La Comisión Episcopal de Liturgia de la CEE ha
elaborado una oración para rezar en familia, a causa de la restricción por le
Estado de Alarma. Se trata de un texto adaptado de los materiales preparados
por la Conferencia Episcopal Italiana.
INTRODUCCIÓN
Guía: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Todos: Amén.
Aclamación:
Guía: Tu, Señor, amas a todas tus criaturas, y no aborreces
nada de lo que hiciste; Tú olvidas los pecados de quienes se convierte y los
perdonas, Porque tu eres el Señor, Dios nuestro.
Todos: Gloria a ti, Padre, que nos amas con infinita
ternura. Gloria a ti, Hijo Unigénito que ofreces el perdón del Padre. Gloria a
ti, Espíritu Santo, amor derramado en nuestros corazones. Bendito el Señor por
los siglos.
ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS
Guía: El Señor Jesús ha prometido estar siempre en
medio de nosotros, reunidos en su nombre, hasta el fin del mundo. Aunque ahora
no podemos reunirnos junto a nuestros hermanos para la celebración, queremos
celebrar este tiempo de Cuaresma junto con toda la Iglesia. Las dificultades de
salud de tantas personas, los esfuerzos que se hacen para curarles, las
incomodidades que todos tenemos que afrontar nos piden abrir nuestro corazón y
orar con mayor intensidad por todos.
Lectura del Evangelio
Guía: Escuchemos con fe la Palabra de Dios que nos
anuncia la misericordia de Dios hacia nosotros.
Se eligen las lecturas correspondientes a cada domingo
de Cuaresma:
IV Domingo (Jn
9, 1. 6-9. 13-17. 34-38)
Lector: En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un
hombre ciego de nacimiento. Entonces escupió en la tierra, hizo barro con la
saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina
de Siloé (que significa Enviado)». Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los
vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ese el
que se sentaba a pedir?». Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él,
pero se le parece». Él respondía: «Soy yo». Llevaron ante los fariseos al que
había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les
contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo». Algunos de los fariseos
comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban:
«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. Y
volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los
ojos?». Él contestó: «Que es un profeta». Le replicaron: «Has nacido
completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?». Y lo
expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees
tú en el Hijo del hombre?». Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en
él?». Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». Él
dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él.
Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.
V Domingo
(Jn 11, 3-7. 17. 20-27. 33b-45)
Lector: En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le
mandaron recado a Jesús diciendo: «Señor, el que tú amas está enfermo». Jesús,
al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la
gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». Jesús amaba
a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se
quedó todavía dos días donde estaba. Solo entonces dijo a sus discípulos:
«Vamos otra vez a Judea». Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días
enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro,
mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras
estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que
pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús
le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees
esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios, el que tenía que venir al mundo». Jesús se conmovió en su espíritu, se
estremeció y preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?». Le contestaron: «Señor,
ven a verlo». Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía
haber impedido que este muriera?». Jesús, conmovido de nuevo en su interior,
llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús: «Quitad la
losa». Marta, la hermana del muerto, le dijo: «Señor, ya huele mal porque lleva
cuatro días». Jesús le replicó: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria
de Dios?». Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto,
dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas
siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has
enviado». Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, sal afuera».
El muerto salió, los pies y las manos atados con
vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo
andar». Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había
hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.
Uno de los presentes puede decir: Dios nos llama a
volver a él. Él ha dispuesto este tiempo propicio que es la Cuaresma para
acoger el abrazo del Padre. El Señor Jesucristo ha venido al mundo como luz y
como vida y por esto quiere que acojamos la vida nueva que él nos regala y,
volviendo a la confianza en el amor misericordioso del Padre, seamos justos y
nos limpiemos de todo pecado.
Salmo 51 (50)
Guía: Invoquemos con las palabras del salmo nuestro
deseo de perdón y de confianza en la misericordia de Dios
Lector: Perdón, Señor, hemos pecado.
Todos: R. Perdón, Señor, hemos pecado.
Lector: Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu
inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.
Lector: Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre
presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad en tu
presencia. R.
Lector: En la sentencia tendrás razón, en el juicio
resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. R.
Lector: Te gusta un corazón sincero, y en mi interior
me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve. R.
Lector: Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren
los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
R.
Lector: Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no
me quites tu santo espíritu. R.
Lector: Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso. Enseñaré a los malvados tus caminos, los
pecadores volverán a ti. R.
Lector: Líbrame de la sangre, oh, Dios, Dios, Salvador
mío, Y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca
proclamará tu alabanza. R.
Lector: Los sacrificios no te satisfacen: si te
ofreciera un holocausto, no lo querrías. El sacrificio agradable a Dios es un
espíritu quebrantado; Un corazón quebrantado y humillado, tú, oh, Dios, no lo
querrías. R.
Lector: Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén: Entonces aceptarás los sacrificios
rituales, ofrendas y holocaustos, Sobre tu altar se inmolarán novillos. R.
ORACIÓN DE INTERCESIÓN
Guía: El anuncio de la misericordia del Señor nos
llena el corazón de esperanza, sabiendo que el Señor tendrá piedad de nosotros,
nos hará pregustar la dulzura de su amor y cumplirá para nosotros sus promesas
de salvación. Con plena confianza decimos: Ten piedad de nosotros, Señor.
Todos: Ten piedad de nosotros, Señor.
Lector: – Oremos por la santa Iglesia de Dios,
extendida por toda la tierra y presente también aquí, donde estamos reunidos en
el nombre del Señor Jesús: para que en todos los discípulos de Cristo haya un
deseo vivo de conversión y de santificación en este tiempo de Cuaresma, oremos.
Oremos por los ministros de la Iglesia, por el obispo
N., por los presbíteros y los diáconos: para que, en su servicio, en la
celebración de la Misa, del sacramento de la penitencia y en el anuncio de la
Palabra de Dios, manifiesten la ternura de Dios que perdona y llama a la
conversión, oremos.
Oremos por nosotros, pecadores: para que despreciemos
el mal que nos humilla, y tengamos confianza en el Señor, que nos llama a
conversión, viviendo una auténtica penitencia cuaresmal, oremos.
Oremos por todos los enfermos, por aquellos que en su
tribulación se sienten solos, olvidados (se pueden recordar a algunas personas
queridas para la familia), para que el Espíritu Santo les consuele, oremos.
Oremos por todos los médicos, enfermeros,
investigadores, aquellos que cuidan a los enfermos: para que en la lucha contra
el mal no se desanimen, sino que colaboren con la gracia de Dios por el bien de
las personas más débiles, oremos.
Oremos por los gobernantes y por las personas que
tienen alguna responsabilidad civil y política: para que iluminados por la
Sabiduría divina en el ejercicio de su autoridad busquen siempre el bien común
y el progreso de la sociedad, oremos.
Oremos por los difuntos de nuestra familia: para que
puedan contemplar el rostro de Dios a quien amaron en su vida terrena, oremos.
Se pueden incluir alguna intención particular.
Padre nuestro
Guía: Concluyamos nuestra oración como el Señor Jesús
nos enseñó, quien llama Padre a quien nos creó y nos salvó:
Todos: Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la
tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, y perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes
caer en la tentación y líbranos del mal.
Oración final
Guía: Oh, Dios, que tienes piedad de los que se
arrepienten y das tu paz a los que se convierten, recibe la oración esta familia
con bondad paterna y bendícenos a nosotros, tus hijos, porque a través del
itinerario espiritual de la Cuaresma queremos renovar nuestro corazón para
celebrar la Pascua de tu Hijo, Cristo nuestro Señor. Que vive y reina por los
siglos de los siglos. Todos: Amén.
Guía (mientras todos hacen la señal de la cruz). El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Todos:
Amén.
Artículo
enviado por:
Jesús Manuel
Cedeira Costales.
Fuente:
Comisión Episcopal
de Liturgia de la CEE
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