Cualquier cofrade sabe que no es lo
mismo vestir de nazareno que serlo. El nazareno nace siéndolo –incluso sin
ser consciente– y, con el paso del tiempo, se descubre a sí mismo y se
construye. Un nazareno lo es toda su vida, aun cuando no viste la túnica, sea
por su voluntad o no.
Muchos empezamos a ser nazarenos por nuestros padres o
nuestros abuelos; algunos por sus amigos o por propia convicción. Cada uno por
sus motivos y con su preparación.
De este modo, queremos engrandecer el valor del nazareno.
Aunque a veces, puede ser desprestigiado o no muy tenido en
cuenta de manera inocente desde diversos colectivos, el nazareno es uno de los
pilares fundamentales de una hermandad, tanto a nivel humano a la hora de la
realización de actividades como figurativo en cuanto se pone la cofradía en la
calle.
Por todo esto y más, las hermandades deberían querer agradecer mucho mas a cada uno de
nuestros nazarenos para que sigan sintiéndose, una vez más, seres muy
importantes dentro de nuestra cofradía. ¡Gracias, hermanos!
Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
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