Hace 220 años, el 8 de septiembre del año 1800 y a causa de
la epidemia de fiebre amarilla; la bendita y muy milagrosa imagen de Nuestro
Padre Jesús Nazareno salió en solemne procesión de rogativas por las calles de
Triana.
Durante el mes de agosto y tras una temporada de copiosas
lluvias e inundaciones, la ciudad padeció una terrible epidemia que se calcula
llegó a causar la muerte a una tercera parte de la población. El fervor y la
confianza en la mediación divina motivaron que se organizasen numerosos actos
de rogativas por toda la ciudad, sobre todo procesiones públicas.
Las mismas comenzaron el 23 de agosto con la ostentación y
adoración pública del Santísimo Sacramento. Esta se hizo hasta tres veces en la
Catedral, con procesión claustral a la que asistía el Cabildo y el pueblo. El
31 de agosto se dirigió a Triana una Santa Misión, en la que participaron cerca
de seiscientas personas, que recorrieron los parajes infectados, en los que los
religiosos exhortaban a la penitencia.
En nuestra historia destaca la fecha del día 7 de
septiembre, en el que nuestra Hermandad acudió en representación a la Santa
Misión organizada por la Hermandad del Gran Poder en la Catedral, junto con las
restantes del que daban culto a Jesús Nazareno, Hermandad Sacramental del
Sagrario y comunidad de San Antonio Abad. Sin embargo, no fue hasta la tarde
del día siguiente, 8 de septiembre, cuando la imagen de Nuestro Padre Jesús
Nazareno de la Archicofradía, fue sacada en procesión por las calles de Triana;
desconociéndose el recorrido realizado.
Durante todo el mes de septiembre fueron numerosas las
imágenes que procesionaron, tanto de gloria como de penitencia. El día 30 salió
la Virgen de los Reyes, que estuvo en la capilla mayor ocho días y después
volvió a la Real. Con esta rogativa “𝘴𝘦 𝘵𝘦𝘮𝘱𝘭ó
𝘦𝘭
𝘢𝘳𝘥𝘰𝘳
𝘥𝘦𝘭
𝘴𝘰𝘭
𝘺
𝘴𝘦
𝘮𝘢𝘳𝘤𝘩ó
𝘦𝘭
𝘭𝘦𝘷𝘢𝘯𝘵𝘦,
𝘱𝘳𝘰𝘵𝘢𝘨𝘰𝘯𝘪𝘴𝘵𝘢
𝘥𝘦𝘭
𝘢𝘶𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰
𝘥𝘦𝘭
𝘯ú𝘮𝘦𝘳𝘰
𝘥𝘦
𝘦𝘯𝘧𝘦𝘳𝘮𝘰𝘴;
𝘯𝘶𝘣𝘭á𝘯𝘥𝘰𝘴𝘦
𝘺
𝘭𝘭𝘰𝘷𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰
𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭𝘭𝘢
𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦
𝘺
𝘭𝘰𝘴
𝘤𝘪𝘯𝘤𝘰
𝘥í𝘢𝘴
𝘴𝘪𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴”.
Parece que esta última fue, para los sevillanos de entonces,
la rogativa que tuvo mejor resultado, ya que los cultos externos se acabaron
espaciando en el tiempo hasta finalmente hacerse de forma interna, signo de la
desaparición de la calamidad.
Enviado por: Jesús
Manuel Cedeira Costales.
Fuente: Hermandad de La
O
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