Hoy 3 de enero que celebramos el día
del Santísimo Nombre de Jesús, algunos fieles pueden preguntarse por qué si el
profeta Isaías anunció que al Hijo de Dios lo llamarían “Emmanuel”, el ángel
dijo a María y José que pusieran al Niño por nombre “Jesús”. ¿Existe alguna
contradicción?, ¿ambos nombres son lo mismo?
El P. Miguel A. Fuentes, del
Instituto del Verbo Encarnado (IVE), escribió un artículo en su blog “El
teólogo responde” para responder a esta duda que fue expuesta por un fiel.
“Con dos versículos de diferencia,
San Mateo indica dos de los nombres que recibirá el Niño nacido de la Virgen:
Le pondrás por nombre Jesús… Se le pondrá por nombre Emmanuel (Mt 1,21.23)”,
señaló el sacerdote.
Sin embargo, indicó que “como dice
Manuel de Tuya, O.P., no hay oposición entre ambos nombres, ‘porque el nombre
que se anuncia en Isaías (Emmanuel) es el nombre profético de Cristo, y el
nombre de Jesús es su nombre propio y personal. El nombre profético sólo indica
lo que significará para los hombres, en aquel momento, el nacimiento de este
niño. Será ‘Dios con nosotros’ de un modo particular’”.
“Así –continúa el texto de Manuel de
Tuya–, se lee en el mismo Isaías, cuando dice a Jerusalén: ‘Desde ahora te
llamarás ciudad del Justo, ciudad Fiel’ (Is 1,26), no porque hubiese de
llamarse así materialmente, sino porque tenía desde entonces una cierta
conveniencia a causa de la purificación que en ella haría Yahvé. O, como dice a
este propósito San Jerónimo, ‘significan lo mismo Jesús que Emmanuel, no al
oído, sino al sentido’”.
El artículo del P. Fuentes continúa
así:
1. Emmanuel: expresa la naturaleza,
la personalidad del Hijo de María. El nombre se contiene en la profecía que
Isaías proclama ante el desconfiado Acaz, cinco siglos antes del advenimiento
del anunciado en ella: He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y
llamarán su nombre Emmanuel, Dios con nosotros (Is 7,14).
‘Emmanuel’: Dios con nosotros. Jesús
es Dios; el Dios adorable que hizo el cielo y la tierra, que gobierna los
astros y a quien sirven los ángeles. Pero sin dejar de ser Dios ni perder su
Gloria, se ‘hunde’ en nuestra historia y en nuestro mundo para convivir con los
hombres que Él ha creado, con la hechura de sus manos: Se hizo ver en la tierra
y conversó con los hombres (Ba 3,38). Emmanuel expresa quién es el que nace: es
Dios que se hace carne. Por eso el ángel dijo a María: lo que nacerá de ti será
santo, será llamado Hijo de Dios (Lc 1,35).
2. Jesús: Le pondrás por nombre
Jesús porque Él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1,21). Tales las
palabras del ángel a José. Este nombre expresa la misión del Hijo de Dios al
encarnarse. Revela el motivo de la encarnación. Jesús en lengua hebrea se dice
Yehoshuah y quiere decir Yahvéh salva, Dios salva; quiere decir, pues,
Salud-dador. El que viene a dar la salud al alma, que es donde mora la
enfermedad del pecado.
¿Quién puede perdonar los pecados
sino Dios?, se preguntan los enemigos de Cristo, escandalizados no sólo porque
ha curado a un paralítico en Cafarnaúm sino, especialmente, porque se ha
anunciado la remisión de sus pecados (cf. Mc 2,7). Han entendido que de esta
manera se iguala a Dios, y no se equivocan: sólo Dios puede perdonar los
pecados de los hombres. Por eso los perdonaba Cristo, porque era Dios, y para
eso se había encarnado. Esto es lo que nos revela con su nombre.
Muchos hebreos se llamaron Jesús por
casualidad, decía Maldonado en el siglo de oro español, ‘Cristo, en cambio, por
determinado consejo, no humano sino divino. Aquellos que lo llevaron antes que
Él no fueron verdaderos salvadores, y Cristo lo es más todavía de lo que el
hombre acierta a significar. Para ellos era nombre común y vulgar; para Cristo
fue peculiar y, según el profeta había predicho, propio y singular, porque de
la manera que de Cristo se dijo, a nadie le conviene más que a Él, ya que no
hay en otro alguno salud’.”.
Cada 3 de enero la Iglesia celebra
el Día del Santísimo Nombre de Jesús.
“Éste es aquel santísimo nombre
anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos,
invocado con suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de
la gracia”, decía San Bernardino de Siena.
La palabra Jesús es la forma latina
del griego “Iesous”, que a su vez es la transliteración del hebreo “Jeshua” o
“Joshua” o también “Jehoshua”, que significa “Yahveh es salvación”.
El Santísimo Nombre de Jesús comenzó
a ser venerado en las celebraciones litúrgicas del siglo XIV. San Bernardino de
Siena y sus discípulos propagaron el culto al Nombre de Jesús. En 1530 el Papa
Clemente VII concedió por primera vez a la Orden Franciscana la celebración del
Oficio del Santísimo Nombre de Jesús.
San Bernardino solía llevar una
tablilla que mostraba la Eucaristía con rayos saliendo de ella y, en el medio,
se veía el monograma “IHS”, abreviación del Nombre de Jesús en griego (ιησουσ).
Más adelante la tradición devocional
le añade un significado a las siglas: "I", Iesus (Jesús),
"H", Hominum (de los hombres), "S", Salvator"
(Salvador). Juntos quieren decir “Jesús, Salvador de los hombres”.
San Ignacio de Loyola y los jesuitas
hicieron de este monograma el emblema de la Compañía de Jesús.
El Nombre de Jesús, invocado con
confianza:
Brinda ayuda en las necesidades
corporales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre agarrarán serpientes
en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre
los enfermos y se pondrán bien" (Mc. 16,17-18). En el Nombre de Jesús los
Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hch. 3,6; 9,34) y vida a los muertos
(Hch. 9,40).
Da consuelo en las pruebas
espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador el "padre del hijo
pródigo" y el buen samaritano; al justo le recuerda el sufrimiento y la
muerte del inocente Cordero de Dios.
Nos protege de Satanás y sus
artimañas, ya que el diablo le teme al Nombre de Jesús, quien lo ha vencido en
la Cruz.
En el nombre de Jesús obtenemos toda
bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que
pidan al Padre se los dará en mi nombre." (Jn. 16,23). Por lo tanto, la
Iglesia concluye todas sus oraciones con las palabras: "Por Jesucristo
Nuestro Señor", etc. Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que
al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los
abismos." (Flp. 2,10).
Artículo
enviado por: Jesús Manuel
Cedeira Costales
Fuente:
www.aciprensa.com
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