En la Edad Media, el papa Julio III prohibió consumir
huevos durante la Cuaresma. El domingo de Pascua, con gran alegría, todos
salían al campo para recogerlos entonado cantos de aleluya
Origen
Para la cristiandad -y los ortodoxos lo son, el
domingo de Pascua es una fiesta de júbilo. Y al tradicional cordero en la mesa
-símbolo de pureza- se ha unido otro símbolo: el huevo de Pascua. Éste
constituye el signo la resurrección, porque el huevo de Pascua ha tenido
siempre una venerable historia, desde aquellos primeros cristianos que le
consideraron como símbolo de la Resurrección de Jesús. En la Edad Media, cuando
llegaba la Pascua los huevos se pintaban y tan colorinescos objetos eran los
presentes más preciados durante esos días, hasta el punto de que, en el siglo
XVII, el Papa Pablo V bendijo al humilde huevo en una plegaria, quizás para
olvidar la prohibición decretada por la Iglesia en el siglo IX, de no
consumirlos durante toda la cuaresma.
La llegada de la Pascua suponía el levantamiento de la
norma y el fervor por los huevos se desataba, tanto en la cocina como en los
regalos entre familiares, amigos y sirvientes. Suponía desquitarse de la
penitencia impuesta durante cuarenta y seis días. Era el festín del huevo
porque éste representaba el regocijo y la vuelta a la alegría. Como la
conservación de los huevos durante la cuaresma era problemática -no había
frigoríficos-, lo habitual era bañarlos en cera líquida. Así, la fina capa
protectora que los cubría permitía mantenerlos más frescos. De ahí vino la
costumbre de colorearlos y decorarlos con ceras.
Con el tiempo, la Iglesia levantó el veto al huevo,
pero eso no impidió la costumbre de celebrar la Pascua consumiéndolos y
regalándolos. Costumbre que ha perdurado hasta hoy, y con mayor auge en los
países del Este y en Centroeuropa.
En los de habla inglesa, al Domingo de Pascua se le
llama ´Easter Sunday´, porque según la tradición teutónica, Eastre era la diosa
de la primavera (la Pascua casi siempre cae muy próxima), y en su homenaje se
celebraba un festival pagano. Del nombre Eastre derivó Easter.
La costumbre de esconder huevos pintados en el campo o
en los jardines de las casas, para la alegría y regocijo de los niños que los
encuentran, se sigue manteniendo en muchos países, entre ellos Estados Unidos.
Curiosamente en los jardines de la Casa Blanca el día de Pascua se desarrolla
una singular carrera de chicos que hacen rodar los huevos. Gana quien llegue
más lejos y sin romperlos. En Grecia todavía se siguen intercambiando huevo
carmesí, para recordar la sangre de Cristo. Los armenios los vacían y los
decoran con imágenes de Cristo y de la Virgen. Y en Polonia y Ucrania por
Pascua, hacen verdaderas obras de arte con cera hundida sobre su cáscara.
El día del nacimiento de Alejandro Severo, quien
sucedió a Heliogábalo en la antigua Roma, una gallina puso un huevo de color
rojo. La madre consideró esto como un vaticinio que su hijo vestiría la
púrpura. Desde entonces fue considerado prenda de buena fortuna los huevos
teñidos.
En la Edad Media, el papa Julio III prohibió consumir
huevos durante la Cuaresma. El domingo de Pascua se levanta la veda y con gran
alegría de todos, en especial de los niños salían al campo para recogerlos,
entonado cantos de aleluya. Esta costumbre se mantiene aún vigente en muchos
países.
Hay huevos famosos, unos por su gran tamaño, otros por
su originalidad. Como el que le obsequió Luis XV a Madame Du Barry que estaba
completamente recubierto de oro. Un caballero de la corte exclamó: "¡Si lo
comes pasado por agua, yo guardaré la cáscara!".
El rey también obsequiaba
entre sus cortesanos huevos pintados o grabados. Watteau, Lancret y Boucher
llegaron a realizar en ellos verdaderas obras de arte. En el museo Lambinet, en
Versailles, se encuentran dos huevos que se consideran una maravilla y que
fueron regalados el día de Pascua a Madame Victoria, tía de Luis XVI.
Todo comienza en Semana Santa y culmina con el Domingo
de Pascua, que se presenta como una de las más importantes fiestas religiosas.
Más allá de los días no laborables, los kilos de chocolates que se comen, los
conejos y las roscas típicas, la Pascua tiene una historia digna de ser
contada.
La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos, una
de las conmemoraciones más importantes para la cristiandad. Muchos fieles van a
misa con ramos de olivo -símbolo del recibimiento de Cristo en Jerusalén- para
que sean bendecidos.
En esta semana se recuerda la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús. Con el Domingo de Ramos se evocó la entrada de Cristo en
Jerusalén. Según la fe católica, el pueblo judío le dio la bienvenida agitando
ramos de olivo.
A partir del jueves próximo -día que se conmemora la
Ultima Cena- la liturgia religiosa adquiere mayor importancia. El viernes santo
se evoca el tormento de Cristo en su marcha hacia el Calvario y el domingo, con
la Pascua de Resurrección, se festejará el paso de la muerte a la vida del Hijo
de Dios.
La Pascua constituye el fundamento sobre el cual se
asienta y gira toda la vida del cristianismo. Es festejada por 1200 millones de
fieles en todo el mundo y el Papa da la bendición en una misa urbi et orbi
desde la Basílica de San Pedro.
Las tradiciones en esta fiesta han ido variando con el
correr de los siglos hasta llegar a convertirse, para la gran mayoría de la
gente, en una semana donde no se trabaja y se comen los famosos huevos de
Pascua. De hecho, el Domingo Santo es uno de los dos días del año en el que se
consume más chocolates (el otro es la Navidad).
Desde los comienzos de la humanidad, el huevo fue
sinónimo de fertilidad, esperanza y renacimiento. El huevo adquirió importancia
dentro de la mitología egipcia cuando el Ave Fénix se quemó en su nido y volvió
a renacer más tarde a partir del huevo que lo había creado en un principio.
También los hindúes sostenían que el mundo había nacido de un huevo.
Los huevos de pascua en la antigüedad eran de gallina
y de pato, y en la Edad Media les eran regalados a los chicos durante las
celebraciones.
Al tiempo, los cristianos comenzaron a obsequiarse huevos
durante la Semana Santa con regalos y al principio el siglo 19, en Alemania,
Italia y Francia, aparecieron los primeros huevos hechos con chocolate con
pequeños regalos adentro.
En cuanto a la decoración, los huevos de pascua
siempre han representado un desafío para los reposteros. Pero las diversas
culturas fueron decorando de manera diferente los huevos. En sus comienzos,
eran pintados a mano con colores estridentes que representaban la luz del sol.
Los huevos se hacían uno a uno con un molde prefabricado, lo que dificultaba
mucho su elaboración masiva. Los colores estridentes fueron apareciendo con las
grandes producciones de huevos, por los años 20 y 30 del siglo pasado.
Y
se transformó en chocolate
Un elemento infalible en la Pascua es el tradicional
Huevo de Chocolate, relleno con confites y algunas sorpresas que generalmente
es un Juguete, sin embargo, no siempre los huevos fueron de Chocolate, ni
siquiera tuvieron confites o sorpresas.
Regalar huevos decorados es una
costumbre que se originó en Europa y Medio Oriente antes del cristianismo.
En
el antiguo Egipto y en Persia los amigos intercambiaban huevos decorados cuando
comenzaba la primavera, como símbolo del renacer de la naturaleza.
En Roma las
mujeres embarazadas cargaban con un huevo porque se creía que con él podrían
conocer el sexo del niño al nacer.
Como la Primavera Europea prácticamente
coincide con la Pascua, el huevo pasó a ser el signo del renacer de Cristo; la
resurrección. Y ya en la Edad Media se universalizó el uso de los huevos de
pascua con este sentido. En algunos países europeos, los huevos se decoran el
Jueves Santo y se rompen el Domingo. La cáscara representa la tumba en la que
Jesús estuvo sepultado, y es por eso que el huevo se quiebra el domingo de
Pascua, pues Cristo resucitó y salió de su sepulcro. También existe un juego
donde se hacen rodar los huevos por el pasto tratando de no romperlos y está
relacionado con rodar la piedra que cubría la tumba de Jesucristo.
Artículo
enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente:
http://es.catholic.net
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