La saeta es un canto religioso tradicional
interpretado fundamentalmente en las procesiones de Semana Santa en España,
especialmente en Andalucía y algunas zonas de Extremadura, Castilla La Mancha y
Murcia.
La saeta es un canto popular que se ejecuta al paso de
las procesiones, donde la piedad se transforma en un quejido y lamento
profundo. Es una comunicación sentida y profunda entre el cantaor y la imagen
de Jesús o la Dolorosa. De ahí su origen en la palabra latina sagitta, que
significa flecha, la cual expresa muy bien esta plegaria. En el siglo XIX,
Antonio Machado Álvarez definía las saetas como "cancioncillas que tienen
por principal objeto traer a la memoria del pueblo, especialmente en los días
del jueves y Viernes Santos, algunos pasajes de la pasión y muerte de
Jesucristo (...) coplas disparadas a modo de flechazos contra el empedernido
corazón de los fieles".
Aunque el origen musical de las primitivas saetas es
incierto y muy discutido, se les atribuye una raíz árabe relacionado con las
llamadas a la oración de los almuédanos desde los alminares de las mezquitas
andalusíes y una raíz judeo-hebraica relacionada con cantos judíos o salmodias
sefardíes. Esta visión del parentesco entre la saeta y determinados cantes
religiosos orientales ha sido recalcada por la etnografía comparada.
De ahí procedieron las llamadas saetas de frailes,
estructuradas por los cantos procesionales cristianos de los misioneros
franciscanos en los siglos XVI y XVII, quienes llamaban saetas a "los
avisos y sentencias que en forma de coplillas recitaban o cantaban por las
calles en determinados momentos", incitando a la devoción y a la
penitencia. Estas coplillas se cantaban durante los Rosarios de la Aurora, Novenas
de Ánimas, Misiones y otros actos religiosos, y fueron extendidas por toda
Andalucía por los frailes capuchinos. En todos estos actos religiosos, era
frecuente que los asistentes hicieran manifestación pública de su
arrepentimiento por los pecados cometidos, de aquí el nombre de penitentes. La
referencia más antigua data de 1671 cuando dos padres jesuitas, Tirso González
y Juan Gabriel Guillén, recogen esta denominación para el cantar que el pueblo
de Arahal realizaba en una de sus misiones. En 1791 Fray Diego de Cádiz recogió
las coplillas y saetas que componía en sus misiones por toda Andalucía en su
obra “Aljaba Mística o exhortaciones y saetas para el uso de las Santas
Misiones”. A este tipo de saetas primigenias se le denomina “saetas
penitenciales”, pudiendo dividirse a su vez en “del Arrepentimiento o del
Pecado Mortal” (perteneciente a las Hermandades de Ánimas) y “penetrantes o
franciscanas” (cantadas por los frailes franciscanos y capuchinos en sus
procesiones).
Estos romanceros de la pasión dieron lugar a la “saeta
llana, vieja o popular”, que eran cantes sencillos y simples, más cortos y
sobrios de estilo, sin adornos de melismas y ayes. Dentro de este grupo se
incluye el Pregón, que más que un cante es un recital, interpretándose todavía
en algunos pueblos andaluces. Otro grupo que se incluye en esta tipología son
las “saetas autóctonas”, que han tomado forma en diferentes pueblos andaluces
diferenciándose entre sí en su estilo, entonación o musicalidad con la que se
cantan: Marchena (molederas), Castro del Río (samaritanas), Puente Genil
(saetas cuarteleras), Lucena (saetas de santería), Cabra (saetas del
prendimiento), Loja (sátiras e incensarios), Arahal. Fuera de Andalucía, se
trabaja por recuperar la saeta primigenia de Cáceres. Los temas de las saetas
antiguas se pueden clasificar en “saetas narrativas” cuando describen la pasión
y muerte o “saetas explicativas” cuando dan a conocer al pueblo el misterio
representando en el paso. Las saetas narrativas y explicativas surgen a
mediados del siglo XVIII, son verdaderamente las primitivas y solían ser
cantadas por miembros de los cortejos. Estas saetas fueron un canto popular
entre 1800 y 1840.
Las saetas cantadas actualmente son las llamadas
saetas flamencas, que supusieron una transformación, no una evolución,
producida a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, a partir de las
primitivas saetas. La saeta se transforma en un canto a solo muy elaborado y de
extrema dificultad interpretativa que expresaba profundos sentimientos. El tema
de estas saetas las hace llamarse “saetas afectivas” porque manifiestan afecto,
devoción o súplica. La saeta afectiva surge a mediados del siglo XIX y era
cantada de forma espontánea como un “quejío” por el devoto. Este tipo de saeta
se extendió rápidamente por Andalucía y fue el estilo usado por los artistas
flamencos. La saeta flamenca presenta dos variantes principales: la saeta por
seguiriyas, que es la más extendida, o martinetes; la otra es la saeta
carcelera, de carácter algo más alegre. La edad de oro de la saeta flamenca se
produce en el primer tercio del siglo XX, tras el cual vino una crisis durante
los años sesenta y setenta al desaparecer los saeteros históricos que
transmitían de forma oral su saber y su arte.
El cante saetero está considerado un palo difícil del
flamenco, entre otras cosas porque la voz del saetero no lleva acompañamiento
alguno. En el proceso de la adopción de ritmos flamencos de la saeta
intervinieron los grandes del cante flamenco: Manuel Centeno, al que se
atribuye la autoría de la saeta por seguiriyas, Caracol, Antonio Mairena,
Antonio Chacón, Manuel Torre, La Serrana, Medina El Viejo, La Niña de los
Peines, Manuel Vallejo o la Niña de la Alfalfa. Grandes de la copla como
Juanita Reina, Marifé de Triana o Rocío Jurado también se atrevieron con su
difícil cantar.
Entre los principales saeteros actuales destacan El Sacri, José
de la Tomasa, Diana Navarro, Álex Ortiz o Manuel Cuevas.
El texto de la saeta está compuesto por 4 o 5 versos
octosílabos, y tiene siempre un significado religioso que alude a los hechos de
la Pasión. Desde su origen, arraigado en el folclore andaluz, es un rezo en voz
alta dirigido a la Virgen María o a Jesucristo, pidiendo ayuda o alguna gracia.
La saeta se canta al paso de las imágenes de una procesión de Semana Santa, a
pie de calle o desde un balcón. Al comenzar a oírse, los asistentes guardan
silencio y buscan el lugar de donde proviene la voz. El capataz decide si parar
a la cuadrilla de costaleros o continuar caminando. Los devotos encuentran
realizado en la saeta su deseo de demostrar su devoción a través de su arte.
Actualmente, como en otros palos del flamenco, se
trabaja por recuperar y fortalecer la tradición, organizándose concursos,
conferencias o exaltaciones.
Las Hermandades y Peñas flamencas alentaron las
primeras Escuelas de Saetas, siendo la primera escuela creada en Marchena y
después en 1992 en la Hermandad de la Cena de Sevilla. También proliferan los
certámenes y concursos de Saetas que permiten dar a conocer los nuevos valores
de este arte, como el Concurso de Mairena del Alcor, el más veterano, con más
de 50 años.
La saeta es una realidad viva y en crecimiento. Cabe
recordar que el flamenco, y por tanto la saeta, fue declarada en 2010 por
decisión de la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, cuyo
día se celebra el 16 de noviembre, día de su declaración, por acuerdo de la
Junta de Andalucía.
Artículo
enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuentes
http://cofrades.sevilla.abc.es
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