4 de junio de 2020
Hermano:
«Volveré a ver los rostros amados de siempre y los
nuevos. Volveré a escuchar las voces y los cantos en la tierra. Este tiempo no
se ha perdido, solamente está enterrado»
Es como si pareciera fácil cambiar el camino
emprendido y comenzar otro totalmente diferente. Fácil cambiar las decisiones
tomadas cuando experimento la fragilidad de mi corazón. Fácil borrar toda una
vida de esfuerzos en un solo acto, en un momento de miedo o de duda. ¿Cómo se
puede rehacer la vida después de sufrir el dolor, la pérdida, el cambio de
camino? Tantas separaciones en la vida matrimonial. Tantos sacerdotes o
seminaristas que dejan su camino. Tantas vocaciones seguras que pierden la fe y
emprenden un rumbo diferente. ¿Qué falla en el corazón del hombre? ¿Es
incorrecta la primera decisión o la de ahora? ¿O tal vez ninguna sea
incorrecta? Ya no lo sé. No juzgo tantas decisiones posibles. Son respetables y
nunca me atrevería a opinar si están bien o mal. Sólo sé que un camino
emprendido crea expectativas. Cualquier decisión que tomo tiene sus
consecuencias. Y afecta a muchas vidas. ¿Tengo que ser fiel hasta el final de
mi vida, aunque no sea feliz, ni pleno, aunque no tenga sentido la vida que llevo?
He escuchado con frecuencia esta pregunta. Y no me gustaría estar en ese
corazón que sufre esta duda tan profunda. Todas mis decisiones tienen
consecuencias. Algunas dolorosas. Sufren inocentes. Cambian tantas cosas. Un sí
o un no. Las cosas no siguen igual. No es lo mismo un sí para siempre que un
hasta aquí hemos llegado. Tal vez en ocasiones nunca se debió emprender el
primer viaje. Dios lo permitió y permite ahora otros planes, otros caminos, me
hizo libre. A lo mejor sucede lo que comentaba una persona: «Muchas veces hago
planes y no le pregunto a Él lo que desea para mí». ¿Es posible hacer planes y
tomar decisiones importantes sin hablarlo antes con Dios? Totalmente posible. Y
luego puede que el camino sea insoportable. Y la felicidad soñada nunca llegue
a realizarse. Quizás puedo tomar mi vida en mis brazos, armarme de valor y
entereza y continuar mi camino con el corazón puesto en Dios para que me dé
fuerzas. Puedo hacerlo. Pero no puedo exigírselo a otros. Entiendo entonces a
los que cambian sus planes, y toman decisiones diferentes a las que un día
comenzaron. Pero no deja de dolerme. Me duele por las consecuencias que implica
toda decisión. No lo juzgo. Pero tampoco me da igual. Toda decisión tiene
consecuencias y tengo que hacerme responsable de mis actos. Hoy parece reinar
la indiferencia. Todo vale, todo da igual. Nada importa. Cada uno tiene sus
derechos. Y es cierto. Pero ¿y los daños causados? La vida sigue, está claro.
Pero quiero hacerme responsable de mis decisiones y ser serio. Asumo los riesgos.
Tomo en mis manos mi vida y se la entrego a Dios. Y asumo que lo que decido no
siempre va a ser aceptado, aprobado, respaldado. No quiero buscar causas ni
culpables. Tal vez sólo necesito hacer el duelo necesario. Cambian las
circunstancias, las personas y su entorno. Y el daño está ahí y lo llevo en el
pecho. Porque cada vida afecta. Me doy cuenta de la influencia que tengo sobre
los demás. La influencia que todos tenemos. No me cierro en mi egoísmo
indiferente. No quiero caer en la tentación que comenta el Papa Francisco: «El
riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente. Que
lo que está pasando nos sacuda por dentro». Me hago responsable. Asumo las
consecuencias de mis actos. Entiendo que toda decisión implica riesgos y
renuncias. Respeto lo que cada uno decida en su interior. No lo juzgo. Pero me
importa. Claro que me importan los cambios de planes y las heridas que los
cambios dejan. Acepto que haya decisiones que no lleguen hasta el final de la
vida. Pero me gustaría soñar con síes dados para siempre. Por eso celebro con
tanta alegría la fidelidad de los que se aman pasados muchos años. Las vidas
entregadas día tras día en fidelidad serena. El amor que no desaparece de
golpe. La vida consagrada que acepta con alegría la renuncia. No juzgo otras
decisiones, pero valoro la verdad del amor cuidado durante toda una vida.
Enviado
por:
Jesús Manuel
Cedeira Costales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.