En el tiempo litúrgico de cuaresma, como es sabido,
los católicos están obligados a guardar el ayuno y la abstinencia de comer
carne. Básicamente el ayuno obliga a todos los fieles católicos entre 18 y 59
años y consiste en abstenerse de comer alimento sólido el miércoles de ceniza y
el viernes santo, permitiéndose una comida al mediodía y dos pequeñas
colaciones, una por la mañana y otra por la noche.
Para cumplir el precepto de la abstinencia los fieles
han de evitar comer carne (u otro alimento determinado por la Conferencia
Episcopal) el miércoles de ceniza y todos los viernes del año que no coincidan
en solemnidad. Sin embargo, muchas conferencias episcopales han autorizado que
los fieles sustituyan esta mortificación -excepto en cuaresma- por alguna obra
de piedad o de caridad. Una descripción más detallada de estas normas se puede
consultar en el artículo La obligación de guardar ayuno y abstinencia los días
de penitencia.
La norma del ayuno y la abstinencia tiene un sentido
de penitencia. En efecto, el Señor indicó a sus discípulos que debían ayunar
cuando Él no estuviera entre nosotros: “días vendrán cuando el novio les será
quitado, y entonces ayunarán” (Mt 9, 15). En el actual momento en que el Señor
no está con nosotros, por lo tanto, debemos ayunar.
Sin embargo, hoy día en ciertos ambientes es fácil
encontrar críticas a la norma del ayuno y de la abstinencia. Se echa en cara de
los católicos que con las actuales disposiciones de la Iglesia no peca quien se
abstiene de comer carne, pero come pescado de calidad o mariscos. O quien
espera a las doce de la noche para comer embutidos después de un viernes o para
romper el ayuno del miércoles de ceniza con una abundante cena. ¿Qué se puede
contestar a estas críticas?
La norma de la abstinencia de la carne en otras épocas
era una penitencia con un sentido claro de mortificación. En momentos
históricos en que difícilmente llegaban a todas las ciudades alimentos variados
de calidad, abstenerse de carne significaba pasar el día comiendo verduras o
pescado malo. Hoy día los medios de transporte permiten comer cualquier
alimento de calidad en cualquier población, y efectivamente la norma de la
Iglesia lo permite. Quienes actúan de esta manera no cometen pecado.
Actualmente la penitencia que impone la Iglesia con esta normativa no es la
mortificación, sino la obediencia. Lo que cuesta no es abstenerse de la carne,
sino obedecer a la Iglesia. Y se debe tener en alta estima la actitud de
quienes obedecen a la Iglesia en los actuales tiempos en que se da tanta
deslealtad.
Ciertamente quienes esperan a comer carne a que pasen
las doce de la noche después de un viernes, no pecan. Manifiestan obediencia a
la Iglesia. No conozco ningún caso real al respecto, pero si se diera, los
pastores de almas no deben gravar la conciencia de quienes comen carne pasadas
las doce de la noche, pues si la Suprema Autoridad de la Iglesia no lo exige,
no lo pueden exigir quienes no tienen potestad para dar normas. Se puede alegar
que quienes actuaran de esta manera –lo cual, como ya ha quedado indicado, es
verdaderamente infrecuente– actúan en contra del espíritu de la ley, pero no es
correcto usar el espíritu de la ley para obtener una interpretación contraria a
la letra de la ley.
Sin embargo, la cuestión quedaría incompleta tal como
hemos planteado hasta el momento pues queda pendiente concretar la necesidad de
ayunar y hacer penitencia. Un planteamiento como el que estamos haciendo puede
parecer un simple formalismo o un cumplimiento externo de la ley, y no podemos
olvidar que el Señor imprecó a los fariseos por ello (cf. Mt 23 16-23).
El ayuno y la penitencia son obligatorios para los
cristianos por disposición divina, aunque las formas concretas de realizar
estas prácticas las ha de concretar cada uno. Como ya hemos visto la Iglesia
puede considerar oportuno imponer de modo obligatorio ciertas prácticas, pero
se debe advertir que su cumplimiento no agota necesariamente el mandato que nos
dio el Señor de hacer penitencia y ayunar. Será cada fiel cristiano el que en
conciencia debe hacer examen sobre si cumple realmente con el mandato del Señor
con el ayuno y la penitencia que hace.
En este sentido se debe tener en cuenta que la
penitencia en los tiempos actuales no se debe reducir a lo que se refiere a
alimentos. En un mundo en que abundan los medios materiales se puede ayunar de
todo lo que signifique consumismo. Juan Pablo II recomendó el ayuno de
televisión por cuaresma: “¡En cuántas familias el televisor parece sustituir,
más que favorecer, el diálogo entre las personas! Cierto ayuno, también en este
ámbito, puede ser saludable, tanto para dedicar mayor tiempo a la reflexión y a
la oración, como para cultivar las relaciones humanas” (Juan Pablo II, Ángelus,
10 de marzo de 1996). Del mismo modo los cristianos podrían hacer ayuno de
internet, y varios Obispos lo han recomendado.
Por lo tanto, todos los cristianos deben hacer
penitencia y han de ayunar: también aquellos que esperan a las doce de la noche
para comer carne o quienes comen mariscos y pescados de calidad en viernes de
cuaresma.
Artículo enviado por: Jesús
Manuel Cedeira Costales.
Fuentes: Escrito de Pedro María
Reyes Vizcaíno,
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