Queridos Hermanos y
Hermanas:
Os escribo estas líneas para saludaros fraternalmente y
aseguraros que en los tres últimos meses me he acordado muchas veces de
vosotros y os he encomendado al Señor. En las pasadas semanas he escrito tres
cartas a los sacerdotes, otra a las monjas de clausura, una más a los
seminaristas y también a los voluntarios de Cáritas y de las diputaciones de
caridad de vuestras corporaciones. Era consciente de que en estas
circunstancias os debía una carta por lo que representáis en la vida diocesana.
Estamos viviendo todavía un periodo de sufrimiento grande por la gran desgracia
que nos ha visitado, con millares de muertos en circunstancias bien dolorosas,
familias destrozadas, miles de enfermos y el sistema nacional de salud
sobrepasado y colapsado. Estamos siendo testigos también del miedo y el
sufrimiento de nuestros ancianos, muchos de los cuales han muerto en asilos y
residencias sin posibilidad de ser hospitalizados. Estoy seguro de que todas
estas situaciones han estado acompañadas por la oración de todos vosotros a
vuestros sagrados titulares.
El confinamiento ha alterado significativamente la vida de
vuestras corporaciones. Con mucho dolor, pero con serenidad, buen estilo y
espíritu de obediencia a las disposiciones de la autoridad eclesiástica, que yo
os agradezco, habéis tenido que suspender vuestras estaciones de penitencia y
vuestros cultos.
Aunque no haya habido cultos externos, habéis aprovechado
con gran creatividad instrumentos tecnológicos elementales para que no decayera
la primera finalidad de vuestras corporaciones, el culto a vuestros sagrados
titulares, con eucaristías en los domingos de cuaresma, en el triduo pascual y
en los domingos de pascua. Sé que habéis tenido también otros actos de culto y
de devoción, buscando siempre la gloria de Dios y el bien espiritual de
vuestros hermanos. Como os he dicho muchas veces, los cofrades debéis ser
cristianos cabales y de calidad, los mejores cristianos, hombres y mujeres de
vida interior, de fe y de oración, que frecuentan los sacramentos, sobre todo
la penitencia y la eucaristía, y que aspiran a la santidad.
Sin olvidar la necesidad de la formación, el apostolado y el
anuncio de Jesucristo a nuestros hermanos, os encarezco especialmente la
cercanía a los pobres, que de nuevo se multiplican en nuestros barrios, y que
van a crecer en las próximas semanas. No olvidéis que en el origen de vuestras
instituciones en la baja Edad media está el servicio a los pobres y a los que
sufren. Bien sé yo que vuestros recursos van a ser más limitados. Aguzad la
imaginación de la caridad para ayudarles, unid fuerzas entre hermandades
cercanas, estad cerca de las Cáritas parroquiales, preocupaos también de los
conventos de clausura… y no bajéis la guardia pues las necesidades van a crecer
exponencialmente en los meses inmediatos.
Una vez más quiero manifestaros mi aprecio, mi afecto y mi
reconocimiento por el servicio espléndido que prestáis a la Iglesia como dique
ante la secularización de la sociedad, mostrando el Evangelio en la calle sin
miedo, sin vergüenza y sin complejos, y ejerciendo ejemplarmente el servicio de
la caridad.
Os encarezco que cuidéis la comunión fraterna. La Iglesia es
comunión pues tiene como principio fontal la comunión trinitaria, en la que
tres personas distintas son un mismo y único Dios. Cuidad la comunión en el
seno de cada corporación. Las divisiones, personalismos y rivalidades
desacreditan a vuestras instituciones y dañan también a la Iglesia. De ahí la
responsabilidad de quienes las protagonizan. Cuidad también la comunión con
espíritu de familia en el seno de los Consejos, importantes instrumentos de
información, ayuda y coordinación.
Pido al Señor y a nuestra Madre, la Santísima Virgen,
adornada con los más preciosos títulos en vuestras corporaciones, que os ayuden
a actuar siempre con espíritu colegial y de consenso, buscando el mayor bien de
las Hermandades y de la Iglesia. Les pido también que cese la epidemia que nos
aflige y que pronto podamos volver a la vida ordinaria, gozosa y fecunda, en el
seno de nuestra Hermandades.
Para vosotros y para vuestras familias, mi abrazo fraterno y
mi bendición. Afmo. en el Señor,
+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla
Enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales.
Fuente: Carta de monseñor Asenjo a las hermandades de
la Archidiócesis de Sevilla
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