La Iglesia señala que es laudable la costumbre de instalar
en las casas y en las iglesias un «belén» o «nacimiento», que recuerda y ayuda
a vivir el misterio de la Navidad. El mismo puede ser bendecido por un laico.
Los belenes se colocan tradicionalmente en Solemnidad la
inmaculada y hasta el 2 de febrero, las candelas, final tradicional de las
fiestas navideñas por ser la última de las celebraciones que conmemora la
infancia del Señor.
Para ello se reúne la familia, y el padre o la madre de la
misma dice “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” Todos se
santiguan y responden: “Amén”. Luego, el que dirige la celebración dice:
“Alabemos y demos gracias al Señor, que tanto amó al mundo que le entregó a su
Hijo”. Todos responden: “Bendito seas por siempre, Señor” (Bendicional 1246).
Luego, el que dirige la oración dice: “Durante estos días
contemplaremos asiduamente en nuestro hogar este pesebre y meditaremos el gran
amor del Hijo de Dios, que ha querido habitar con nosotros. Pidamos, pues, a
Dios que el pesebre colocado en nuestro hogar avive en nosotros la fe cristiana
y nos ayude a celebrar más intensamente estas fiestas de Navidad” (Bendicional
1247).
Posteriormente, Uno de los miembros de la familia lee un
texto de la Sagrada Escritura, por ejemplo, Lc 2, 4-7a: María dio a luz a su
hijo primogénito (Bendicional 1247). Acabada la lectura de la Escritura puede
tener lugar un canto. Terminado el canto o la lectura de la Palabra de Dios, se
hacen unas preces para pedirle al Señor que, por su Nacimiento, proteja a esa
familia (Bendicional 1250).
Acabadas las preces, el que preside, con las manos juntas,
dice una de las dos oraciones siguientes, a elección de la familia (Bendicional
1251).
La primera es: “Señor Dios, Padre nuestro, que tanto amaste
al mundo que nos entregaste a tu Hijo único nacido de María la Virgen, dígnate
bendecir este nacimiento y a la comunidad cristiana que está aquí presente para
que las imágenes de este Belén ayuden a profundizar en la fe a los adultos y a
los niños. Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los
siglos de los siglos.”
La segunda es: “Oh, Dios, Padre nuestro, que tanto amaste al
mundo que nos has entregado a tu único Hijo Jesús, nacido de la Virgen María,
para salvarnos y llevarnos de nuevo a ti, te pedimos que con tu bendición estas
imágenes del nacimiento nos ayuden a celebrar la Navidad con alegría y a ver a
Cristo presente en todos los que necesitan nuestro amor. Te lo pedimos en el
nombre de Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos.”
Al terminar cualquiera de las oraciones, todos responden
“Amén”.
Finalmente, el que dirige la celebración se santigua
mientras dice: “Cristo, el Señor, que se ha aparecido en la tierra y ha querido
convivir con los hombres nos bendiga y nos guarde en su amor” (Bendicional
1252).
Todos responden: “Amén”.
Hoy 5 de diciembre subió la Hermandad de los Estudiantes al
Monsacro parar instalar los belenes en las capillas y perpetuar esta tradición.
El Belén de cumbres o Belén montañero cumple estos tres
valores y aspectos, pero también algún otro que le convierte en más especial:
es el belén que pasa la Navidad en la mayor soledad; lleva una construcción
sencilla, modesta, humilde (suele estar hecho de madera o barro); y es el menos
visitado, a no ser que pase por allí algún montañero.
El montaje del belén de cumbres comenzó en la década de los
años cuarenta y cincuenta. En el caso de Asturias, un pequeño grupo de diez
montañeros asturianos tuvo la iniciativa y el ánimo de colocar un nacimiento en
la cumbre de Peña Ubiña, a 2.200 metros de altitud.
Allí encontraron una cueva al abrigo para ambientarlo y que
el pesebre estuviera protegido; fue conmovedor para los diez montañeros, buenos
y probados escaladores, ya que ascendieron en medio de dificultades por el
peligro de una nevada; pero ni tiempo ni el ambiente adverso los amedrentaron.
En este primer belén asturiano se procuró que no faltase
ninguna de las piezas fundamentales: San José, María, el Niño y los Reyes
Magos.
Esta fue, quizás, la primera aventura del belén de cumbres,
pero a finales de la década de los sesenta fueron más grupos montañeros los que
se unieron a esta idea en diferentes zonas de España, donde existen grupos que
este año celebran más de 50 años ascendiendo el belén a la cima de alguna
montaña emblemática.
Enviado por:
Jesús Manuel Cedeira
Costales.
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