"Que todos los Pueblos de la
tierra sepan que Tú eres Dios y no hay otro, y que Jesucristo es tu
siervo."
Nos habla san Clemente Romano, del
siglo I. Los primeros cristianos están dispuestos a dar su vida por la unidad
de la Iglesia. Se esfuerzan por mantener unido el rebaño de Cristo, que
empieza a verse atacado y zarandeado por
herejías, infidelidad, etc.
Textos de los primeros siglos sobre
la unidad de la Iglesia
1. De san Clemente, que ocupó la
sede romana en los últimos años del siglo primero, se conserva una carta a la
Iglesia de Corinto, en la que exhorta a aquella comunidad, amenazada de graves
disensiones internas, a mantenerse en la unidad…
Pediremos con insistente súplica,
haciendo nuestra oración, que el artífice de todas las cosas guarde integro en
todo el mundo el número contado de sus elegidos, por medio de su amado Hijo
Jesucristo (San Clemente Romano, Epístola a los Corintios, 59, 2 – 61, 3).
2. Un ejemplo maravilloso de oración
por la unidad, en primer lugar en la petición por los más necesitados…
Te pedimos, Señor, que seas nuestra
ayuda y defensa. Libra a aquellos de entre nosotros que se hallan en
tribulación, compadécete de los humildes, levanta a los caídos, socorre a los
necesitados, cura a los enfermos, haz volver a los miembros de tu pueblo que se
han desviado; da alimento a los que padecen hambre, libertad a nuestros
cautivos, fortaleza a los débiles, consuelo a los pusilánimes; que todos los
Pueblos de la tierra sepan que Tú eres Dios y no hay otro, y que Jesucristo es
tu siervo, y que nosotros somos tu pueblo, el rebaño que Tú guías (San Clemente
Romano, Epístola a los Corintios,59, 2–61, 3).
3. Militemos, pues, hermanos, con
todo fervor, bajo sus órdenes intachables. Consideremos a los que se alistan
bajo las banderas de nuestros emperadores. ¡Con qué disciplina, con qué
prontitud, con qué sumisión ejecutan cuanto se les ordena! No todos son
prefectos, ni todos tribunos, ni centuriones, ni quincuagenarios y así de los
demás grados, sino que “cada uno en su propio orden” (1 Cor 15, 23)
Ejecuta lo
mandado por el emperador y por los jefes superiores. Los grandes no pueden
subsistir sin los pequeños ni los pequeños sin los grandes. En todo hay cierta
templanza y en ello radica la utilidad (San Clemente Romano, Epístola a los
Corintios, 37-38).
4. Tomemos el ejemplo de nuestro
cuerpo: la cabeza nada puede sin los pies, ni los pies sin la cabeza; los
miembros más insignificantes de nuestro cuerpo son necesarios y útiles al
cuerpo entero y colaboran mutuamente en bien de la conservación del cuerpo
entero. Que se conserve también entero este cuerpo que formamos en Cristo Jesús
(San Clemente Romano, Epístola a los Corintios, 37-38).
Artículo enviado por: Jesús Manuel Cedeira Costales
Fuentes:
Del libro: ORAR CON LOS
PRIMEROS CRISTIANOS Gabriel Larrauri (Ed. Planeta)
Artículo
originalmente publicado por Primeros Cristianos
https://es.aleteia.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.