Mensaje
a las Cofradías y Hermandades en la Semana Santa 2018
Tienen muchos nombres y son variados sus atavíos, pero
con distinta semblanza son Jesús Nazareno y María Dolorosa los que nos dan cita
en la Semana Santa. Los cristianos celebramos la solemne liturgia del triduo
pascual que culminará en el domingo de gloria con Jesús Resucitado, pero hay
una religiosidad popular que saca a la calle toda esa fe celebrada. La mirada
de un pueblo queda llorosa ante el espectáculo agrio y bronco de la muerte más
injusta. Aquellos treinta años de silencio y discreción le permitieron crecer
junto a María y a José, entre las virutas artesanas de aquel taller carpintero.
Le vieron acudir a la sinagoga cada sábado para escuchar la palabra de los
profetas contenidas en la Biblia. Era Jesús, el de Nazaret, el hijo de María. A
ambos los cuidaba con amor y generosidad José el carpintero haciendo las veces
de padre para él, y esposo fiel para ella, con una bellísima postal de lo que era
la sagrada familia.
Pero de Nazaret salió un día aquel Jesús adulto
treintañero. No hubo lágrima que Él no enjugara con un consuelo que del cielo
venía. Ni tampoco sonrisa que no hiciera suya compartiendo la alegría de las
gentes sencillas. Vio jugar a los niños con la inocencia infantil. Vio rezar
arrepentido al publicano en el rincón más oscuro del templo dándose golpes en
el pecho, como también se fijó en quien con altanería iba a cobrar del Altísimo
el pago de sus plegarias y fantasías. También tomó nota de quienes esquilmaban
a los demás con cargas, impuestos y fanfarrias vacías, y puso de ejemplo a la
pobre anciana que fue arrastrando sus canas para entregar en el templo todo lo
que tenía como la más preciosa ofrenda.
Enfermos, tullidos, cojos, ciegos, mudos y sordos,
leprosos… todos ellos con su dolencia en el cuerpo y con su tragedia en el
rostro, encontraron en aquel Jesús Nazareno una mano tendida que acercaba la
gracia del bálsamo de una curación como bendición inmerecida. Pero también
otros dolores, más íntimos y no menos dolorosos, que son los que infligen el
pecado, el desprecio, la traición, el abuso y el robo: también para todos ellos
hubo una luz que ofrecer, una gracia que repartir, unos brazos que acogían con
misericordia.
Jesús Nazareno sigue la procesión de la vida allí por
donde la vida pasa. Y esto es lo que nuestras cofradías y hermandades sostienen
con la devoción de sus cofrades, el talento de sus pasos y el compromiso de sus
caridades. Resulta bello constatar la solidez de nuestras cofradías que cuentan
con el apoyo y el afecto de niños y jóvenes, adultos y ancianos poniendo lo
mejor de sí mismos transmitiendo la memoria viva del paso de Jesús y de María a
través de la escenificación semanasantera.
Hoy son otros los llantos y otras las sonrisas.
También cambian las circunstancias de los dolores que nos arrugan, los pesares
que nos doblan, y los pecados que no logramos echar fuera por más que sepamos
de su chantaje y engaño. Pero en las calles de nuestras ciudades, villas y
pueblos Jesús Nazareno sigue adentrándose por los mil vericuetos y callejones
sin salida. Su paz, su bondad, su verdad, se hacen bálsamo y sabiduría, apoyo y
consuelo, para que la vida siga adelante mientras construimos celosos un mundo
nuevo, renovado, para dejar en preciosa herencia a la generación venidera. Esta
memoria viva, es lo que con tanta diligencia y acierto llevan adelante nuestras
cofradías y hermandades. Dios sea bendito en sus cofrades y que se siga
escribiendo esta hermosa historia que nos asoma al Señor que se pasea por
nuestras vidas dándonos su paz, su consuelo y su gracia.
+ Fr. Jesús Sanz
Montes, ofm Arzobispo de Oviedo
Artículo
enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente:
http://www.iglesiadeasturias.org/
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