. Más
adelante fue Párroco de la Inmaculada Concepción de Almodóvar del Río y en 2007
es nombrado Vicario general de la Diócesis de Córdoba. Pertenece a la
Subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española. Ha
predicado en diversas cofradías sevillanas, teniendo ocasión de conocer de
cerca la labor que realizan nuestras corporaciones.
– ¿Cómo es Monseñor Mario Iceta?
Pregunta complicada, porque uno no se ve del todo como
realmente es. Podría decirte sencillamente que soy un obispo de la Iglesia
católica que trata de llevar adelante la tarea que se me ha confiado cuidando
una porción del Pueblo de Dios. El año pasado cumplí mis bodas de plata
sacerdotales. Para tal efeméride, elegí dos lemas, curiosamente los dos
carmelitanos. Uno de san Juan de la Cruz: “el alma que anda en amor, ni cansa,
ni se cansa, ni descansa”. La persona que ama no cansa a los demás, sino que
los hace felices. Cuando te rodean personas que quieres, que te quieren, estás
a gusto a pesar de las dificultades y dolores, el amor no cansa, no se hace
pesado. La persona que quiere amar, no se cansa de amar. El amor es capaz de
restañarlo todo y seguir adelante a pesar de todo. Es la gran medicina de la
curación. Y no descansa. Siempre está con ánimo para seguir entregándose.
Y otra frase de santa Teresa de Jesús: “Es tiempo de caminar”.
Que lo dice hacia el final de su vida. Nuestra vida es un caminar. Hay que
saber hacia dónde. Siempre es tiempo de caminar. Pero sabemos hacia dónde
caminamos. Caminamos hacia el cielo. Y caminamos acompañados, porque caminar
solos es triste. Y sabemos que esto tiene un final feliz cuando ponemos todo en
manos de Dios.
Por eso podría decir que soy un obispo católico, que
comienza ya sus pasos, pasado el mediodía, en el atardecer de la vida y que
pretende caminar hacia el cielo, sirviendo a los hermanos y viviendo en el
mandato del amor que el Señor nos ha dejado.
-¿Cómo ha vivido el Señor Obispo los días de confinamiento?
¿Ha cambiado radicalmente su agenda de trabajo como pastor de la Diócesis?
Han sido realmente días muy intensos. Evidentemente ha
habido que cambiar la agenda, ya que se han suprimido los actos públicos que se
habían programado.
El trabajo, lejos de disminuir, se ha multiplicado. Hemos
escrito el obispo auxiliar y un servidor una carta pastoral, y una segunda
carta pastoral con los demás obispos de Pamplona, San Sebastián y Vitoria.
Hemos publicado diversas disposiciones para adaptar el servicio pastoral a las
circunstancias y restricciones, hemos seguido teniendo consejos y reuniones por
vía telemática, hemos seguido resolviendo cuestiones que surgían, además de
atender el correo electrónico y la correspondencia que se han multiplicado
estos días.
Al mismo tiempo, me parecía que era un momento para estar
particularmente cercano a la gente, así que me he sumergido en las redes
sociales siendo un novato en estas lides. Y ahí estoy intentando acompañar a la
gente y suscitando esperanza y ánimo.
-¿Cómo valora el papel de la Iglesia española en general en
estos días?
A toro pasado, cuando se evalúan las cosas, siempre se ven
aspectos que pudieran haberse hecho mejor. Pero en una situación de emergencia
tan compleja, inédita y para la que ni estábamos concienciados ni preparados,
pienso que hemos aprobado el examen, con o sin nota para unos u otros. En
prácticamente una semana hubo que tomar decisiones de gran calado y reinventar
el modo de seguir sirviendo al Pueblo de Dios y a la sociedad en general.
La Iglesia no ha cerrado, aunque los templos estuvieran en
muchos lugares cerrados o con la actividad presencial muy limitada a causa de
las disposiciones gubernamentales. No sólo la Iglesia no ha cerrado, sino que
se ha multiplicado. Las Eucaristías no han dejado de celebrarse y se ha
estimulado su difusión y participación a través de medios de comunicación y
redes sociales. La actividad caritativa y asistencial se ha multiplicado. La
actividad formativa se ha adaptado a formatos on-line. La asistencia a los
hospitales, residencias y centros sanitarios se ha potenciado…
– ¿La sociedad es más débil si da la espalda a la Iglesia?
La Iglesia siempre hace muchas cosas que no se reflejan en
muchas ocasiones en los medios de comunicación. Contribuye muy profusa y
generosamente al bien común. Si todas las actividades de la Iglesia se
suspendieran hipotéticamente un día, o una semana, se daría verdaderamente un
quebranto social. Partiendo de su raíz espiritual, que es el origen de todo,
teniendo la Eucaristía como centro y fuente, la acción de la Iglesia en el
crecimiento de las personas no sólo en la dimensión trascendente, sino también
en el bien, el amor, la esperanza, la entrega, que se derivan de aquella, es
fundamental. Y de ahí parte su ingente acción social: sostiene comedores
sociales, familias que no llegan a fin de mes, residencias de ancianos,
colegios, centros de ayuda a mujeres maltratadas, de rehabilitación de personas
con dependencias, de atención a personas con discapacidad, de acogida a
inmigrantes y refugiados… Ahí tenemos la Memoria de la Conferencia Episcopal
Española que invito a leer a todos. La Iglesia hace una grandísima aportación a
la sociedad que no se ve, no está en la superficie, está debajo, como los
fundamentos de una casa, que no se ven, pero si fallan cae todo el edificio.
-¿Qué le parecieron los momentos protagonizados por el Santo
Padre y vividos en directo gracias a la televisión por la población mundial: la
bendición urbi et orbi y el rezo del vía crucis en una Plaza de San Pedro vacía
de fieles?
Me parecieron unos momentos ciertamente duros, que
expresaban el dolor que estaba atravesando buena parte de la humanidad a causa
de la pandemia. Pero también me parecieron momentos de esperanza porque, como
bien decía el Papa, Dios no nos abandona nunca. Siempre está en la barca de
nuestra vida, de la Iglesia, de la historia y no permite que la fuerza de la
tempestad desborde la salvación y la vida que Él nos comunica. Esta situación
nos obliga a reflexionar sobre el sentido de la vida, su fragilidad, su
interdependencia de los demás y su dependencia última de Dios como fuente de
vida y de sentido. La cuestión del sufrimiento, especialmente del sufrimiento
del justo, es una de las cuestiones que emerge en estas situaciones. Cómo es
posible que Dios permita estas situaciones que generan dolor y sufrimiento.
Poder dar testimonio de la respuesta de Jesús a esta pregunta, que realmente
sea significativa para las personas que quieran escucharnos es un elemento
fundamental. Mostrar cómo Dios está de parte del ser humano, que lo ha creado
por amor y está llamado al amor. Que el sufrimiento puede ser iluminado por
esta experiencia de amor, que lo abre a la esperanza y le muestra un camino hacia
la vida plena. En la carta pastoral que hemos escrito, tratamos esta cuestión
en un largo apartado. Invito a su lectura.
-La búsqueda de misas por Internet se ha disparado
notablemente. La gente quiere seguir la Eucaristía desde su casa. ¿Cómo valora
esto? ¿Cree que aumentará el cumplimiento del precepto dominical tras el estado
de alarma?
La imposibilidad de reunirnos como asamblea eucarística,
como Pueblo de Dios que celebra la fe y es enviado a anunciarla ha sido una
dimensión dolorosa de esta situación. En esta celebración eucarística de la fe,
en la celebración de la Santa Misa, hemos echado de menos estar juntos y también
celebrar la Eucaristía por los fallecidos. Las medidas de confinamiento y la
imposibilidad de acompañar a los enfermos en los momentos que rodeaba su muerte
también han sido especialmente dolorosas. El no poder elaborar adecuadamente el
duelo y celebrar los funerales como hubiera sido el deseo de los familiares
también ha sido causa de sufrimiento añadido a una situación ya de por sí
dolorosa.
No sé si aumentará el cumplimiento del precepto dominical.
Lo que sí creo es que esta situación ha puesto en evidencia que se hace
especialmente necesario recomenzar desde Cristo, desde una verdad que ilumina
todas las dimensiones humanas y sociales, que nos muestra el camino de una
sociedad justa y fraterna, libre de demagogias, discursos estériles, ideologías
que enmascaran la realidad.
Ahora estamos inmersos en la tarea de hacer frente a los
desafíos, reflexionar sobre lo que nos ha ocurrido, sacar conclusiones y
abordar el futuro con realismo y esperanza. El Señor nos vuelve a ungir y
enviar “a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a
los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año
de gracia del Señor” (Lc 4, 18-19). Me gusta también el modo en que el texto
del profeta Isaías, al que hace referencia Jesús, completa esta afirmación. Él
nos ha enviado también a regalar “una diadema en lugar de cenizas, perfume de
fiesta en lugar de duelo, un vestido de alabanza en lugar de un espíritu
abatido” (Is 61, 3). Una tarea que nos compete a todos y que está sostenida
ahora y siempre por Dios. Esto nos llena el corazón de paz y esperanza.
-¿Cómo valora las diversas manifestaciones de devoción
popular de nuestro país? El caso de las
procesiones de Sevilla que tan arraigadas están en la sociedad y en sus
costumbres han sufrido un fuerte golpe con esta situación. No obstante las
diversas hermandades están volcadas en la ayuda y asistencia del más
desfavorecido por esta crisis. ¿Qué mensaje daría a los cofrades?
Las informaciones que me llegan es que las cofradías se han
volcado en ayudar a los necesitados y también han sabido adaptar los cultos a
las limitaciones dispuestas por las autoridades sanitarias. La procesión ha
consistido en ayudar a quienes más sufren y están sufriendo esta situación tan
dolorosa. El mensaje sería de agradecimiento por haber servido a Cristo pobre
en los necesitados y de ánimo, porque podremos recuperar la vida cofrade
habitual viviendo lo que caracteriza a una hermandad: vivir como hermanos en la
ayuda fraterna, formarnos y crecer como seguidores del Señor, testimoniar el
servicio y amor en la ayuda a los necesitados y celebrar la fe en los cultos y
demás actos devocionales en el contexto de la vida parroquial y diocesana a la
que pertenecen las hermandades.
– Usted ha predicado en varias cofradías sevillanas. ¿Qué
impresión se ha llevado en cada ocasión sobre nuestras hermandades?
He disfrutado mucho en las invitaciones que me han cursado
diversas cofradías sevillanas. He visto el enorme potencial evangelizador que
poseen. El cuidado y decoro con el que preparan las celebraciones y el modo
intenso y profundo de participar en ellas. Conmigo han tenido muchísimos
detalles de afecto y atención que quisiera testimoniar y agradecer. Me ha
admirado la diversidad de obras sociales que promueven en favor de los
necesitados y la capacidad de mover a la juventud y ofrecerles un cauce de
iniciación en la fe. Además de la extraordinaria belleza de sus imágenes
sagradas, templos, ornamentos, el modo de decorar altares y pasos, el arte que
se desprende de todo ello, el estímulo de todos los sentidos para alabar a Dios
e invitarnos a entregarnos al servicio de los hermanos. Han sido encuentros muy
gratos para mi en los que he aprendido mucho y en los que en muchas ocasiones
me he emocionado y conmovido.
-¿Cree que las hermandades pueden ser un medio que eviten la
secularización de nuestra sociedad, especialmente en los más jóvenes?
Sin duda, las hermandades han constituido una realidad
providencial para llevar la vida cristiana a muchos ambientes y fomentar la
presencia pública de la fe. Es un instrumento evangelizador de gran valor
porque conjuga diversas dimensiones que son muy actuales para la misión de la
Iglesia: el sentido de la fraternidad y la pertenencia, la posibilidad de
crecer en el conocimiento de la fe, la integración en la vida parroquial y
diocesana, el servicio de los necesitados, la presencia pública en la sociedad,
la celebración de la liturgia y otros actos devocionales, …
– Se habla mucho en Andalucía de la realización de algún tipo
de celebración popular o procesión extraordinaria a modo de acción de gracias
por el fin de la pandemia y para pedir por sus víctimas, todo ello cuando las
circunstancias lo permitan. ¿Cómo valora esta iniciativa?
Las hermandades, siendo asociaciones públicas de la Iglesia,
y siendo al mismo tiempo realidades diversas entre sí, son quienes deben
valorar la conveniencia de esta posibilidad en diálogo con los responsables
diocesanos. Es una decisión que debe examinarse en cada lugar teniendo en
cuenta las circunstancias particulares de cada hermandad y el entorno en el que
están insertas.
– Hay algunas plataformas en defensa del patrimonio de
Sevilla y otras localidades de Andalucía, como en el caso de la Catedral de
Córdoba que reclama a la Iglesia diversos inmuebles inmatriculados en los
últimos años. ¿Qué opinión le merecen estas reclamaciones?
Quien de modo principal conserva y cuida su patrimonio es la
propia Iglesia. Ahí está la tarea de conservación y promoción durante muchos
siglos, de cuidado y posesión quieta y pacífica multisecular, cuando otras
instituciones ni siquiera existían aún.
La Iglesia no tiene ningún interés en poseer nada que no sea
legítimamente suyo. Tenemos la responsabilidad grave de defender y cuidar lo
que pertenece a las instituciones eclesiales y que ha sido fruto de la
generosidad multisecular del pueblo cristiano, subrayo lo de pueblo cristiano,
de donaciones y esfuerzos que han aportado bienes para edificar templos,
ermitas, conventos, que no son un fin en sí mismo, sino para el servicio de
Dios y de los hermanos. Quienes aportaron las donaciones no tenían ninguna duda
sobre la titularidad de los mismos y a quién entregaban sus bienes. Y esto
también debe tenerse muy en cuenta, sin entrar en planteamientos demagógicos.
Además, a nosotros nos interesan fundamentalmente las
piedras vivas. Y nos interesan las piedras muertas en la medida en que sirven
para que las piedras vivas vivan su vocación como hijos e hijas de Dios,
hermanos que se ayudan en la entrega y el servicio. La conservación del
patrimonio monumental por parte de la Iglesia ha sido ingente. Y se ha hecho
con la generosidad de los fieles. Nosotros tenemos el deber de cuidarlo y
entregarlo a las generaciones futuras en mejores condiciones de conservación
para que sea utilizado siempre con la voluntad y el fin para el que fueron
creados.
-¿Qué mensaje lanzaría a todos los cristianos de nuestro
país?
En estos momentos de extrema dureza, quisiera dirigir ante
todo un mensaje de ánimo y esperanza. Esta situación revela la vulnerabilidad
de la propia condición humana y también la fragilidad de nuestras estructuras
sociales y económicas. Pero también muestra cómo el ser humano se crece ante
las dificultades y es capaz de entregarse decididamente al servicio de los
demás con gran creatividad, solidaridad y capacidad de sacrificio, venciendo y
superando los problemas y desafíos que le atenazan.
Debemos estimularnos a ejercer generosamente la caridad
hacia todos, que se muestra en el cuidado y la entrega a las personas que nos
rodean, a las familias, a los ancianos y enfermos, a los necesitados y en todos
los ámbitos en los que tenemos mucho que aportar. La escucha atenta de la
Palabra de Dios, y la oración personal y familiar sostienen nuestro camino, nos
llenan de fortaleza y paciencia y nos impulsan a salir de nosotros para pensar
en los demás y entregarnos sin reserva. La comunión de los santos nos asegura
la vinculación a la Eucaristía, pan de vida y sacramento de caridad y unidad.
Es también momento de agradecer vivamente la tarea que,
desde las comunidades cristianas, sacerdotes, diáconos, miembros de vida
consagrada y laicos, están realizando para seguir muy de cerca la situación de
los fieles y atenderles en sus necesidades materiales y espirituales. Merecen especial atención los equipos de
pastoral de la salud y los presbíteros que estos días se desviven para atender
a los enfermos, familiares y profesionales sanitarios, tanto en el ámbito
hospitalario, como en residencias y domicilios. También es necesario reconocer
la labor de las congregaciones religiosas que continúan prestando ayuda eficaz,
con corazón y afecto, a enfermos, familias empobrecidas, personas sin hogar,
excluidos y descartados.
Cómo no mostrar un agradecimiento profundo a los
profesionales sanitarios, voluntarios, bomberos, cuerpos y fuerzas de
seguridad, servicios públicos, personas, asociaciones e instituciones volcadas
en atender a los enfermos, a sus familias y a la población en general. El
agradecimiento también para quienes desde su responsabilidad política,
económica, empresarial, laboral y social procuran hacer frente a esta
situación, mediante la adopción de medidas que ayuden a todos a superar la
crisis sanitaria y sus consecuencias familiares, económicas, laborales y
sociales.
También debemos orar por los difuntos profesando nuestra fe
en la comunión de los santos y en la vida eterna. Y mostrar un agradecimiento
particular a las familias que en tiempo de crisis se revelan como espacio
humano primordial y fundamental, donde siempre encontramos cobijo, consuelo y
protección y donde aprendemos a servir generosamente a los demás.
Que no decaigamos en la actitud responsable y el servicio
constante a los demás. Que la presencia de Cristo muerto y resucitado nos mueva
a entregarnos cada día, con ilusión y creatividad, siendo sembradores de
esperanza, sirviendo a todos en la edificación de una humanidad fraterna según
el corazón de Dios. Para toda esta ingente tarea nos encomendamos a la Virgen
María, tan querida y venerada por nuestro pueblo.
Enviado por:
Jesús Manuel Cedeira Costales.
Fuente: cinturondeesparto.com
Entrevista a Mario Iceta, Obispo de Bilbao
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