El “Miércoles al inicio del ayuno” comienza con el
rito de la imposición de la ceniza, con ello se inaugura la Cuaresma, la cual
representa el ciclo de preparación a celebrar el misterio de la Pasión, Muerte
y Resurrección de Cristo. El Miércoles de Ceniza está estrechamente unido con
la idea de la penitencia, la cual ya se expresaba entre los hebreos cubriéndose
la cabeza de ceniza y vistiéndose de aquel áspero paño llamado cilicio.
Jesús deplorando la impenitencia de las ciudades de
Corozaín y de Betsaida, dice que merecerán el mismo fin que Tiro y Sidón, si no
hacen penitencia con ceniza y cilicio
(Mt 11, 21). Por ello Tertuliano, San Cipriano, San Ambrosio, otros
Padres y escritores cristianos antiguos aluden a la penitencia in cinere et
cilicio, en los siglos V y VI cuando la Iglesia organizó la “penitencia
pública”, escogió la ceniza y el saco para señala el castigo de aquellos que
habían cometido pecados graves y notorios.
El período de esa penitencia canónica comenzaba este
día y duraba hasta el Jueves Santo, en Roma del Siglo VII, los penitentes se
presentaban a los presbíteros, hacían la confesión de sus culpas y si era del
caso, recibían un vestido de cilicio impregnado de ceniza quedando excluidos de
la Iglesia y debían retirarse a alguna abadía para cumplir la penitencia, en
otras partes, los penitentes públicos cumplían su pena privadamente, es decir,
en su casa.
El primer formulario de bendición de cenizas data del
siglo XI, el rito de imponer cenizas sobre la cabeza de los penitentes, gesto
de gran carga simbólica se extendió por Europa rápidamente, las cenizas que
provienen de la combustión de los ramos de olivo del Domingo de Ramos del año
anterior, se deportaban sobre la cabeza de los varones, a las mujeres se les
hacía una cruz sobre la frente.
Artículo
enviado por:
Jesús Manuel
Cedeira Costales.
Fuente:
enlacecatolico.info
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