Cuando el Corazón de Jesús quiso enseñarnos algo de sí
mismo, lo dijo con una sola frase: "Aprended de Mí que soy manso y humilde
de corazón".
Debe tener, pues, un gran valor esta humildad si Jesús la
estimó de tal manera hasta anteponerla a todas las demás virtudes.
Él
recomienda la castidad, la caridad, la obediencia, pero ninguna de estas
virtudes da el privilegio que da a la humildad con estas palabras:
"Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón".
Los santos comprendieron
bien esta sublime doctrina y no buscaron la santidad sino por medio de la
humildad, persuadidos de que la humildad es el fundamento de todas las
virtudes, el principio de toda gloria.
La misma Virgen confiesa haber recibido
insignes favores del Señor porque Él vio " la humildad de su esclava".
Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira
Costales
Fuente: webcatolicodejavier.org
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