La
piedad popular, Iglesia en salida
Las manifestaciones de la religiosidad popular
forman parte inequívoca de la identidad propia de nuestra Iglesia.
Efectivamente, son para muchísimos católicos expresión de su fe, camino de
piedad, conversión y evangelización. En definitiva, la piedad popular
constituye un modo legítimo y valioso de vida cristiana y de encuentro con el
Señor, que todos debemos valorar y al que los pastores deben servir sin
restricciones mentales, dando gracias a Dios que enriquece a nuestra Iglesia
con este don, que tanto bien ha hecho en el pasado y sigue haciendo en el
presente.
Es necesario
acoger y valorar la piedad popular de nuestro pueblo, para conseguir que madure
y se haga más fecunda para las personas, la Iglesia y la sociedad. Este debe
ser el objetivo fundamental. no podemos ponernos ni enfrente ni de espaldas al
mundo de las hermandades. Sería una absurda temeridad. Como tantas veces nos ha
dicho el Papa Francisco, los pastores deben estar en medio de nuestro pueblo y
sostener su fe y su esperanza, trabajando con ellos, reflexionando y,
especialmente, rezando con ellos.
La
pastoral misionera no debe ser ajena a la piedad popular. No podemos olvidar
que en las últimas décadas se ha producido una ruptura en la transmisión
generacional de la fe en el pueblo cristiano, especialmente en la familia. Esto
quiere decir que también el mundo de las Hermandades necesita ser evangelizado,
fortaleciendo la formación cristiana de sus miembros, robusteciendo su fe,
cuidando la piedad y la vida interior de los cofrades y también su amor a la
Iglesia. Sin este fundamento, la piedad popular se queda en puro folklore o
mero acto social, reducida a tradición, cultura y fiesta. Siendo
acontecimientos fundamentalmente religiosos, despojándolos del atuendo que les
es propio se tornan en ocasiones compatibles con creencias y, sobre todo, con
actitudes y praxis contrarias a la fe cristiana, algo que a toda costa debemos
evitar.
Los
cofrades, verdaderos amigos de Dios, comprometidos en la evangelización
Objetivo
fundamental de los pastores, de las juntas de gobierno y los responsables de
cada corporación debe ser que sus miembros tengan un encuentro personal con
Jesucristo, desarrollando una personalización creciente de la experiencia
cristiana. Si no nos marcamos ese objetivo y, sobre todo, si no trabajamos para
hacerlo posible, estamos desaprovechando un tesoro característico de las
Diócesis de España, y especialmente de nuestra Archidiócesis. Las Hermandades
deben ser para sus miembros, como la Iglesia, sacramento del encuentro con Dios
o escalera de nuestra ascensión hacia Dios, en frase feliz de san Ireneo de
Lion, de manera que los cofrades sean, como reza el título de esta carta
pastoral, verdaderos amigos de Dios.
El relieve
social o la dimensión cultural no es sino sobreañadidura de la vida cofrade, y
será algo bueno y apreciable en la medida en que ayude a vivir aquello que está
en los orígenes y en los propósitos fundacionales de las Hermandades, es decir,
aquello que constituye su mística, su corazón, su razón de ser, el núcleo que
les confiere autenticidad como escuelas de vida cristiana y talleres de
santidad, como las definió el papa Benedicto XVI en un discurso a las
Confraternidades de Italia en 2006, escuelas y talleres que ayudan a sus
miembros a conocer y a amar más a Jesucristo, a vivir la experiencia de Dios, a
aspirar a la santidad, a cultivar la vida interior, la oración, la amistad y la
intimidad con el Señor y a participar con asiduidad en los sacramentos,
especialmente la eucaristía y la penitencia. Todo esto que es exigible a
cualquier buen cristiano, es mucho más exigible a un cristiano cualificado,
como es el cofrade, por formar parte de una asociación de fieles erigida y
aprobada por la Iglesia. En este sentido, la afirmación del Papa Francisco en
la Jornada de las Hermandades y Cofradías de todo el mundo con ocasión del Año
de la Fe el 5 de mayo de 2013: en las Hermandades tiene la Iglesia un tesoro
porque son un espacio de “encuentro con Jesucristo” y “fragua de santidad”. Hagamos
nuestras también estas palabras del Papa a los cofrades en el citado encuentro:
“Acudid siempre a Cristo, fuente inagotable, reforzad vuestra fe, cuidando la
formación espiritual, la oración personal y comunitaria y la liturgia”.
En el mismo discurso, el papa Francisco alude
a la actitud de algunos que desprecian la piedad popular porque piensan que sus
expresiones son menos conformes con la vivencia de una fe cristiana culta y
promocionada. En este sentido, el Papa nos dice que «la piedad popular, si se
vive en la Iglesia y se deja guiar por ella, es una senda que lleva a lo
esencia…, es un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana, aire fresco»,
porque llega a los más sencillos, porque las Cofradías transmiten la fe en
formas que perciben los sentidos, los sentimientos, la fiesta, los símbolos de
las distintas culturas… La piedad popular es la fe recibida que se encarna en
una cultura y que se sigue transmitiendo.
Por ello, os invito, queridos cofrades,
a renovar más y mejor el potencial religioso y evangelizador de vuestras
corporaciones, a poner vino nuevo en odres nuevos, y a que aprovechéis vuestra
pertenencia a las Hermandades para renovar y actualizar vuestra vocación
bautismal, eclesial, misionera y solidaria, aspecto este último que tanto os
enorgullece. En efecto, el servicio a los pobres y a los que sufren es el
aspecto más fecundo y visible de vuestro compromiso cofrade, ampliamente
reconocido en la sociedad civil. Seguid aguzando la imaginación de la caridad,
pues los pobres en nuestra ciudad y en nuestra Archidiócesis siguen estando
ahí. No les olvidéis. Servirles, dice el Papa, también es evangelizar.
En la
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium afirma que la piedad popular tiene una
gran fuerza misionera, que tiene mucho que enseñarnos a la hora de pensar en la
nueva evangelización (nn. 124-126). Hoy las Cofradías se han convertido,
incluso, en puerta de entrada a la Iglesia para algunos jóvenes. Por tanto,
¡aprovechemos bien esa fuerza misionera! Las hermandades deben tener una
proyección apostólica y evangelizadora. El Papa Francisco nos invita a ser una
Iglesia en salida. También nuestras hermandades tienen que salir para buscar a
los propios hermanos alejados para hacerlos amigos de Dios con la fuerza del
Espíritu Santo, como leemos en el texto del libro de las Sabiduría. Han de
salir también, en las ciudades y en los pueblos, a las nuevas urbanizaciones y
barrios, sin olvidar las periferias más pobres de nuestras ciudades.
Además de
reconocer que el servicio de la caridad de nuestras hermandades y cofradías es
importante y aún ejemplar, siendo justamente valorado por el pueblo y las
instancias civiles, también debemos apostar por la transmisión de la fe, porque
como decía Santa Teresa de Calcuta, «la mayor pobreza de los pueblos es no
conocer a Cristo».
Artículo
enviado por: Jesús
Manuel Cedeira Costales
Fuente: Sevilla, 1 de agosto
de 2018 Juan José Asenjo Pelegrina Arzobispo de Sevilla
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