Millones de católicos de todo el mundo “participan” de
la liturgia a distancia en estos tiempos de coronavirus, hazlo en vivo.
La pandemia del coronavirus (Covid-19) ha provocado
que en muchos países se imponga y en otros se recomiende un confinamiento domiciliario
como medida preventiva de nuevos contagios.
Por parte de la Iglesia católica, empezando por la
Santa Sede y siguiendo por cientos de diócesis, se han cerrado templos, se
celebra la liturgia a puerta cerrada y se ha dispensando del precepto dominical
a los fieles cuando no sea posible acudir a celebrar la eucaristía.
La liturgia en casa
Esta situación crítica ha servido para aumentar la
creatividad por parte de muchos pastores de la Iglesia, que han iniciado, con
más o menos pericia, la experiencia de “retransmitir” sus celebraciones para
que puedan unirse los feligreses que deben permanecer en sus hogares.
Las tecnologías de la información y las redes sociales
posibilitan hacer eso desde el propio teléfono móvil u ordenador personal, sin
necesidad de otros medios técnicos, siempre que se tenga conexión a Internet de
calidad.
Esto, que a gran parte de la población ha sorprendido
no es, ni mucho menos, una novedad radical. Hay parroquias y otras
instituciones eclesiales que ya son veteranas en esto de compartir la liturgia
a través de Internet, ya sea en un canal de YouTube, en un directo de Instagram
o utilizando Facebook Live, entre otras muchas herramientas.
Y no podemos olvidar el servicio impagable de las
cadenas de televisión y emisoras de radio que desde hace muchos años ofrecen el
servicio dominical de la Misa –o algunos medios católicos, a diario– a todos
aquellos que no pueden acudir a la iglesia para celebrar su fe.
En estos momentos de preocupación mundial, es justo
agradecerles sus esfuerzos en todo tiempo, ya de bonanza, ya de epidemia.
¿Qué dice la Iglesia?
Algunos sacerdotes, con la mejor intención, se han
preocupado de grabar –o de que les graben– la celebración de la eucaristía para
compartir el vídeo, a posteriori, con todo el mundo.
Los documentos de la
Iglesia tratan esta praxis:
Ya en 1971 el organismo del Vaticano dedicado a los
medios de comunicación social, en su instrucción pastoral Communio et
Progressio, señalaba lo siguiente:
“Entre las emisiones religiosas más apropiadas y
deseables están las de la santa misa y otras ceremonias litúrgicas.
Es
necesario que se preparen con el mayor cuidado, tanto en el aspecto litúrgico
como técnico. Hay que tener en cuenta la diversidad de espectadores y, si la
emisión va a tener audiencia en otras naciones, también las costumbres y
creencias religiosas de las mismas.
La frecuencia y duración de estas emisiones
se debe adaptar a los deseos de los espectadores” (n. 115).
¿Para quiénes “sirve” la Misa televisada? Está claro:
para todas aquellas personas que, por cualquier circunstancia, no puedan acudir
a la celebración con la comunidad.
No “vale” lo mismo una eucaristía en la que se
participa que una que simplemente se ve o se oye gracias a las tecnologías de
la comunicación. Pero cuando es imposible ir, uno puede unirse espiritualmente
a algo que está teniendo lugar.
Las
circunstancias actuales, totalmente extraordinarias, hacen que sea preciso
evitar todo contacto con otros para cuidar la salud pública y, en definitiva,
el bien de cada persona.
Eso justifica que los obispos –empezando por el de
Roma– hayan indicado a los católicos que se unan a las celebraciones a través
de los medios de comunicación o Internet.
¿Se puede emitir una Misa grabada?
La utilidad y los criterios a la hora de emitir la
Misa están claros. Pero no se dice nada de si deben ser en directo o grabadas.
Se trata de una cuestión ya antigua, dado que en
algunos lugares y momentos se ha dado el problema de la imposibilidad o
dificultad de emitir la eucaristía en directo, ya sea por razones técnicas o de
recursos humanos o económicos (sobre todo si hablamos de medios regionales o
locales, más modestos).
Hay casos en los que se ha emitido el domingo por la
mañana una Misa que había sido grabada previamente el sábado por la tarde. Se
aseguraba, así, que era una celebración del mismo domingo –al ser la Misa
vespertina– de forma “verídica”.
Porque cualquier otra práctica no sería aceptable, por
supuesto (por ejemplo, grabarla en cualquier otro momento “como si fuera”
dominical).
Ahora en muchos países no existe ese problema para la
persona que quiera “participar” de la eucaristía: hay múltiples posibilidades,
tanto en televisión y radio como en Internet, no sólo para unirse a la Misa del
domingo, sino también a la de todos los días. En total y riguroso directo.
Los obispos italianos lo dejaron claro en su nota Il
giorno del Signore (1984): en estas celebraciones retransmitidas “la palabra de
Dios es proclamada y comentada ‘en directo’, y puede suscitar la oración; el
enfermo y el anciano pueden unirse espiritualmente a la comunidad que en ese
mismo momento celebra el rito eucarístico; la oración universal puede ser
compartida” (n. 35). En directo.
Porque así la participación es más real: nos unimos a
un altar muy concreto, en el que Jesucristo se está ofreciendo una vez más,
como hizo en la cruz, para salvar el mundo.
Aunque esté el sacerdote solo ante un teléfono o un
ordenador o una cámara –como sucede estos días en tantas ocasiones–, ahí está
el centro del universo. Por eso, dejemos las grabaciones que no aportan nada,
pudiendo unirnos en tiempo real.
Artículo
enviado por:
Jesús Manuel
Cedeira Costales.
Fuentes
aleteia.org
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