Podemos interpretar teológicamente la cuaresma a partir del misterio pascual, celebrado en el “triduo sacro” (Pasión, Muerte y Resurrección), que hacen presente el misterio para que tiempo de cuaresma sea participado y vivido por los creyentes. La cuaresma es el tiempo de una experiencia más sentida de la participación en el misterio pascual de Cristo: “padecemos juntamente con él, para ser también juntamente glorificados” (Rom 8,17).
En este tiempo, Cristo purifica a su esposa, la Iglesia. Por lo tanto, se hace énfasis no tanto en las prácticas penitenciales cuanto en la acción purificadora y santificadora del Señor: Cristo quiere ver y hacer “santa” a su esposa. Las obras penitenciales son el signo de la participación en el misterio de Cristo, que hizo penitencia por nosotros ayunando en el desierto. Tal participación en la penitencia del Señor se expresa con claridad en el prefacio IV de cuaresma: “Porque con el ayuno corporal, refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos fortaleces y recompensas, por Cristo, Señor nuestro”.
De la teología cuaresmal nace una típica espiritualidad pascual-bautismal-penitencial-eclesial. La participación y vivencia del misterio pascual viene a recordar nuestra inmersión bautismal, porque hemos sido sumergidos con Cristo en su muerte y resurgimos con él mismo a una vida nueva, una existencia resucitada. Con el paso del tiempo y con la infidelidad a Dios, reconocemos nuestra necesidad de purificación, la cual aceptamos y procuramos con nuestras prácticas penitenciales, llevadas a cabo de manera personal y, sobre todo, comunitaria-eclesial.
"Tiempo de cuaresma en la Iglesia Católica"
Pbro. Miguel de Jesús Saldívar Martínez
Coordinador Diocesano de Pastoral Vocacional
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