La liturgia invita a "contemplar el
acontecimiento de la Transfiguración, en el que Jesús concede a los discípulos
Pedro, Santiago y Juan el anticipo de la gloria de la Resurrección: una visión
del cielo en la tierra. El evangelista Lucas (9:28-36) nos muestra a Jesús
transfigurado en el monte, que es el lugar de la luz, un símbolo fascinante de
la experiencia única reservada a los tres discípulos. Suben con el Maestro al
monte, lo ven sumido en la oración, y en cierto momento 'su rostro cambió de
aspecto' " (v. 29).
Los apóstoles se asombran con la iluminación del Señor
y aumenta su estupor el hecho de que "junto a Jesús aparecen Moisés y
Elías, que le hablan de su próximo "éxodo", es decir, de su Pascua de
muerte y resurrección. Entonces Pedro exclama: 'Maestro, es hermoso que estemos
aquí"' (v. 33). ¡Él no quería que ese momento de gracia terminara!".
La Transfiguración también es una preparación a los
apóstoles para la pasión futura de Jesucristo.
"La Transfiguración tiene lugar en un momento muy
preciso de la misión de Cristo, es decir, después de haber confiado a sus
discípulos que 'debe sufrir mucho, [...] ser matado y resucitar al tercer día'
(v. 21). Jesús sabe que ellos no aceptan esta realidad, y entonces quiere
prepararlos para soportar el escándalo de la pasión y muerte de la cruz, para
que sepan que este es el camino por el cual el Padre celestial llevará a su
Hijo escogido a la gloria, resucitándolo de entre los muertos. Y este será
también el camino de los discípulos: nadie llega a la vida eterna si no es
siguiendo a Jesús, llevando su propia cruz en la vida terrena".
Este misterio tiene la gran bondad de hacer
comprensible al ser humano el sentido profundo del sufrimiento, que es el
sentido cristiano.
La Transfiguración "nos muestra la perspectiva
cristiana del sufrimiento: es un paso necesario pero transitorio. El punto de
llegada al que estamos llamados es tan luminoso como el rostro del Cristo transfigurado:
en él está la salvación, la bienaventuranza, la luz, el amor ilimitado de Dios.
Al mostrar su gloria, Jesús nos asegura que la cruz, las pruebas, las
dificultades en las que estamos luchando tienen su solución y su superación en
su Pascua".
"Jesús se transfiguró 'mientras oraba' -indicó
Francisco- (v. 29). Se había sumergido en una conversación íntima con el Padre,
en la que también resonaban la Ley y los Profetas, Moisés y Elías... Es así: la
oración en Cristo y en el Espíritu Santo transforma a la persona desde dentro y
puede iluminar a los demás y al mundo que la rodea".
Pidamos a la Virgen que "continuemos nuestro
camino con alegría... Que la Virgen María nos enseñe a permanecer con Jesús aun
cuando no lo entendamos a él o a sus caminos. Porque sólo estando a su lado
veremos Su gloria".
Artículo enviado por: Jesús Manuel
Cedeira Costale
Fuente: Vatican
News
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