Este domingo, 7 de junio, nos centramos en la relación de
amor que une a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, y que la Iglesia
celebra en la solemnidad de la Santísima Trinidad. ¡Que nunca olvidemos que
nosotros mismos estamos llamados a entrar en esa relación en el cielo, pero
también ya ahora mediante la gracia!
El Creador y Señor de todos amó tanto a su pueblo que, para
su salvación, envió a su Hijo, el Príncipe y Salvador de los fieles, que lavó y
secó nuestras heridas. Y destilaba el más dulce bálsamo, del cual brotan todas
las bondades para la salvación... Porque el Padre es el Padre, el Hijo es el
Hijo, y el Espíritu Santo es el Espíritu Santo, y estas tres Personas son
indivisibles en la Unidad de la Divinidad...
Igual que la llama del mismo fuego tiene tres cualidades,
así hay un Dios en tres Personas. ¿De qué modo? Una llama se compone de luz
brillante, de roja fuerza y de calor ardiente. Gracias a su luz brillante,
puede relucir; mediante su roja fuerza, puede resistir; y por el calor
ardiente, puede quemar. Así, en esa luz brillante contemplas al Padre, que con
amor paterno derrama su luz sobre sus fieles; y en la roja fuerza, que
fortalece a la llama, contemplas al Hijo, que tomó un cuerpo naciendo de una
Virgen, en la que se manifestaron sus maravillas divinas; y en el calor
ardiente contemplas al Espíritu Santo, que inflama con ardor el alma de los
fieles... Así, como estas tres cualidades se encuentran en una sola llama, de
igual forma las tres Personas deben ser entendidas en la Unidad de la
Divinidad.
Y del mismo modo que se dan tres elementos en las palabras,
se debe inferir la Trinidad en la Unidad de la Divinidad. ¿De qué modo? En una
palabra hay sonido, significado y aliento. Hay un sonido que puede ser
escuchado, un significado que puede ser entendido, y un aliento que puede ser
pronunciado. En el sonido, pues, vemos al Padre, que manifiesta todas las cosas
con un poder inefable; en el significado, al Hijo, que fue engendrado
milagrosamente por el Padre; y en el aliento, al Espíritu Santo, que arde dulcemente
en ellos... Reconoce, pues, en estas tres Personas a tu Dios, quien te creó en
el poder de su divinidad y te redimió.
Enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales.
Fuente: Santa Hildegard de Bingen, Santa Hildegard de
Bingen († 1179) fue una monja benedictina alemana, médica, compositora y mística.
Es Doctora de la Iglesia.
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