jueves, 17 de septiembre de 2020

DE NUESTRA HISTORIA EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Grabado Henri Meyer. Portada del periódico Le Petit Journal en 1891.


 

Hace 220 años, el 8 de septiembre del año 1800 y a causa de la epidemia de fiebre amarilla; la bendita y muy milagrosa imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno salió en solemne procesión de rogativas por las calles de Triana.

 

Durante el mes de agosto y tras una temporada de copiosas lluvias e inundaciones, la ciudad padeció una terrible epidemia que se calcula llegó a causar la muerte a una tercera parte de la población. El fervor y la confianza en la mediación divina motivaron que se organizasen numerosos actos de rogativas por toda la ciudad, sobre todo procesiones públicas.

 

Las mismas comenzaron el 23 de agosto con la ostentación y adoración pública del Santísimo Sacramento. Esta se hizo hasta tres veces en la Catedral, con procesión claustral a la que asistía el Cabildo y el pueblo. El 31 de agosto se dirigió a Triana una Santa Misión, en la que participaron cerca de seiscientas personas, que recorrieron los parajes infectados, en los que los religiosos exhortaban a la penitencia.

 

En nuestra historia destaca la fecha del día 7 de septiembre, en el que nuestra Hermandad acudió en representación a la Santa Misión organizada por la Hermandad del Gran Poder en la Catedral, junto con las restantes del que daban culto a Jesús Nazareno, Hermandad Sacramental del Sagrario y comunidad de San Antonio Abad. Sin embargo, no fue hasta la tarde del día siguiente, 8 de septiembre, cuando la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno de la Archicofradía, fue sacada en procesión por las calles de Triana; desconociéndose el recorrido realizado.

 

Durante todo el mes de septiembre fueron numerosas las imágenes que procesionaron, tanto de gloria como de penitencia. El día 30 salió la Virgen de los Reyes, que estuvo en la capilla mayor ocho días y después volvió a la Real. Con esta rogativa “𝘴𝘦 𝘵𝘦𝘮𝘱𝘭ó 𝘦𝘭 𝘢𝘳𝘥𝘰𝘳 𝘥𝘦𝘭 𝘴𝘰𝘭 𝘺 𝘴𝘦 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘩ó 𝘦𝘭 𝘭𝘦𝘷𝘢𝘯𝘵𝘦, 𝘱𝘳𝘰𝘵𝘢𝘨𝘰𝘯𝘪𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘢𝘶𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘯ú𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘥𝘦 𝘦𝘯𝘧𝘦𝘳𝘮𝘰𝘴; 𝘯𝘶𝘣𝘭á𝘯𝘥𝘰𝘴𝘦 𝘺 𝘭𝘭𝘰𝘷𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭𝘭𝘢 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦 𝘺 𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘪𝘯𝘤𝘰 𝘥í𝘢𝘴 𝘴𝘪𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴”.

 

Parece que esta última fue, para los sevillanos de entonces, la rogativa que tuvo mejor resultado, ya que los cultos externos se acabaron espaciando en el tiempo hasta finalmente hacerse de forma interna, signo de la desaparición de la calamidad.

 

Enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales.

  

Fuente: Hermandad de La O

 

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