“En Escalaceli
se instauró el primer viacrucis del mundo, después del que recorrió en
Jerusalem el Redentor Divino. Y ahí están, para demostrarlo, sus capillas
derruidas, por toda aquella zona de la Sierra diseminadas. Era un viacrucis en
germen nada más. Pero de un germen, a veces bien pequeño, como el granito de
mostaza, suelen salir las cosas grandes.
Lo esencial es la idea. Y la idea es ir marcando a
nuestro alcance lugares que nos recuerden aquellos otros regados con la sangre
del Divino Redentor en su Pasión. Y esta idea fue San Álvaro el primero que, a
su vuelta de la Tierra Santa, la llevó a la práctica; y el primero que con sus
rodillas ensangrentadas –porque de rodillas hacía ciertos trayectos- las
recorría devotísimamente todas las noches. Poco importa que sean muchas o pocas
las estaciones. Porque ir añadiendo luego alguna más es bien fácil; y hasta
podríamos decir que se han ido añadiendo demasiadas, sin fundamento serio
algunas ni en la Tradición ni en el Evangelio. Pero la idea ahí está,
repetimos. Y esa institución del viacrucis en Escalaceli quedó creada por el
enamorado de la Pasión de Cristo, San Álvaro de Córdoba”.
En Scala Coeli se construyó el primer Vía Crucis de
Europa. Fue Fray Álvaro, gran devoto de la pasión del Señor, quien impulsado
por ese fervor pasionario peregrinó a Tierra Santa en 1419 y quedó impactado
por el doloroso Camino del Calvario, recorrido por Jesucristo. Inspirado por
aquella experiencia sintió la necesidad de orientar su existencia por un cauce
de austeridad y ascetismo.
Eligió la sierra de Córdoba para fundar su convento
porque la topografía se antojaba semejante a la de Jerusalén. Desde el
convento, la Jerusalén cordobesa, hasta un monte situado al sur, a idéntica
distancia del lugar de la crucifixión a la Ciudad Santa, edificó una serie de
estaciones que terminaban en el Calvario, donde puso tres cruces. Fray Álvaro y
sus religiosos comenzaron a meditar los sufrimientos del Redentor por esa Vía
dolorosa que había recreado.
Su idea fue todo un éxito y se difundió a gran
velocidad por otros conventos dando origen a la devoción a la Vía Dolorosa o
Vía Crucis en toda la península que después fue imitadas por toda la
cristiandad. Una idea que, al mismo implicaba una enorme dosis de practicidad,
ya que convertía en asequible para todos la peregrinatio spiritualis a
Jerusalén, en aquella época enardecida de sueños de cruzadas, cuando la
peregrinación real era punto menos que imposible.
Los demás Vía Crucis conocidos en Europa son todos
posteriores al de Scala Coeli, como el del Monte Varallo, el de Romans-sur
Isere, el de Fribourg, el de Lovaina o el de Adam Krafft en Nuremberg. Además,
si la primacía cronológica de los Vía crucis le corresponde a España, también
es suya la primacía de intensidad; es decir, en ninguna parte arraigó tan
profundamente como en España esa devoción.
La estructura de aquél Vía Crucis primigenio,
auténtico origen de nuestra Semana Santa, ha sufrido una notable evolución a lo
largo de los siglos siendo la obra del holandés Adricomio, de fines del siglo
XVI, sobre el modo de practicar esa devoción, y los Ejercicios Espirituales del
P. A. Daza, O. F. M., que fue el que concretó el número de las 14 estaciones en
1625, quienes ejercieron un influjo definitivo.
La devoción del Vía crucis, nacida como flor natural
en el ambiente medieval de fervor por la meditación y el rescate de los Santos
Lugares, plasmada por el Beato Álvaro en Scala Coeli, alcanzó su forma última
con San Leonardo de Porto Maurizio, el santo que construyó en Italia nada menos
que 572 Vía Crucis, adoptando la forma española de las 14 estaciones.
Álvaro de Córdoba fue confesor de la reina Catalina de
Lancaster y del futuro Juan II de Castilla. Su sepulcro se encuentra en el
Santuario de Santo Domingo de Escalaceli (o Scala Coeli), situado a unos 10
kilómetros de Córdoba, accediéndose a él por la carretera de Santo Domingo. Su
culto fue autorizado por Benedicto XIV el 22 de septiembre de 1741. Las
cofradías de Córdoba tienen a su figura como Patrono.
En la actualidad el Vía Crucis de Scala Coeli se
celebra cada Viernes de Dolores con la Sagrada Imagen del Santísimo Cristo de
San Álvaro cuya llegada al monasterio cuenta una antigua leyenda, según la
cual, San Álvaro quiso tener un crucifijo para su convento, pero carecía de
recursos para ello. Caminando por los montes que rodean a tan fabuloso
santuario, San Álvaro se encontró con un mendigo, este se encontraba en tal
situación que no podía ni caminar. San Álvaro lo cargo a sus hombros y lo llevó
hasta la puerta del convento. Lo dejo en la puerta y fue a buscar a algún
fraile que le ayudara a transportar al pobre hombre. Cuál fue su sorpresa que
cuando volvió, el mendigo había desaparecido y en su lugar se hallaba una
imagen de un Cristo Crucificado. Gracias a su generosidad, San Álvaro pudo
tener el Crucificado que tanto anhelaba.
Artículo
enviado por:
Jesús Manuel Cedeira Costales.
Jesús Manuel Cedeira Costales.
Fuente:
GENTE DE PAZ
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