Francisco termina la misa de Santa Marta invitando a
hacer la comunión espiritual y reza por los médicos y enfermeros que trabajan
sin descanso en plena crisis de la pandemia de coronavirus.
El papa Francisco sigue acompañando “al pueblo de
Dios” con las misas de la mañana en Casa Santa Marta, vía streaming live, desde
el Vaticano.
Italia superó anoche a China en número de fallecidos
por coronavirus. En las últimas 24 horas hay 4.480 personas más positivas en
este país europeo.
Al inicio de la misa, el Papa recordó el mensaje que
recibió por parte de un sacerdote de Bérgamo, ciudad foco de contagio, al norte
de Italia, que le pedía que rezara por “los médicos de Bérgamo, Treviglio,
Brescia, Cremona, que están al límite del trabajo y están dando la propia vida
para salvar a los enfermos”.
“También oremos por las autoridades; para ellos no es
fácil gestionar estos momentos. A veces sufren la incomprensión. Tanto los
médicos, el personal sanitario, como las autoridades son, en estos momentos,
columnas que nos ayudan a seguir adelante y nos defienden de esta crisis. Rezamos por ellos”, afirmó.
Vuelve a tu papá
En su homilía, el Papa inició su reflexión pensando en
el libro del profeta Oseas -“Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tu falta
te ha hecho caer”- y el recuerdo de una canción que cantaba hace 75 años Carlo
Buti, un artista popular de Florencia, “escuchado con tanto sentimiento por las
familias italianas en Buenos Aires.
Este artista cantaba: “Vuelve a tu papá, que una
canción de cuna te cantará”.
“Dios es tú papá, no es tu juez, regresa a casa,
escucha, ven. Recuerdo cuando era un niño y me lleva enseguida al papá del
capítulo 13 del Evangelio según Lucas.
Ese papá que dice: Vio a su hijo venir de lejos, ese
hijo que se había ido con el dinero y lo había despilfarrado, pero esperaba
verlo de lejos. Subía a la terraza varias veces al día para esperarlo día tras
día, mes tras mes, y tal vez, años, esperando al hijo”.
Ternura de Padre
“Regresa donde tu papá, es la ternura del Padre que
nos habla.
Te está esperando. Es la ternura de Dios la que nos habla,
especialmente durante la Cuaresma.
Es hora de entrar en nosotros mismos y
recordar al Padre o volver con papá”.
“No, Padre, me avergüenzo de volver porque… Ya sabe
Padre, he hecho mucho, he hecho mucho…”. ¿Qué dice el Señor? “Vuelve, te curaré
de tu infidelidad, te amaré profundamente, porque mi ira se ha ido. Seré como
el rocío; tú florecerás como un lirio y echarás raíces como un árbol libanés”.
Vuelve con tu padre que te está esperando.
El Dios de la ternura nos curará; nos curará de
muchas, muchas heridas de la vida y de muchas cosas feas que hemos hecho. ¡Todo
el mundo tiene lo suyo!
Volver a Dios
Pero pensar esto: volver a Dios es volver al abrazo,
al abrazo de nuestro padre. Y pensar en esa otra promesa que hace Isaías: “Si
tus pecados son tan feos como la escarlata, te haré blanco como la nieve“.
Es capaz de transformarnos, es capaz de cambiar
nuestros corazones, pero quiere que demos el primer paso: volver. No es ir a
Dios, no: es regresar a casa.
“Y la Cuaresma siempre se centra en esta conversión
del corazón que, en el hábito cristiano, toma forma en el sacramento de la
Confesión”.
“Es el momento de… no sé si “ajustar cuentas”, no me
gusta eso… dejar que Dios nos blanquee, que Dios nos purifique, que Dios nos
abrace”.
¿Dónde puedo encontrar a un confesor?
“Sé que muchos de vosotros, por Pascua, os confesáis
para encontraros con Dios. Pero muchos me dirán hoy: “Pero Padre, ¿dónde puedo
encontrar a un sacerdote, un confesor, porque no puedo salir de casa?”.
“Y quiero hacer las paces con el Señor, quiero que me
abrace, quiero que mi padre me abrace… ¿Qué puedo hacer si no encuentro
sacerdotes?”.
Haz lo que dice el Catecismo. Está muy claro: si no
encuentras un sacerdote para confesarte, habla con Dios, que es tu padre, y
dile la verdad: “Señor, he hecho esto, esto, esto… Perdóname”.
Y pídele perdón de todo corazón, con el acto de dolor
y prométele: “Me confesaré más tarde, pero perdóname ahora”.
E inmediatamente volverás a la gracia de Dios. Tú
mismo puedes acercarte, como nos enseña el Catecismo, al perdón de Dios sin
tener un sacerdote a mano.
Acto de dolor
Piensen en ello: ¡es hora! Y este es el momento
adecuado, el momento oportuno. Un acto de contrición bien hecho, y así nuestra
alma se volverá blanca como la nieve.
Sería bueno que hoy en nuestros oídos resonara este
“vuelve”, “vuelve a tu padre, vuelve a tu padre”. Te está esperando y te hará
una fiesta”.
También hoy Francisco terminó la celebración con la
adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión
espiritual.
A continuación, la oración recitada por el Papa:
A tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el
arrepentimiento de mi corazón contrito que se abandona en su nada y en tu santa
presencia.
Te adoro en el sacramento de tu amor, deseo recibirte en la pobre
morada que mi corazón te ofrece. Esperando la felicidad de la comunión
sacramental, quiero poseerte en espíritu.
Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vengo
a Ti. Que tu amor inflame todo mi ser, para la vida y para la muerte. Creo en
ti, espero en ti, te amo. ¡Que así sea!
A continuación, los números del catecismo de la
Iglesia referidos a lo dijo el Papa en la homilía sobre la contrición:
1451 Entre los actos del penitente, la contrición
aparece en primer lugar. Es “un dolor del alma y una detestación del pecado
cometido con la resolución de no volver a pecar” (Concilio de Trento: DS 1676).
1452 Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas
las cosas, la contrición se llama “contrición perfecta”(contrición de caridad).
Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de
los pecados mortales, si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto
sea posible a la confesión sacramental (cf Concilio de Trento: DS 1677).
Artículo
enviado por:
Jesús Manuel
Cedeira Costales.
Fuentes
aleteia.org
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