viernes, 6 de abril de 2018

PROCESIÓN DE IMPEDIDOS




 Una tradición religiosa que se perdió por los años sesenta del siglo XX fue la Procesión de Impedidos. Llevaban por las calles de los diferentes barrios al Santísimo Sacramento con objeto de dar a los enfermos e impedidos la Comunión y así se realizaba el cumplimiento Pascual.


Se anunciaba tanto la salida como la entrada en el templo de la procesión mediante el volteo y repique de campanas con pleno júbilo en la Parroquia o iglesia aledañas a ésta.




Discurría la procesión con la máxima solemnidad. El sacerdote portaba las hostias consagradas en un portaformas llamado ostensorio, las ocultaba con una capa fluvial.




Dicha capa estaba decorada con dibujos que simulaban flores o adornos diversos, bordados en seda o estampados en diferentes colores, abundado el hilo de oro y plata.



El presbítero iba debajo de un palio de seis varales acode con las misma hechura y colorido de la capa fluvial. Siempre portaban el palio hombres de la Hermandad del Santísimo Sacramento o posteriormente de la Adoración Nocturna.


Acompañaban a Su Divina Majestad la feligresía entera del barrio, portando los hombres cirios o faroles de mano y las mujeres ramilletes de flores, acompañando el recorrido con cantos e himnos Eucarísticos.


Los niños que habían hecho la Primera Comunión, iban delante del palio y terminaba el cortejo una banda de música que imprimía mayor grandiosidad al acto.


Desde las azoteas o balcones los habitantes de las casas echaban pétalos de rosa que inundaban las calles con su colorido y fragancia.


Los transeúntes o personas que esperaban la comitiva, al pasar el Santísimo se arrodillaban y si eran mayores inclinaban la cabeza quitándose el sombrero los caballeros.


Por parte de la vecindad no se escatimaba ningún esfuerzo ni entusiasmo en limpiar las calles -la mayoría empedradas- engalanando las fachadas con macetas, en las ventanas y balcones colgaban la colcha de novia, mantones de Manila de la abuela o la cortina de encaje, todo a guisa de fiesta.


Las casas dónde estaban los enfermos que iban a recibir al Señor, se limpiaba a fondo y se encalaban. Como era normalmente el mes en mayo los patios estaban adornados con exuberantes flores y así daban el punto final a tan gran acontecimiento.


Todo lo expuesto era un mundo sin prisas y donde había momentos que parecía se unía la tierra con el cielo. Hoy imposible de repetir por el cambio tecnológico y secular de la sociedad.





Aún quedan algunos pueblos que realizan algo parecido a aquellas manifestaciones de fe.



Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente: https://cordobapedia.wikanda.es

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