Francisco reivindica esta práctica navideña como parte
“del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe”.
Además de abordar la Sagrada Familia o los Reyes
Magos, pone en valor la figura del mendigo como “el privilegiado de este
misterio” y defiende a los personajes secundarios como símbolo de la “santidad
cotidiana”.
Coincidiendo con el primer domingo de adviento y con
su visita a Greccio, la localidad italiana donde Francisco de Asís instaló el
primer belén de la historia, el Papa ha firmado la carta apostólica ‘Admirable
signum’ sobre el significado y el valor de esta tradición cristiana.
Son poco
más de 3.000 palabras distribuidas en diez puntos, pero las suficientes para
que el Papa reivindique en tono catequético y pedagógico esta costumbre
navideña de representar el nacimiento de Jesús en las casas, “en los lugares de
trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas…”.
En plena polémica en España sobre la pertinencia o no
de ubicar los nacimientos en espacios públicos, el Papa lo defiende como “un
ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para
crear pequeñas obras maestras llenas de belleza”.
“Espero que esta práctica
nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso,
sea descubierta de nuevo y revitalizada”, subraya para reiterar en varios
momentos del escrito que “el belén forma parte del dulce y exigente proceso de
transmisión de la fe”.
“No es importante cómo se prepara el pesebre, puede ser
siempre igual o modificarse cada año; lo que cuenta es que este hable a nuestra
vida”, reflexiona Francisco.
El Papa arranca su carta haciendo un repaso histórico
sobre cómo se hizo realidad el deseo del “poverello” de Asís de “contemplar de
alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue
reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el
asno”.
“San Francisco realizó una gran obra de evangelización
con la simplicidad de aquel signo”, subraya Francisco sobre aquel primer
nacimiento en Greccio, subrayando cómo este pueblo “se ha convertido en un
refugio para el alma que se esconde en la roca para dejarse envolver en el
silencio”.
El Papa confía en que el belén lleve a los cristianos
a sentirse implicados “implicados en la historia de la salvación,
contemporáneos del acontecimiento que se hace vivo y actual en los más diversos
contextos históricos y culturales”.
Con este punto de partida, repasa una a una
todas las figuritas y demás elementos del belén:
El Niño Jesús
“El corazón del pesebre comienza a palpitar cuando, en
Navidad, colocamos la imagen”, expresa Francisco: “Dios se presenta así, en un
niño, para ser recibido en nuestros brazos.
En la debilidad y en la fragilidad
esconde su poder que todo lo crea y transforma”.
Para el obispo de Roma, “en Jesús, Dios ha sido un
niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se
manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos”.
La Virgen María
“Su imagen hace pensar en el gran misterio que ha envuelto
a esta joven cuando Dios ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado”,
escribe el Papa, que presente a María como “una madre que contempla a su hijo y
lo muestra a cuantos vienen a visitarlo”.
Francisco se remite a la anunciación para hacer comprender
que con su ‘sí’.
“María se convertía en la madre del Hijo de Dios sin perder su
virginidad, antes bien consagrándola gracias a Él.
Vemos en ella a la Madre de
Dios que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide a todos que
obedezcan a su palabra y la pongan en práctica”.
San José
“Por lo general, se representa con el bastón en la
mano y, a veces, también sosteniendo una lámpara”, señala el Papa sobre uno de
los santos a los que más devoción tiene.
“Juega un papel muy importante en la
vida de Jesús y de María.
Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su
familia”, comenta.
Además pone en valor cómo fue “el primer educador de Jesús
niño y adolescente” así como el hecho de que “llevaba en su corazón el gran
misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió
siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica”.
El pesebre
“Al nacer en el pesebre, Dios mismo inicia la única
revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los
marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura”, comenta el
Papa, que señala a continuación cómo “desde el belén, Jesús proclama, con manso
poder, la llamada a compartir con los últimos el camino hacia un mundo más
humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado”.
Los Reyes Magos
El Papa se refiere a ellos como “hombres ricos, sabios
extranjeros, sedientos de lo infinito, que parten para un largo y peligroso
viaje que los lleva hasta Belén”.
Francisco detalla que sus regalos tienen un
significado alegórico: “El oro honra la realeza de Jesús; el incienso su
divinidad; la mirra su santa humanidad que conocerá la muerte y la sepultura”.
Para Jorge Mario Bergoglio, Melchor, Gaspar y Baltasar
“enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo”.
De ellos
destaca que “no se dejan escandalizar por la pobreza del ambiente; no dudan en
ponerse de rodillas y adorarlo.
Ante Él comprenden que Dios, igual que regula
con soberana sabiduría el curso de las estrellas, guía el curso de la historia,
abajando a los poderosos y exaltando a los humildes”.
El cielo estrellado
“Pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras
vidas”, invita el Papa que reflexiona sobre cómo “Dios no nos deja solos, sino
que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido
de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este
momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré?”.
El escenario: las casas en ruinas
Francisco comenta cómo es habitual que la iconografía
de los nacimientos recoja edificios y palacios antiguos.
“Esas ruinas son sobre
todo el signo visible de la humanidad caída, de todo lo que está en ruinas, que
está corrompido y deprimido”, detalla el Papa, que va más allá: “Este escenario
dice que Jesús es la novedad en medio de un mundo viejo, y que ha venido a
sanar y reconstruir, a devolverle a nuestra vida y al mundo su esplendor
original”.
Las montañas, los riachuelos y los
animales
Para el Papa Francisco, reflejan cómo “toda la
creación participa en la fiesta de la venida del Mesías”.
El palacio de Herodes
“Está al fondo, cerrado, sordo al anuncio de alegría”,
describe el Papa.
Los ángeles y la estrella
“Son la señal de que también nosotros estamos llamados
a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor”, explica
Francisco.
Los pastores
“Son los más humildes y los más pobres quienes saben
acoger el acontecimiento de la encarnación”, sentencia que el Papa que les
presenta en contraposición a “tanta gente que pretende hacer otras mil cosas”.
“Se convierten en los primeros testigos de lo
esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece”, subraya.
Es más,
Francisco está convencido de que “este encuentro entre Dios y sus hijos,
gracias a Jesús, es el que da vida precisamente a nuestra religión y constituye
su singular belleza, y resplandece de una manera particular en el pesebre”.
Los mendigos
Francisco invita a colocar en el belén las figuras de
aquellos que “no conocen otra abundancia que la del corazón”.
“Ellos también
están cerca del Niño Jesús por derecho propio, sin que nadie pueda echarlos o
alejarlos de una cuna tan improvisada que los pobres a su alrededor no
desentonan en absoluto”, detalla en la carta apostólica.
El Bergoglio más fiel a sí mismo defiende que “los
pobres son los privilegiados de este misterio y, a menudo, aquellos que son más
capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros”.
No en vano, el Papa recuerda que el Hijo de Dios
“nació pobre”.
“Desde el belén emerge claramente el mensaje de que no podemos
dejarnos engañar por la riqueza y por tantas propuestas efímeras de felicidad”,
señala.
Las otras “figuritas”
El Papa admite en su carta que tanto a los niños como
a los adultos “les encanta añadir otras figuras al belén” que no aparecen en
los relatos evangélicos como la lavandera, el herrero, el panadero…
“Esta
imaginación pretende expresar que en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay
espacio para todo lo que es humano y para toda criatura”, interpreta Francisco.
Para él, todos estos personajes representan “la
santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de
todos los días, cuando Jesús comparte con nosotros su vida divina”.
Artículo
enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales.
Fuente: vidanuevadigital.com
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