sábado, 17 de octubre de 2020

Conmemoración de san Longinos, venerado como el soldado que abrió con la lanza el costado del Señor crucificado.



La historia de san Longinos, a quien conmemora en este día el Martirologio Romano, se desarrolló en la ciudad de Cesárea, en Capadocia. Su narración es conveniente hacerla en los mismos términos en que la hace el beato Santiago de Vorágine en su «Leyenda áurea», de donde proviene lo que escasamente se puede afirmar tradicionalmente de él. De acuerdo con ese relato, san Longinos fue el centurión que, por órdenes de Pilatos, estuvo con otros soldados al pie de la cruz de Nuestro Señor y el que traspasó Su costado con una lanza. Longinos fue también quien, al ver las portentosas convulsiones de la naturaleza que se produjeron a la muerte de Cristo, pronunció la famosa frase que le hizo el primer convertido a la fe cristiana: «¡Verdaderamente, Este era Hijo de Dios!» También se dice de él que estaba quedándose ciego y, al dar la lanzada, una gota de sangre del Salvador cayó sobre sus ojos y lo dejó sano al instante. Por tal razón, abandonó la carrera de soldado y, después de haber sido instruido por los apóstoles, llevó una vida monástica en Cesárea, Capadocia, donde ganó muchas almas para Cristo por medio de sus palabras y ejemplo.




Muy pronto cayó en manos de los perseguidores, que lo llevaron a juicio. Como se rehusara a ofrecer sacrificio, el gobernador ordenó que se le quebraran a golpes todos los dientes y que se le cortara la lengua. Sin embargo, Longinos no perdió a consecuencia de esto la facultad de hablar y ahí mismo, apoderándose de un hacha, redujo a fragmentos los ídolos y gritó: «Ahora veremos si en verdad son dioses». Una horda de demonios salió de los ídolos, se apoderó del gobernador y de sus ayudantes, que cayeron a los pies de Longinos, gimoteando y emitiendo aullidos. El santo les dijo: «¿Por qué toman los ídolos como morada?» Los demonios contestaron: «Dondequiera que no se oiga el nombre de Cristo y no se imponga el signo de su cruz, allí es nuestra morada». Entretanto, el gobernador continuaba dando gritos estridentes, porque había quedado ciego. Longinos fue hacia él y le dijo: «Sábete que solamente puedes ser curado cuando me hayas quitado la vida. Pero tan pronto como yo haya entregado mi alma por tu acción, rogaré por ti y obtendré para ti salud, tanto para el cuerpo como para el alma». Inmediatamente después, el gobernador ordenó que se le cortara la cabeza y, tan luego como se ejecuto la orden, cayó el gobernador sobre el cadáver y, con abundante llanto, mostró su arrepentimiento. En el mismo momento, recuperó la cordura, así como la vista, y terminó su vida haciendo toda clase de buenas obras.





Es evidente el carácter enteramente legendario de este relato, que no está apoyado en ninguna evidencia de documentos de los primeros siglos. El «centurión» de Marcos (15,39) está identificado sin ninguna prueba de garantía con el «soldado» de Juan (19,34), que atravesó el costado de Jesús. A este último, en el Evangelio apócrifo de Nicodemus, conocido también como «Las Actas de Pilatos», se le da el nombre de Longinos en sus últimas recensiones; pero parece haber probabilidades de que fue sugerido por la palabra griega «lonje» (lanza), el arma que se dice haber usado. Existe un manuscrito sirio de los evangelios en la Biblioteca Laurenciana en Florencia, escrito por un cierto monje Rábulo, en 586, que contiene una miniatura de la crucifixión. En este manuscrito, el soldado que atraviesa el costado de Nuestro Señor, tiene el nombre de Longinos escrito sobre su cabeza en caracteres griegos. Esto, sin embargo, puede haber sido una adición ulterior. 





Lo que sabemos de cierto es que hubo varias historias diferentes en circulación respecto a Longinos, que dieron origen a diferentes fiestas en distintas fechas. La leyenda más notable es la de Mantua, donde se afirma que Longinos fue a esa ciudad, poco después de la muerte de Nuestro Señor y allí, después de predicar el Evangelio por algunos años, sufrió el martirio. Más aún, se dice que llevó consigo una porción de la preciosa sangre derramada sobre la cruz y que esa reliquia se conserva en Mantua, así como el cuerpo del santo.





El Martirologio actual conserva la evocación del santo, por ser muy antigua y tradicional, pero de ninguna manera la caracterización de mártir, de la que no hay más testimonio que estas edificantes pero convencionales leyendas.

San Longino, el milagro Eucarístico de Lanciano y el Corazón de Jesús

Longinos según la tradición era de Lanciano (ciudad que se encuentra a 45 kilómetros de Pescara  Italia) y en Lanciano se produjo el milagro eucarístico más antiguo investigado por la ciencia.





El milagro de eucarístico Lanciano

En el siglo VIII, un monje basiliano, después de haber realizado la doble consagración del pan y del vino, comenzó a dudar de la presencia real del Cuerpo y de la Sangre del Salvador en la hostia y en el cáliz. Fue entonces cuando se realizó el milagro delante de los ojos del sacerdote; la hostia se tornó un pedazo de carne viva; en el cáliz el vino consagrado en sangre viva, coagulándose en cinco piedrecitas irregulares de forma y tamaño diferentes.

Esta carne y esta sangre milagrosa se han conservado, y durante el paso de los siglos, fueron realizadas diversas investigaciones eclesiásticas.

Verificación del milagro.

Quisieron en la década de 1970, verificar la autenticidad del milagro, aprovechándose del adelanto de la ciencia y de los medios que se disponía. El análisis científico de aquellas reliquias, que datan de trece siglos, fue confiado a un grupo de expertos. Con todo rigor, los profesores Odoardo Linoli, catedrático de Anatomía, Histología Patológica, Química y Microscopia clínica, y Ruggero Bertelli, de la Universidad de Siena efectuaron los análisis de laboratorio.





He aquí los resultados:

La carne es verdaderamente carne.

La sangre es verdaderamente sangre.

Ambos son sangre y carne humanas.

La carne y la sangre son del mismo grupo sanguíneo (AB).

La carne y la sangre pertenecen a una persona VIVA.

El diagrama de esta sangre corresponde al de una sangre humana que fue extraída de un cuerpo humano ese mismo día.

La carne está constituida por un tejido muscular del corazón (miocardio).

El diagnóstico histológico de miocardio hace que sea poco aceptable la hipótesis de un “falso”. De hecho sólo una mano experta en disección anatómica hubiese podido obtener del corazón (órgano cavo) de cadáver una rebanada uniforme y continua, considerando que las primeras disecciones anatómicas sobre el hombre fueron posteriores al 1300.

Otro detalle inexplicable: pesando las piedrecitas de sangre coaguladas, y todas son de tamaño diferente, cada una de éstas tiene exactamente el mismo peso que las cinco piedrecitas juntas.





Conclusiones.

Se puede decir que la ciencia ha dado una respuesta segura y exhaustiva acerca de la autenticidad del Milagro Eucarístico de Lanciano.

Un hecho impresionante: la carne que está allí es carne del corazón.

Jesús nos da, otra vez, Su Corazón por medio de este Milagro Eucarístico, el mismo que fue traspasado por Longinos en el Calvario.

El mismo que está en cada Eucaristía en cada Tabernáculo. Es un Corazón traspasado de amor por los hombres, y que solo recibe desprecios, indiferencias, blasfemias, sacrilegios de los mismos hombres.

Es manifestación de amor, amor más sublime no existe. Solo Nuestro Señor nos ama de esta forma. Cada Misa, cada Eucaristía es un acto de amor de nuestro Señor. En cada Eucaristía se derraman gracias de salvación para la humanidad.

El profesor Odoardo Linoli,nada más concluir las investigaciones envió un brevísimo telegrama a los franciscanos: “In principio erat Verbum et Verbum Caro factum est”.(En el principio era la Palabra, y la Palabra se hizo carne).

Hay una abundante literatura relacionada con estas últimas fábulas. Algunos relatos se encuentran en C. Kroner, Die Longinuslegende (1899) en R. J. Peebles, The Legend of Longinus in Ecclesiastical Tradition and English Literature (1911). Ver también el Acta Sanctorum marzo, vol. II y F. I. Dogler, Antike und Christentum 1. IV (1933), pp. 81-94. De las «Actas de Pilatos» hay ediciones en castellano.








Enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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