1 de abril de 2020
Amabilísimo hermano:
"No se preocupe! ... Dios quiere hacer de sí un
prodigio de confianza, vaya al encuentro de sus deseos."
Me han quitado los abrazos y los besos. Los encuentros
y las risas. Me han hecho evitar el contacto físico, el roce, la ternura, el
cariño. Me han quitado las reuniones, las confesiones y las misas. Los paseos
por el parque y los cines. El café en el bar, las compras, el deporte. Me han
quitado muchas cosas y lo entiendo, me he detenido. Hay un bien mayor que esa
felicidad vana que busco con ahínco haciendo cosas. Esa felicidad de estar yo
bien, sin problemas, de prosperar adecuadamente en la vida. Ese afán mío por
tener, por hacer, por lograr. Ese sueño tan humano, tan de carne, tan de
tierra. Me lo han quitado todo de un plumazo. Y me han llevado a cuidarme para
cuidar a otros. Y yo sonrío.
Porque si algo no pueden quitarme es la alegría ni
tampoco la esperanza. No pueden lograr que viva sin un sentido. No pueden,
atándome a mi casa, a las patas de mi cama, matar mi sonrisa, silenciar mi
canto, opacar mi luz. No puede este virus detener la primavera, apagar la voz
de mil cantos, evitar mis aplausos para esos que dan su vida por salvar mil
vidas. No pueden agotar mi creatividad en ese afán mío por ocupar mis horas, mi
tiempo, mi vida. No puede la enfermedad cerrar mis ojos, oscurecer mi ánimo. Me
haré contador de historias. Soñador de mil sueños.
Reiré con mis chistes, con
los de otros. Lucharé, resistiré, venceré. No solo yo, sino todos. No caerá
sobre mí nunca el desánimo ni la pena. No dejaré de gritar que hay vida más
allá de los hospitales. Que hay sueños resistentes a las derrotas. No dejaré de
soñar con las alturas, encendiendo el mundo con un fuego nuevo. Respiraré muy
hondo queriendo que no se apaguen los pulmones. Alentaré a las plantas para que
den sus flores.
Inventaré melodías entre bosques de luces. Amaneceré feliz cada
mañana. Y volveré a abrazar, a sentir la vida que florece. No me quitarán la
sonrisa de mis labios. Y sentiré que la vida ha crecido con fuerza en mi
interior. La soledad me habrá dado hondura. Las privaciones libertad interior
ante la vida. El dolor físico y espiritual me habrán unido más a la cruz de
Cristo. Me sentiré más libre, más pleno. Esa distancia infinita entre cada uno
se acortará de nuevo.
No estará mal dar la mano, un beso, un abrazo. No me
sentiré extraño en las distancias cortas. Pero quizás habré aprendido algo nuevo.
Me habré acostumbrado a estar conmigo mismo. Sin distracciones, sin miedos ni
agobios. La soledad no es mala compañera, aunque sea impuesta. Ya no
contagiaré, ya no me contagiarán. Esos anhelos llenan hoy mi alma al vivir el
presente. Cada hora pasa a su ritmo. No corre el tiempo, no se escapa.
Es como
un desgranar los misterios del rosario, cada ave María, muy lentamente. No
tendré la agenda llena, quizás sí de encuentros virtuales programados. Pero
poco más. El mundo se detiene. Y no logran quitarme la sonrisa. Algunos querrán
sacar ventaja de todo esto.
Otros pensarán que alguien tiene la culpa.
Aparecerán los que no esbocen sonrisas. Y los que quieran aumentar el odio y la
rabia. Y habrá otros, hombres de bien, con bondad en el alma, que vivan salvando
vidas, entregando la propia. Dando su tiempo, invirtiendo sus horas.
Por salvar
más vidas por encima de la muerte. Y muchos rezarán en lo escondido. Y habrá
solidaridad donde antes había egoísmo. Y se harán servicios gratis que antes se
cobraban. La primavera irá venciendo el frío. Lo hará sin percatarse del mal
que aqueja al mundo. Seguirá su curso desde la semilla muerta y enterrada. Con
el sol que irá tomándole horas a la noche. Y sentiré que soy más viejo, o
quizás más joven. Pero más sabio al fin si he sabido enfrentar mis horas y mis
miedos. Si he vivido con conciencia nueva.
Si me he dejado modelar por el Dios
de mi camino. Oculto entre mis cuatro paredes, atado como yo a las patas de mi
cama. Clavado a mi propio madero desde el que observo la vida sin poder andar
entre la gente, entre los bosques. Recluido en un aparente mal sueño que es
esta vida misma que Dios me ha dado.
Esta vida y no otra. Y ese Dios al que
increpo, o suplico pidiéndole aire, esperanza, y luz. Ese mismo Dios es el que
dibuja con gesto pícaro una sonrisa en mi rostro. Para que dé esperanza a otros
y siembre luz en esta noche. Y sea yo uno de esos brotes verdes que entre las
arenas del desierto parece desafiar a la muerte. Porque el bien siempre vence
al mal. Y la generosidad es más fuerte que cualquier egoísmo.
Que no caigamos en el miedo, en la histeria,en la desesperanza… que no conducen a nada.
Que el Señor nos dé serenidad para afrontar esta situación de emergencia que nos toca vivir.
Que el Señor nos dé serenidad para afrontar esta situación de emergencia que nos toca vivir.
Enviado
por:
Jesús Manuel Cedeira Costales.
Jesús Manuel Cedeira Costales.
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