Salve Regina, una de las oraciones fundamentales a
Nuestra Señora, es también una de las antífonas más antiguas. Ha sido atribuida
a diversos autores, como el prelado gallego San Pedro de Mezonzo obispo de
Compostela; Ademar de Monteil, obispo de Le Puy que participó en la Primera
Cruzada; el monje alemán Hermann de Reichenau; San Jeroteo, supuesto obispo de
Segovia; y San Bernardo, aunque hoy se sabe que éste último se limitó a añadir
la parte final (O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria…). Ha habido incluso
quien la ha atribuido a los Templarios, quienes sin duda debían de cantarla, ya
que era popularísima en otras órdenes, como los dominicos, los franciscanos y
los benedictinos.
Ateniéndonos a criterios filológicos, creemos que
puede demostrarse el origen español de tan entrañable y popular oración. A
nuestro juicio es de San Pedro de Mezonzo. Excluimos a San Jeroteo porque es un
personaje legendario. Pero el autor no podía ser ni francés ni alemán. Los
españoles son incapaces de pronunciar la llamada ese líquida o ese impura, tan
frecuente en otras lenguas. Nos referimos a la s inicial en una palabra que va
seguida de otra consonante. Aunque en realidad no es tan difícil de pronunciar
y con un poco de práctica se aprende rápido, por la falta de costumbre y por lo
impropia que es de nuestro idioma los más suelen añadir una e protética delante
cuando tienen que usar un nombre o una palabra extranjeros (pronunciando por
ejemplo, Espéin por Spain, estar por star. Esto en lingüística se llama
prótesis, porque consiste en añadir un elemento ajeno, como cuando se implanta
una prótesis en el cuerpo humano. Así, la palabra latina spes (esperanza)
pronunciada cómodamente por un español suena «espes». Tal como está configurada
la melodía de la Salve, es imposible pronunciar spes al cantarla; no hay más
remedio que decir espes. Yo he intentado pronunciarla bien cuando la canto pero
es imposible. Ergo, la Salve es española. Un francés no tiene la menor
dificultad para pronunciar palabras de su idioma como slave o spacieux, ni un
alemán la tiene para pronunciar vocablos germanos como Stahl o sprechen (que es
más difícil todavía, porque la ese líquida la pronuncian sh).
Ahora bien, dado que existen tantas versiones de la
Salve hechas por compositores posteriores a la Edad Media, así como
innumerables versiones populares (Salve marinera, Salve rociera, etc.), nada
impide que Ademaro de Monteil o Hermann el Cojo (como también era llamado)
hicieran algún aporte o arreglo que haya llegado hasta nosotros después de
confluir con otras versiones, según se cantara en las distintas órdenes
monásticas. La Salve es, en realidad, patrimonio de la Cristiandad,
independientemente de su origen. Pero eso no quita que sea uno de los muchos
aportes de España a la Cristiandad.
Artículo
enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuente: adelantelafe.com
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