15 de junio de 2020
Hermano:
El amor de Dios Trino es el amor de un Dios que es
hogar y familia. La Trinidad me habla de un amor perfecto mientras todos mis
amores en la tierra son imperfectos. Pero al ver ese amor para el que estoy
hecho surge en mi corazón el deseo de amar más. Hoy escucho: «Hermanos,
alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos; tened un mismo sentir y
vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros». Ese amor
infinito, trinitario, quiere sacar lo mejor de mí. Yo contemplo ese amor que me
ha creado y me alegro. La comunión, la familia, el hogar es la expresión del
Dios Trino. Un amor que se comunica y se entrega, no se guarda. Hoy vuelvo a
escuchar: «Tanto amó Dios al mundo». Dios me ama con un amor infinito. Un amor
tan grande que acepta incluso el rechazo y la muerte. Pienso en los amores
humanos que conozco. Quisiera que se parecieran a un amor así. He visto algunos
amores que sí reflejan ese amor trinitario. Amores casi perfectos que han
reflejado en mi vida ese amor de Dios Trino. Son un reflejo humano de su amor
infinito. Me gustaría que mi forma de amar fuera tan grande. «Una carmelita
muere a los 26 años. La víspera escribió: - A la luz de lo eterno se ven las cosas
en su verdad. Todo lo que no ha sido hecho con Dios está vacío. Marcad todo con
el sello del amor. Cada minuto es para enraizarnos en Dios. Esta intimidad con
Él en el santuario de mi corazón ha iluminado mi vida. Es lo que me sostiene en
medio de mi sufrimiento. Él está en mí. Todo pasa. En la tarde de la vida sólo
queda el amor. Quien mira la vida con amor no muere». Me gusta esa mirada sobre
la vida. Cuando llegue el final de mi vida lo que quedará será el amor. No mis
grandes gestas profesionales. Ni el dinero conseguido. Ni los títulos, ni las
conquistas. Sólo quedará el amor humilde entregado. Ese amor derramado es lo
que me sostiene. Quedará la marca de mi amor en medio de los hombres. Un amor
sacrificado, no un amor que se busca a sí mismo de forma enfermiza. El amor
trinitario se entrega, no se queda encerrado en sí mismo. El amor generoso
siempre se multiplica, no se pierde. Cuando amo en verdad mi amor saca lo mejor
de los demás. Puedo amar a más personas y el amor no se divide, se hace más grande,
más hondo. El amor de Dios Trino es un amor que me enseña a amar. Hay tanta
inmadurez en el amor. Hay tan pocas personas que amen de forma generosa. Hasta
el extremo. Sin ponerse en el centro. Cuando sólo me busco a mí en las
relaciones pretendo que todos giren en torno a mis necesidades y deseos. Y
cuando no lo hacen me lleno de críticas y quejas. Le exijo más a la vida y
siempre me pregunto cuántas cosas más pueden darme, cuánto amor me falta. Sólo
cuando lo obtengo soy feliz. Pero en cuanto me fallan y siento que yo estoy
amando más, entro en crisis. Me rebelo contra lo que considero injusto. No me
importa que me amen más. Me preocupa estar amando yo más. Un amor así no es el
amor de Dios. Hoy miro a Dios Trino. Me siento tan pequeño, tan hijo. Quisiera
reflejar ese amor del Dios Trino. Imploro que venga a mí el Espíritu Santo para
poder volver a nacer. Amar con el amor de Dios es lo único que deseo. «Como el
cuerpo ha sido creado para el alma, así lo ha sido el alma para el amor. Dios,
que ha creado al hombre a su imagen y semejanza, quiere que, como en Él,
también en el hombre suceda todo por amor y para el amor» . Soy un mendigo de
amor. Se me olvida que Dios también necesita mi amor. Él es mendigo. Pero vive
amándome sin esperar nada. Sólo aguarda ante mi puerta cerrada. Quisiera vivir
en Él para poder amar desde su corazón. Sólo Él puede enseñarme una forma
adecuada de amar. Cuando dejo de mirarme a mí mismo en la entrega, cuando no
vivo reservándome por miedo a perder. Soy tan mezquino, tan egoísta en mi forma
de darme. Miro a ese Dios que es familia. Un amor que no se pierde. Llega a
todos. No escatima. No espera a recibir antes de dar. Un amor asimétrico que no
sueña con la simetría. Simplemente se da. Hay más alegría en dar que en
recibir, aunque crea a veces que es justo al revés. Me equivoco. Hay más
alegría al entregar mi vida sin esperar antes a ser amado. He sido creado para
amar. Y el amor que recibo es el que me hace amar con generosidad. Cuando
recibo rechazo y desprecio me cuesta más amar a mi prójimo. Vivo herido. Pero
en mi herida, en mi fragilidad, estoy llamado a ser el reflejo humano del amor
trinitario. Eso me sostiene. No soy un organizador de eventos, no soy un
salvador. Sólo soy un sanador herido. Un amante amado. Un enamorado necesitado
de amor. Un soñador insaciable. Un hacedor de puentes. Un pacificador de almas.
Un liberador de miedos. Un alentador de sueños imposibles.
Enviado
por:
Jesús Manuel
Cedeira Costales.
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