12 de abril de 2020
Estimado hermano:
Me debo conquistar el amor practicándolo en el
servicio desprendido…
La verdadera oración requiere disciplina; requiere
buscar momentos de silencio cada día.
A menudo significa esperar a que el Señor hable.
Incluso en medio del ‘ajetreo’ y las presiones de nuestra vida cotidiana,
necesitamos espacios de silencio, porque en el silencio encontramos a Dios, y
en el silencio descubrimos nuestro verdadero ser.
Todavía hoy, aquellos olivos de Jerusalén parecen
evocar, con el murmullo de sus hojas, aquella noche de sufrimiento y de
oración. Jesús, como cualquier hombre, ante la pesadilla de la muerte, se
siente angustiado.
La suya es una oración dramática, dirigida al Padre,
que parece callar.
En Jesús, luchando con la prueba, hallamos a toda la
humanidad.
En Él descubrimos nuestro rostro cuando está marcado
por la incertidumbre, por el sufrimiento y por la desolación.
Pero su lucha no fracasa en la rendición desesperada:
“Que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Enviado
por:
Jesús Manuel Cedeira Costales.
Jesús Manuel Cedeira Costales.
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