PADRE, soy pobre
y como pobre te pido: concédeme la gracia de permanecer alegre en mi pobreza, de
ser capaz de hacer silencio, para escuchar a los que son más pobres que yo, de
exultar de gozo de ser pobre con y por cada pobre, como Tu Hijo y mi Hermano
Jesús, y de hacer sólo Tu voluntad
JESUCRISTO,
ayúdanos a comprender la bienaventuranza de la mansedumbre, a responder y
ayudar a liberar a todo hermano oprimido, sin hacer distinción de color, raza o
religión. Maestro humilde, que habitas escondido en cada abandonado, en el niño
despreciado, en el anciano sólo, en la familia sin hogar y sin pan, en el
migrante refugiado, en el adicto y en la prostituta, en el joven que busca un
camino, en cada persona más necesitada que nosotros, Te pedimos por todos
estos, por todos nosotros: recuerda que somos uno en Ti, tu único cuerpo, abre
nuestros ojos, sana nuestras heridas y, entonces, en todo y en todos,
encontraremos la ocasión de reconocerte y amarte, entregándonos como Tú, pan
partido y compartido.
ESPÍRITU SANTO,
el único capaz de mover y renovar todo todas las cosas, haznos más bondadosos,
más acogedores, más cercanos. Que nuestro testimonio de vida inspire a otros
corazones a vencer la hipocresía, la insensibilidad, la indiferencia y el odio
con el mismo amor que une a Jesús con el Padre.
SANTA TRINIDAD,
Amor sin fin, haz que sepamos responder al grito de los pobres con esperanza,
con una sonrisa, con perfecta alegría, y que Te podamos servir, alabar, adorar
y amar en cada gesto gratuito y misericordioso a través de la invocación
silenciosa y constante de Tu Santo Nombre. Amén.
Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente:
conferenciaepiscopal.es
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